Hemos descubierto al primer neandertal con síndrome de Down. Y ofrece muchas pistas sobre nuestro pasado

Un hueso hallado en Xátiva hace 35 años ha propiciado un nuevo hallazgo

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La historia del primer caso conocido del llamado síndrome de Down, la trisomía del cromosoma 21, es también una historia de solidaridad entre las sociedades humanas arcaicas. Una historia que conocemos gracias a restos hallados en Cova Negra, en Xátiva, Valencia.

Seis años. Un equipo liderado por investigadores de las universidades de Alcalá y Valencia ha hallado pruebas de que un fósil hallado hace 35 años en una cueva de Xátiva perteneció a un niño o niña con síndrome de Down. Este infante alcanzó la edad de seis años, lo que ha servido para deducir que pudo contar con la ayuda de su grupo social.

Un hueso. El fósil en el que se basa el hallazgo fue encontrado en 1989 pero solo el más reciente análisis ha permitido conocer nuevos detalles. Se trata de un fragmento de pequeño tamaño, perteneciente al hueso temporal (uno de los huesos laterales del cráneo) de un neandertal de corta edad al que llamaron Tina.

Los restos están datados hace entre 273.000 y 146.000 años atrás. El yacimiento de Cova Negra proporcionó numerosos restos óseos de individuos neandertales, por lo que este aún no había sido analizado en profundidad.

TAC del hueso. Ahora, el reciente análisis ha revelado nuevos detalles sobre este fósil. A través de un TAC (Tomografía Axial Computarizada) el equipo comprobó que el individuo al que pertenecía padecía una malformación en este área. Esta, como explica Nieves Mata, malformaciones como la displasia del canal semicircular lateral; así como signos de complicaciones causadas por otitis,  como la presencia de una fístula laberíntica.

“Todas estas alteraciones pudieron conducir a una pérdida de audición severa y a un vértigo incapacitante en un niño con una malformación de oído interno altamente sugestiva de síndrome de Down”, explica Mata a SINC.

El hallazgo representa primer caso documentado del síndrome en una especie humana distinta a la nuestra, pero también por las implicaciones en lo respectivo al comportamiento social de nuestros parientes ancestrales. El estudio fue publicado recientemente en la revista Science Advances.

Una historia del cuidado. No es exactamente la primera instancia en la que vemos este tipo de cuidados en homínidos. En el caso de nuestros parientes evolutivos más cercanos, los chimpancés, en 2015 se documentó un caso en el que una familia cuidó de una cría con una dolencia similar al síndrome de Down durante más de un año.

Precedentes. El caso es significativo pero no es tampoco la primera vez que nos topamos con esta forma de empatía y cuidados. Si nos retrotraemos aún más nos encontramos con el caso de Benjamina. Los restos de esta niña de entre 8 y 10 años que vivió en Atapuerca hace aproximadamente 400.000 años nos mostraron una historia similar en la que la joven de la especie Homo heidelbergensis  pudo superar su esperanza de vida gracias a su grupo social.

También entre los neandertales pueden encontrarse ejemplos de esta cooperación. El más emplemático es el de Sahanidar 1, un individuo que alcanzó la vejez con numerosísimos achaques. Ciego desde la infancia, este individuo no podría haber alcanzado (mucho menos superado) la edad de 40 si no fuera por su grupo.

El altruismo humano. Si hace tiempo que sabemos que el altruismo estaba presente en las sociedades neandertales, ¿qué hace especial este hallazgo? Según explica Mercedes Conde, coautora también del trabajo, este hallazgo nos da nuevas pistas del alcance del altruismo en las sociedades neandertales,. Algunos investigadores habían cuestionado que se pudiera hablar de altruismo y proponían que se trataba de un mero intercambio de ayuda.

“Lo que no se conocía hasta ahora era ningún caso de un individuo que hubiera recibido ayuda, aunque no pudiera devolver el favor, lo que probaría la existencia de auténtico altruismo entre los neandertales. Eso es precisamente lo que significa el descubrimiento de Tina (así la ha llamado)”, señala Conde.

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Imagen | Conde-Valverde et al., 2024

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