Internet ha matado la sorpresa. Es una especie de agujero negro de información que se nutre de hasta el más nimio detalle sobre cualquier ámbito de conocimiento que podamos imaginar. Ha sido el último y gran empujón hacia la era de la globalización, de la democratización y la información en la que vivimos; una era donde la promoción de un blockbuster empieza dos años antes de su estreno y el seguimiento de la ficción televisiva se hace segundo a segundo.
Internet ha traído muchos cambios positivos. Centrándonos en la televisión, ha impulsado la especialización y la variedad de oferta, ha fomentado la visibilidad de mercados interesantes que antes no tenían cabida en el negocio internacional (véase el auge de los policíacos nórdicos) y ha incrementado la accesibilidad de los contenidos –algunos aún no son capaces de quitarse la venda anti-descargas y ver la cantidad de beneficios que ha dado al mercado televisivo; cómo ha puesto de manifiesto una demanda de ciertos contenidos y provocado que las cadenas trabajen por acortar distancias-. Ese auge del mercado internacional retroalimenta a su vez a la industria que más exporta (la anglosajona), que puede contar con esa vida fuera de sus fronteras para financiar sus producciones.
La sobreexposición mediática
El problema es que todas las ventajas y los aspectos positivos han llegado con muchos inconvenientes que están influyendo no sólo en la forma en la que consumimos este tipo de contenido, sino en cómo nos enfrentamos a él, lo valoramos o lo vivimos. Hace poco más de una década veíamos las series sin tener demasiado claro qué temporada era, sin saber si su showrunner seguía tras las cámaras o si en el final de temporada habría una muerte de un personaje protagonista; los titulares se limitaban a poco más de la programación o la aparición de algún cameo especial. Ahora, en la era twitter, todo detalle es pertinente de ser tratado de información; el ansia por la visibilidad ha transformado completamente la manera en la que las cadenas plantean contenidos, equipo y contenidos, y el constante bombardeo de datos influye irreversiblemente en cómo el espectador se acerca a una ficción.
La explosión que lo cambió todo llegó con con ‘Perdidos’; por primera vez este análisis exhaustivo acabó afectando al contenido
La expectativa solía limitarse a referencias básicas como el atractivo de la ficha artística y técnica o nuestras preferencias en géneros y/o planteamientos. Hoy en día la cantidad exagerada de elementos que se conocen de antemano sobre cualquier serie forman una idea preconcebida tan específica que se convierte en una batalla más que un episodio piloto tiene que ganar; primero ha de tirar la barrera del hype y después convencer e interesar con su propuesta. Esto unido a la cantidad de oferta –que crece exponencialmente cada temporada- y al seguimiento minuto a minuto que anula toda paciencia con la construcción de un recorrido, consigue que se generen todas esas corrientes de amor exacerbado u odio brutal que a su vez retroalimentan de nuevo la expectativa de espectadores potenciales y nos arrastran a todos a un círculo vicioso nada sano ni beneficioso para ninguna de las partes.
Este análisis al milímetro y al segundo nació en los foros; aunque el fenómeno empezó antes, la explosión que lo cambió todo llegó con con ‘Perdidos’; por primera vez el análisis exhaustivo de cada segundo de cada episodio acabó afectando a la forma en la que sus guionistas planteaban los elementos de la historia; les gustaba fomentarlo, disfrutaban creando expectativas y alimentando teorías. Y los espectadores nos dejábamos encantados. Hasta que estalló la burbuja. Y lo peor es que nadie parece aprender de todas las veces que la expectativa y la exigencia del semana a semana han acabado perjudicando la experiencia.
De los foros a twitter
Como todo en el tema de hoy, el fenómeno del hashtag y los blogs que analizan capítulo a capítulo tiene sus pros y sus contras. Por un lado, hay ciertas series que sin duda se prestan a la reflexión más detallada; hay articulistas –profesionales o no- cuya visión de un episodio puede alumbrar sobre cuestiones interesantes, referencias fugaces o detalles que simplemente a otro espectador se le pasaron por alto. Leer sobre la televisión que vemos en muchos casos enriquece la experiencia. Además, el origen de los foros –después convertidos en redes sociales- tiene mucho de ese afán de compartir nuestras pasiones, algo que no siempre tenemos oportunidad de hacer con la gente de nuestro entorno e Internet ha hecho mucho bien por acercar a aficionados de cualquier tema.
