Los padres que compartían demasiado (de sus hijos) en Internet

Internet y las redes sociales han puesto más de moda que nunca el "compartir es vivir". Compartimos temas interesantes, debatimos, pero también publicamos contenidos que dan pie a un importante debate sobre la privacidad. Y las fotos de nuestros hijos son un ejemplo perfecto.

Así es: Internet se ha convertido en el medio perfecto para compartir de forma pública o privada las fotos de nuestros churumbeles, y esa actitud provoca una clara división en el público. Mientras que unos padres lo hacen sin pudor, otros mantienen una lucha con familiares y amigos para que respeten la privacidad de los infantes. Después de todo, puede que si ellos tuvieran uso de razón nos gritaran algo tipo "¡Papá, no quiero salir en Facebook!"

Un prólogo obligado

Vaya por delante mi posición frente al tema, para no dar pie a malentendidos sobre mi visión sobre este tema. No soy nada fan de Facebook, y uso las redes sociales de una forma bastante aséptica. De hecho, las utilizo casi únicamente para mi trabajo.

El célebre mapa de comunidades online de XKCD da una idea de la dimensión de este fenómeno

Comparto en ellas --Twitter, sobre todo-- lo que escribo en Xataka, Xataka Móvil y mi blog personal, Incognitosis. Pero fuera de eso, yo diría que soy hasta asocial, y si tengo algo especialmente claro es que salvo casos excepcionales no me gusta compartir fotos de mis hijos (tengo un par de maravillosas personitas rondando por casa todos los días) en Internet. La única excepción es el envío ocasional de fotos por correo electrónico y alguna que otra carpetita o vídeo que comparto de forma privada gracias a los mecanismos que me proporcionan los distintos servicios que utilizo.

Por supuesto, hay muchos otros usuarios como yo: padres, tíos, hermanos, primos o abuelos o amigos que tienen una postura similar a la hora de afrontar lo de publicar fotos de los niños en Internet. Pero también hay otro sector de usuarios que comparten sin problemas, sin pudor, y con una actitud mucho más abierta y que no tiene ningún problema con ese tipo de actividades.

De unos y otros queríamos hablar en Xataka en esta ocasión. Y para ello hemos reunido algunos testimonios y experiencias de usuarios con distintas visiones y que en algunos casos ofrecen perspectivas especialmente apropiadas para este debate.

¿Pueden clamar los niños por su derecho a la privacidad?

En The New York Times un redactor Chuck Klosterman escribía a principios de agosto de este año una interesante reflexión sobre el tema titulada de forma no menos interesante: "T.M.B. (Too Much Baby)". El debate que planteaba aquel artículo era singular:

Obviamente un bebé tiene derechos humanos; no puedes matar a un bebé o vender un bebé o privar a un bebé de las cosas que necesita para sobrevivir. Un bebé está vivo, y un bebé tiene cerebro. Pero un bebé no tiene una mente como tal. No puede comprender su propia existencia o la existencia del mundo, o lo que Facebook representa. Los bebés no pueden tomar decisiones sobre la integridad de sus vidas porque no tienen la capacidad de hacerlo: cómo se visten, cuándo se van a la cama o si aparecen en Facebook no es una violación de su capacidad para actuar en el mundo, porque no la tienen.

Ya de primeras nos encontramos por tanto con un argumento delicado: el de las consideraciones morales, éticas e incluso legales que tiene el compartir o no fotos de nuestros hijos en Internet. Klosterman no ahondaba demasiado en su artículo en este tema, pero sí comentaba que "noy hay un caso ideal en el que un recién nacido pueda comprender la abstracción de privacidad. El niño más listo del mundo no sería capaz de entenderlo".

Ese es, desde luego, uno de los claros puntos destacados de un debate que se repite en muchas otras áreas en las que los padres decidimos sin que los niños puedan decir ni pío (literalmente). Elegir el nombre, la doctrina religiosa o su ropa no está sujeto a debate. Como diría Switch en Matrix (no he podido evitarlo): "Our way... or the highway".

¿Ocurre lo mismo con la publicación de fotos de nuestros niños en Internet, ya sea en blogs o en redes sociales? ¿O nos estamos saliendo un poco del tiesto y la cosa no tiene mayor importancia?

Soy un orgulloso papá que comparte fotos de sus niños

Eso es precisamente lo que opina Raúl Hernández (@rahego), un consultor profesional e independiente que de hecho fue colaborador en Weblogs SL. Raúl personifica perfectamente ese perfil de personas que ven el compartir fotos de sus hijos en Internet como algo totalmente natural.

