La ciencia ficción se ha alimentado siempre de la evolución tecnológica de la humanidad para construir sus mundos imaginarios intentando ir un paso por delante introduciendo coches voladores o vallas publicitarias con identificación de individuo en sus universos. Esta tecnología puede tener más o menos influencia en el desarrollo de la historia –en una de las más recientes, la fabulosa historia de amor moderna de Spike Jonze en ‘Her’ era el factor clave- pero siempre está al servicio del guionista, de lo que quiera y necesite contar en cada momento.
Sin embargo, la tecnología se vuelve mucho menos conveniente cuando es algo que forma parte del día a día real del mundo en el que vivimos; mundo que intentamos replicar en las historias contemporáneas. Los smartphones, el Whatsapp o Google Maps son herramientas del día a día que se han convertido en verdaderos dolores de cabeza potenciales para el guionista, que ha de huir de ciertos planteamientos narrativos imposibilitados por el progreso tecnológico o sortearlos de la forma menos llamativa que encuentre.
La cobertura, el nuevo Deus Ex Machina
Todas aquellas tragedias griegas ancestrales tenían una excusa para recurrir a una deidad que apareciese de la nada para resolver la situación, y es que los propios Dioses estaban todo el día liándola (y liándose). Este Deus Ex Machina sigue presente en las historias tantos siglos después y se puede manifestar no sólo en giros incoherentes que salvan un entuerto sino también en obstáculos o circunstancias que favorezcan el conflicto.
Pensemos en el terror. Obviando el hecho de que una miradita rápida a Tripadvisor podría alejar de lo moteles inmundos a los que acaban huyendo durante 90 minutos, no es ninguna casualidad que todos los horrores del cine ocurran en casas abandonadas, bosques remotos o carreteras que cruzan por mitad de un desierto. Antes era suficiente con añadir una dificultad extra a las posibilidades de pedir ayuda o con cortar la línea telefónica de tierra. Ya no. Ahora DEBES matar el móvil. Como sea. La frase “mierda, no tengo cobertura” es uno de los deus ex machina más recurrentes de cualquier planteamiento de suspense por persecución y ataque de cualquier tipo, una frase con cada vez menos credibilidad que hace que títulos tan recientes como '127 horas' hoy en día estarían cogidos con pinzas.
"97% de cobertura a nivel nacional y justo nos encontramos en ese 3%" - ‘Las colinas tienen ojos’, una película en la que hasta los militares tienen "demasiadas interferencias" en su teléfono por satélite
Pensad en lo que la existencia del móvil habría hecho con historias del pasado. ¿Qué habría sido de Jurassic Park con móviles? O el menda que popularizó el gif también se cargaba la cobertura o John Hammond sí que habría reparado en gastos. Romeo y Julieta habían solucionado el problemilla con un whatsapp --churri, parece que estoy muerta pero estoy vivita y flamencando
(el icono favorito de Shakespeare)--, ‘Solo en Casa’ no habría sido ningún drama con los sms (oye mamá, volved que os habéis olvidado de mí), lo de ‘El Club de la Lucha’ sí que habría sido un selfie, a Cenicienta le habrían dejado un mensaje en tono prejuicioso sobre eso de dejarse los zapatos en castillos ajenos y tanto los slasher de adolescentes ebrios tipo ‘Viernes 13’ como las comedietas de fiesteros con algún colgado de se pierde (tipo 'Nick & Norah's Infinite Playlist', 'Supersalidos' o incluso 'Resacón en Las Vegas') serían facilísimas de echar a perder.
Y si al protagonista le queda un 13% de batería al empezar la película, muchísimo mejor. Maldita tecnología, hemos pasado de tensión por tipo loco atravesando puerta con hacha a cani lerdo con la batería al mínimo. Pero al igual que la ambición formal del arte empuja a la tecnología a evolucionar, la tecnología invita a la narrativa a adaptarse y hay muchos que consiguen hacer del móvil algo esencial y estimulante en su historia, como la claustrofóbicamente adrenalítica ‘Buried’ o ‘The Call’, que es un poco telefilm pero aprovecha bien las posibilidades que ofrece el móvil como instrumento argumental.
La cobertura no es sólo cosa del móvil. Ahora tenemos esa cosa llamada Google Maps y GPS, que habrían resuelto el problema (y nos habrían librado del suplico) de planteamientos como ‘El proyecto de la Bruja de Blair’; o si no, siempre puedes hacer como en ‘In Fear’ (que la pudimos sufrir en la XI Muestra SyFy) y que la conexión del GPS con el satélite sea intermitente según exigencias del guión.
