La verdad es que sí, los plátanos son una maravilla del diseño: fáciles de pelar, sencillos de comer y cómodos de transportar. No sólo eso: podemos saber su nivel de maduración con solo mirarlos y, ojo al dato, se pueden cultivar durante todo el año.
Y es una pena. Porque sí, el plátano debe morir y debe hacerlo cuanto antes. Al menos, el plátano tal y como lo conocemos. Y debe morir porque, en realidad, es la única forma de salvarlo.
Anatomía de un plátano
Empecemos por lo fundamental: los plátanos (o bananas) son un engendro de la naturaleza, un accidente genético y, si me lo permiten, una aberración culinaria (aunque esto último es ya una opinión personal). El plátano es una fruta sin semillas.
Todos sabemos que la 'función' de las frutas es mejorar la diseminación de las semillas. Por eso, de una forma u otra, las frutas tienen semillas que permiten la reproducción de su especie. Pero el plátano, no. Bueno, nuestro plátano, no; el plátano primitivo y muchas especies salvajes sí tenían semillas.
Por eso, los plátanos crecen a partir de otros plátanos. Es decir, no es que todos los plátanos sean de la misma especie, es que todos los plátanos son el mismo plátano. De hecho, desde 1960, son clones de un solo plátano: el plátano Cavendish.
No es el primer plátano que muere
Hoy por hoy, el 99% de todos los plátanos que se comercializan a nivel internacional son Cavendish. Hay otras variedades locales, pero no se explotan a nivel comercial.
No siempre fue así. Hasta la década de los 50, el plátano rey era otro: el Gros Michel, un tipo de plátano más dulce que triunfaba en todo el mundo. En 1950, la enfermedad de Panamá empezó a hacer estragos en los Gros Michel y, en menos de una década, acabó con la producción. Cuando hablamos de clones, la enfermedad solo tiene que aprender a atacar a un individuo, la poca diversidad genética hace que el resto caiga por su propio peso.
Los agricultores comenzaron a huir de la enfermedad buscando lugares donde no aún no estaba, pero toda resistencia fue inútil. Al final, la variedad Cavendish, resistente al hongo de Panamá, sustituyó a la pobre, olvidada (y casi extinta) Gros Michel.
Cavendish también tiene problemas
La mala noticia es que en los últimos años han surgido plagas que afectan a los Cavendish: la sigatoka negra, que ennegrece las hojas, imposibilita la fotosíntesis y reduce a más de la mitad el rendimiento de las plantaciones. Además, es muy difícil combatir la enfermedad: usando las mejores combinaciones de fungicidas, puede requerir más de 50 aplicaciones antes de acabar con la plaga.
Y, por si fuera poco, en los últimos años ha surgido una variedad de la enfermedad de Panamá (la Tropical Race 4) que sí afecta al Cavendish. Se localizó por primera vez en la década de 1990 y hoy por hoy ya hace estragos en todo el sureste asiático. Si la TR4 atraviesa el Pacífico, la producción mundial de plátanos puede verse seriamente comprometida.
No debemos poner todos los plátanos en la misma cesta
La acción conjunta de la TR4 y la sigatoka negra es un combo mortal para la industria platanera, pero no son el problema de fondo: el problema de fondo es que tras haber visto como desaparecía el Gros Michel por las prácticas de monocultivo radical, no han aprendido nada. Nada de nada. No tenemos un sustituto al plátano comercial
Ioannis Stergiopoulos, André Drenth y Gert Kema, tres expertos en botánica y agronomía, defendían en The Guardian que la única forma de afrontar el problema es incrementando la diversidad de nuestros plátanos. Existen varios centenares de especies de plátanos en el mundo. Es verdad que la inmensa mayoría no tienen las características para sustituir a los plátanos actuales. Pero pueden servir de base genética para incrementar la diversidad de los plátanos comerciales: es decir, podemos usarlos para crear (dos, diez o ciento cincuenta) nuevos plátanos
Tenemos las herramientas para hacerlo: la ingeniería genética y las técnicas de hibridación. Ya se ha empezado a secuenciar el genoma del plátano. Lo que no tenemos es tiempo. Porque, aunque parezca imposible, la producción de plátanos podría hundirse y alcanzar mínimos históricos en meses. Y no, aún no estamos preparados.
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