Utiliza todos los medios a su alcance: Facebook, Instagram, Flickr, su blog de fotografía, su blog personal e incluso un blog --en este caso, eso sí, con acceso privado, más por que "salían otros niños" que por los suyos propios--.

Para mí, es una cosa absolutamente natural. Antes tus padres enseñaban tus álbumes a quien venía a tomar café, o montaban un pase de diapositivas ("mira, ahí estabas tú desnudito en la bañera!!!"), o te tenían puesto en marcos de fotos por toda la casa. Ahora, simplemente, has ampliado los momentos/situaciones en las que alguien puede ver las fotos de los niños; no hace falta que estén en casa, ni que tú las enseñes.

Por supuesto, esa actitud genera ciertas preocupaciones a muchos padres --y me incluyo--, pero Raúl nos comentaba cómo ese temor a posibles pedrastras o desconocidos con ganas de cotillear es, en su caso, insignificante:

Recuerdo hace años que un conocido me dijo "Lo que si te recomendaría sería de quitar las fotos de los peques en la bañera. Con todos los locos que hay en la red...". Mi contestación fue (he buscado el mail para copiar-pegar :D) "La verdad es que a mí no me preocupa el tema de las fotos. Si algún degenerado encuentra de algún modo atractiva una foto tan inocente y entrañable... entonces el problema (y gordo) lo tiene él."

Sus argumentos, desde luego, dan que pensar, y afrontan el teórico "problema" desde un punto de vista muy interesante. Lo resumía también con otra frase en la que indicaba que no creía que "tener un blog suponga tentar a la suerte mucho más que salir a la calle o ir al parque.". Los teóricos riesgos, apuntaba también con mucho acierto, serán mucho mayores cuando los niños no lo sean tanto y comiencen a utilizar esos medios por ellos mismos.

El comentario final de Raúl era igualmente coherente con su postura, y probablemente resumía a la perfección el sentir de todos los que comparten fotos de sus niños en Internet:

Yo no le veo problema más que de forma muy remota (insisto, muy por detrás de los problemas reales "de toda la vida" a los que nos enfrentamos en el mundo físico). A cambio, le veo la misma ventaja que le veo a contar mi vida en distintos ámbitos: que rompo las barreras del tiempo y del espacio para poder compartirla con mi gente. De hecho, ellos son una parte imprescindible de mi vida, y resultaría extraño dejarlos fuera.

Los filtros de privacidad ayudan

La anárquica Internet también ha ido aprendiendo con el tiempo: esa pasión por compartir se ha racionalizado y ha madurado. Y lo ha hecho en gran parte por las propias quejas de los usuarios, que en muchos casos han visto invadida su privacidad ante los dudosos términos de uso que esgrimían algunos sitios web.

Facebook es, sin lugar a dudas, el caso más famoso en esa evolución de sus características de privacidad. Muchos han sido los cambios que Mark Zuckerberg y su equipo han aplicado en este apartado de la red social, y aun tratando de solucionar el problema siempre ha habido quejas sobre una gestión laberíntica que muchos ni siquiera se sentían con fuerzas para afrontar.

Pero ahí no acaban los aspectos que rodean a esa publicación en redes sociales como Facebook. Es inevitable hablar por ejemplo de los servicios de reconocimiento y etiquetado de caras que esta y otras redes sociales y servicios de fotografía invitan a utilizar. La información de privacidad de Facebook deja claro el tipo de operación que se realiza:

[...]Podemos utilizar la información que recibimos sobre ti [...] para hacerte sugerencias a ti y a otros usuarios de Facebook, como: [...] sugerir a un amigo que te etiquete en una foto que ha subido en la que apareces, [...] Podemos sugerir a un amigo tuyo que te etiquete en una foto escaneando o comparando sus fotos con la información que hemos recogido de fotos en las que se te ha etiquetado. Esta información es la que nos permite realizar tales sugerencias

Ese etiquetado que parece inocente e inocuo se convierte en una herramienta que sí, permite encontrar a amigos y familiares fotos en las que nuestra cara --o las de nuestros hijos-- aparece etiquetada, pero también constituye una inquietante fuente de información para Facebook y para cualquiera que rebusque en esa gigantesca colección de fotos etiquetadas.

Precisamente sobre este tema hablé también con un amigo y conocido, Daniel Cuñado (@danielcunado), un empresario que ya ha tratado este tema (y otros muchos) con detalle en su blog personal, y que se situaba en un punto intermedio. Compartir sí, pero aprovechando los filtros de privacidad. Su forma de publicar fotos es la que probablemente otro gran grupo de usuarios también adopta en este tipo de escenarios:

En Facebook limito la difusión a "amigos", para controlar su alcance. En Instagram tengo un perfil privado, y sólo doy acceso a seguirme a personas que conozco previamente (por cierto, mis seguidores en Instagram suelen ser conocidos de redes sociales, más que familia y amigos, así que tampoco comparto gran cosa por ahí, sólo alguna foto que tenga algún valor "artístico" dentro de mis escasas habilidades). En Flickr archivo las fotos no en modo público sino privado y tengo los álbumes compartidos estrictamente con familia cercana, muy pocos. Y en Google+ he compartido muy ocasionalmente alguna foto con círculos familiares o incluso más a nivel usuario concreto.