Y por cierto, aparte de que seguramente YouTube habría acabado arruinado su coartada, qué difícil lo tendría ahora Superman para cambiarse de ropa...
El fin del romance
Con Facebook se acabó aquello de buscar a tu amor de instituto o lo de pagar al nerd de turno para que averigüe los gustos y aficiones de la chica a la que quieres meter ficha. Muy torpe tienes que ser si con los medios de hoy en día no consigues que ese mensaje de amor no llegue < drama> antes de que sea demasiado tarde < /drama> y lo de correr contrarreloj para llegar a tiempo al aeropuerto antes de que el amor de tu vida se suba a un avión para no volver se ha quedado en el ayer.
Y lo útiles que han sido siempre los mensajes en el contestador. Cógelo, por favor; sé que estás ahí, un clásico. O he intentado llamarte varias veces pero no lo cogías, Berta se va a Michigan a casa de sus padres. Qué útil para dejar piezas de información al espectador o para hacer arrancar la trama pero ahora ¿qué vas a hacer? Un guionista no puede obviar el hecho de que con la mensajería instantánea (el prehistórico SMS, el whatsapp, los DMs de las redes sociales, los emails…) el contestador en el móvil ha quedado obsoleto ni tampoco puede ignorar lo antiestéticos y aburridos son los planos de pantalla de ordenador. Hace falta talento para integrar las nuevas tecnologías en la narración de forma orgánica, talento que respecto a esto (y a muchas más cosas) nunca ha faltado en ‘Sherlock'.
La sociedad de la información
Hay muchos más supuestos. Eso de ver a las familias reunidas en torno al televisor por un acontecimiento importante (ya sabéis, típicos planos de familias de todo el planeta viendo cómo se acaba el mundo en Norteamérica) es de la era pre-twitter, aunque a este respecto hay algo que ha ganado el guionista: ya no chirría lo de que tu protagonista encienda la radio o el televisor y justo estén dando la noticia adecuada en el momento adecuado que nos interesa. Ahora basta con que el tecnófilo de turno (porque sí, en las pelis aún estamos en un punto en el que los únicos que saben copiar una carpeta a una memoria USB son los secundarios hackers que después morirán) encuentre un feed de noticias clandestino o la emisión online de un canal para dar esa información y hacer avanzar la trama; esto se le da excesivamente bien a Sorkin en 'The Newsroom'.
El caso es que si algo define la sociedad en la que vivimos es la globalización y democratización absoluta de la información, algo que afecta a todos esos planteamientos que precisamente partían de la falta de la misma, a pequeña y a gran escala. Es una vía de explotación argumental que acabará tomándose de verdad en cuanto dejen de hacer cosas como ‘Antisocial’ o ‘Pulse’, el viejo ludismo visto en historias como ‘Farenheit 451’ o ‘Blade Runner’ aplicado al infracine actual donde Internet y las redes sociales son el villano. Oye, al menos los cineastas se adaptan a los nuevos tiempos.
Igual ocurre con la fotografía; con lo estéticos y funcionales que eran aquellos rojizos cuartos oscuros y la tensión que se podía crear mientras alguien revelaba a mano la foto que descubriría la verdadera identidad del asesino; con lo efectivo que era que llegasen las fotos reveladas a casa y hubiese manchurrones fantasmales en el fondo, las cámaras digitales han arruinado la diversión. Ya no tendremos planos inquietantes y reveladores como el de 'Retratos de una obsesión' sobre este párrafo (en una pantalla es más feo y menos efectivo) y se pierde la inquietud provocada porque alguien vea un marco en la repisa con una foto demasiado reveladora. Hasta la futurista 'Minority Report' recurría a unas fotos esparcidas por una cama para dar información al protagonista. Eso sí, ahora puedes atar cabos o hacer un seis grados de separación gracias a los álbumes de Facebook. El trabajo de investigador privado es mucho más aburrido y el de acosador mucho más fácil.
Muchos planteamientos argumentales van quedando obsoletos no sólo por los avances tecnológicos sino simplemente por la mera evolución de la humanidad. Así que, como en todo, a los guionistas de cine les toca renovarse o, en su defecto, buscar las formas de anular el progreso. Lo que sea más fácil.
En Xataka | Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia: así pica código Hollywood
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