Sin embargo, ese estudio tan al segundo de una ficción cuyo rasgo definitorio es la serialidad a medio-largo plazo afecta de formas muy dispares y negativas; tanto a aquellas cuyas pretensiones son mucho más humildes y a las que se le pide constante sorpresa o evolución (sobre todo en el entorno actual donde levantas una piedra y aparece una “"serie de calidad”") como a esas otras que sí quieren ir un paso más allá artísticamente, trascender de alguna forma, y que ven cómo sus pretensiones (nunca usado peyorativamente) arrastran una vorágine de teorías y análisis completamente fuera de lugar y lejos de sus intenciones –un ejemplo muy reciente sería el de ‘True Detective’, cuyo final acabó decepcionando por una expectativa fomentada por teorías muy alejadas de lo que la serie misma proponía. Y no entro en los polémicos spoilers porque no quiero que se convierta en el único tema.
Thank god True Detective is over. Sick of hearing about it. #overrated
— EA (@bigEanders) March 10, 2014
Gracias a Dios que 'True Detective' se ha acabado. Estoy harto de oír hablar sobre ello #sobrevalorada
A todo esto hay que sumar el efecto que tiene tanta sobreexposición mediática (sea por información o por análisis) y cómo tanta crítica –positiva o negativa- afecta a la percepción de un título. Las propias cadenas fomentan el uso de hashtags y los temas del momento acaban influenciando incluso a aquellos que aún no son espectadores de una serie (véase el tweet sobre este párrafo). Es más, las corrientes de opinión en las redes sociales están tomando tal nivel de extremismo que los términos medios se han anulado; incluso los bueno y malo parecen no ser válidos. O estás en un extremo o en el otro, el resto no es retuiteable.
Esas teorías locas
Alguien decidió en algún momento que la sitcom sobre un grupo de amigos que es 'Como conocí a vuestra madre' era digna de teorías y expectativas propias de conspiraciones gubernamentales en 'Expediente X'. Desde el principio los debates sobre la identidad de la madre estaban a la orden del día pero ésta última temporada la fiebre se desató, y circulaban por Internet teorías sobre enfermedades, muertes o -la más loca- el Alzheimer de Ted. Como mencionaba antes, ‘True Detective’ ha sido víctima de las más retorcidas teorías; algunas sugerían una vuelta de tuerca a lo ‘El Club de la Lucha’ con Rust y Hart, y en la lista de sospechosos han estado desde Rust hasta las hijas de Hart por dibujar espirales de colores malignas; incluso algunos han investigado los hechos reales de Louisiana que inspiraron la serie por si pudiesen alumbrar algo sobre su final, sucesos que señalaban al predicador y al Sheriff Tuttle como culpables.
‘Juego de Tronos’ se presta a las teorías; algunas se plantean quién es el verdadero padre de Jon, otras dudan del de Tyrion. En ‘Breaking Bad’ algunos auguraban la muerte para Holly; la hija pequeña del matrimonio White siempre iba vestida de rosa, recordando así a aquel oso de peluche del mismo color que cayó –quemado y tuerto- en la piscina. También han vaticinado el fin de Megan Draper en ‘Mad Men’ por llevar la misma camiseta con la que aparecía la actriz y modelo Sharon Tate en unas fotos de 1967, que es sólo una de las muchas coincidencias que los seguidores han encontrado entre ambas. Incluso algo como ‘El Príncipe de Bel-Air’ no se ha librado; hay teorías que aseguran que Will moría en la pelea en la cancha de básquet, el taxista le llevó a un cielo donde poder resolver sus problemas y veía a sus padres tan poco porque era cuando visitaban su tumba.
No sé vosotros, pero yo añoro esa época en la que no estábamos enterados de todas las rencillas de una producción, de la marcha de un actor o un guionista, del tema de la temporada o los cameos, aquella en la que nos sentábamos sin más a ver qué tenían que ofrecernos; cuando nos dejábamos llevar por una serie y disfrutábamos con la mera evolución y con el ver hacia dónde quería llegar con sus historias y sus personajes. Lo peor es que es tan difícil escapar de los titulares o de conocer la calidad de obra maestra de algo que no has visto (es el único calificativo que le puedo poner a priori a -por ejemplo- ‘The Good Wife’ después de leer twitter semana a semana) que cada vez es más difícil asomarse a algo nuevo sin que ello tenga que enfrentarse a los obstáculos que nosotros mismos le ponemos; a lo que nosotros queremos que sea en contraposición a lo que quiere ser. Personalmente, mi huelga la hago diariamente negándome a ver trailers o teasers o teasers del tráiler. Así que ya sabéis, si queréis disfrutar de una serie, empezad por valorar el papel que tiene Internet en ello.
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