Esa publicación "controlada" en privado es una alternativa que probablemente combine lo mejor de ambos mundos. Evita publicar "en abierto", algo que tal y como el propio Daniel explicaba, no acaba de gustarle: "Alguna vez en el pasado puse alguna foto en abierto en Twitter, pero posteriormente las he borrado porque me empezó a incomodar que cualquier desconocido pudiera acceder a ella. No lo he vuelto a hacer ya ni lo haría ahora."

Precisamente en el tema del etiquetado de fotos Daniel se mostraba especialmente preocupado, y lanzaba su reflexión al respecto:

Sí me incomoda el que algunos usuarios de Facebook se pueden poner a publicar fotos tuyas con niveles inapropiados de seguridad. Tengo activada la opción de revisar los etiquetados que me hagan, para impedir que me etiqueten a la ligera, pero lo que no puedo evitar es que alguien publique una foto en la que una de mis niñas aparezca y que a lo mejor está en abierto. Falta quizá una posibilidad de "denunciar" fotos aunque por un lado comprendo la complejidad técnica de esto (que alguien verifique si realmente otro usuario está haciendo un uso indebido) y luego está el factor "mal rollo" que uno quiere evitar con los amigos de las redes sociales. De hecho más de una vez he tenido que tolerar que alguien me etiquete sin que me haga mucha ilusión por no quedar mal.

Pero con todo y con eso, el balance de Daniel con respecto a Facebook era bueno, algo singular para alguien como el que suscribe este artículo. A menudo no logro evitar que la red social creada por Zuckerberg surja como ejemplo de todo lo que yo no haría en una red social, cuando sí es evidente que Facebook, con sus luces y sus sombras --de todo hay--, ha sido y es una herramienta fundamental de comunicación para cientos de millones de personas. Daniel lo apostillaba muy bien en su último comentario:

Lo único que sí quiero decirte, desde mi perspectiva personal, es que aunque Facebook tiene toda la mala fama, yo valoro muy positivamente que con el paso del tiempo las herramientas de privacidad son cada vez más personalizables y accesibles. Es fácil establecer quién quieres que vea cada foto o publicación que haces. Otra cosa es que te dé pereza hacerlo o que desde el móvil tienes que haber previamente creado una lista de difusión para aplicar criterios más restrictivos de cara a compartir las fotos. Pero me parece que hay un pelín de alarmismo en estos temas.

Soy un orgulloso papá que no comparte fotos de sus niños

Pero claro, también tenemos el otro caso: el del padre (o madre) al que no le gusta compartir fotos en Internet de sus hijos. Como comentaba al principio, yo estoy en este último grupo: soy muy celoso de mi privacidad, y no me gusta compartir en Internet detalles de mi vida (nunca vi útil para mi, por ejemplo, servicios como Foursquare) salvo con amigos y familiares.

Los argumentos son otros en el caso de Ángel Benito (@albero), gestor de contenidos de El Rincón del Vago y que es además consultor sobre temas legales de Internet en diversas empresas. Esta última faceta era la que más incidía en su percepción de este tema, y como comentaba, "todas las posturas son respetables y he de reconocer que la mía se basa en una concepción a lo mejor excesivamente legal, que es también mi profesión". Ángel nos ponía en situación rápidamente:

El derecho a la propia imagen es uno de los más protegidos por nuestro ordenamiento jurídico y puede conllevar que ciertas cuestiones sobre el honor, la intimidad y la propia imagen de los menores de edad tengan que pasar por el Ministerio Fiscal, por ejemplo en caso de desacuerdo entre padres. [...] Conozco casos de padres divorciados que han comenzado a visitar a sus abogados para que el convenio regulador recoja aspectos relativos a imágenes de hijos menores en redes sociales, o que directamente han acudido al juez alegando incumplimiento del convenio.

Este tipo de cosas son las sin duda pueden comenzar a que uno se replantee qué hacer al respecto cuando quiere publicar fotos de su hija en Internet. Ángel deja claro que no tiene ningún tipo de aversión a la tecnología --está inmerso en ella profesionalmente--, y que de hecho comparte algunas fotos de sus hijos de forma privada, "principalmente vía correo electrónico". Eso sí, su intención de no compartir esas fotos también se la transmite a sus allegados: "Igualmente suelo pedir a familiares y amigos que, a su vez, no difundan imágenes de mi hija en entornos abiertos o cuya repercusión viral no controlen".

La explicación que nos daba Ángel era tan válida como la aproximación anterior de Raúl, y en este caso, eso sí, la propia formación y profesión dejaban claro que tenía muy en cuenta la protección de los derechos de su hija:

Ello se debe a mi creencia de que la imagen de su hija pertenece al círculo más íntimo de su personalidad, algo sobre lo que ni siquiera yo, su padre, debería decidir, a no ser que sea para proteger sus derechos. La patria potestad me confiere la tutela pero no la titularidad de los derechos de mi hija. Puedo velar por su imagen ante terceros hasta su mayor edad, pero no estoy legitimado para exponer esa imagen en actos banales de conversación diaria en mis redes como presumir de lo guapa que es mi hija, o hacer prácticamente una fotonovela de su vida en tiempo real.

Más contundentes aún son esos argumentos cuando Ángel nos ofrece una pequeña clase magistral sobre el estado de la legislación al respecto. Mis disculpas por la inclusión total del párrafo, algo farragoso por sus términos legales, pero todo él es importante por tratar el tema con detalle:

En el derecho español, los derechos del menor en el ámbito del honor, la intimidad y la propia imagen gozan de una defensa privilegiada. Estas cuestiones están reguladas por la Ley Orgánica 1/1982, de protección civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. En su artículo 3 dice que "el consentimiento de los menores deberá prestarse por ellos mismos si sus condiciones de madurez lo permiten...". Si esas condiciones de madurez aún no se dan en el menor en cuestión, el consentimiento ha de otorgarse por los padres mediante escrito, pero con obligación de poner en conocimiento previo del Ministerio Fiscal ese consentimiento que se proyecta dar. Si el Ministerio Fiscal se opusiese a ese consentimiento que quieren dar los padres sobre estos derechos íntimos de los hijos (el honor, la imagen...), en definitiva debe resolver el Juez. Esto nos da un poco la dimensión de estos derechos. En igual sentido se manifiesta la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de protección jurídica del menor. En algunas legislaciones extranjeras el requisito del "consentimiento del menor" es también clave a la hora de poder comunicar su imagen.

Niños (y padres) famosos gracias a Internet

En todo este debate sobre las implicaciones de publicar o no fotos de nuestros hijos en Internnet existen otro singular efecto colateral: en ciertos casos, la publicación de esas fotos se ha convertido en un fenómeno viral y, como veremos, en un escaparate profesional.

El mejor ejemplo de ellos es probablemente el caso de Jason Lee, el célebre fotógrafo que aprovechó su calidad como fotógrafo de niños para crear un blog sencillamente prodigioso en el que las protagonistas no eran otras que sus hijas, Kristin y Kayla. Las imágenes de estas dos pequeñas se han convertido en todo un éxito en Internet por su frescura, su gracia y su calidad, y hacen que muchos padres aficionados también a la fotografía nos planteemos emular algunas de esas capturas imposibles.

En el caso de Reasons My Son Is Crying ("Razones por las que llora mi hijo"), la idea es algo distinta, pero igualmente efectiva: un padre comenzó a publicar en Tumblr imágenes de todos los momentos en los que su hijo lloraba con un pequeño pie de foto. Como era de esperar, esas fotos eran frecuentes, y poco a poco el boca a boca fue haciendo que el pequeño blog se convirtiera en otro fenómeno viral en Internet. Tanto es así que Greg Pembroke, el padre que creó el blog, comenzará a vender dentro de una semana en Amazon un libro con las mejores fotografías del proyecto desde que éste comenzó.

En ambos casos vuelve a surgir otro debate: ¿se están aprovechando los padres de forma poco ética de sus hijos? ¿Estamos ante otro caso de pequeñas miss Shunshine? Las suspicacias pueden surgir pero, como en casi todo, hay argumentos válidos para defender ambas posturas.

Conclusión: Internet solo es el medio

Probablemente toda esta reflexión y los argumentos de Raúl, Ángel y Daniel hayan servido para acercar posturas. Los argumentos son realmente convincentes en todos los casos, y seguramente hayan logrado resumir el sentir de buena parte de vosotros, nuestros lectores, y del resto de usuarios de Internet en este tipo de escenarios.

Lo que sí queda claro, sea cual sea la postura que toméis, es que como en tantos otros aspectos de nuestra vida, Internet (y las redes sociales) es solo una herramienta: que las usemos de una forma u otra depende de nosotros. Lo importante es, por supuesto, que eso nos compense.

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