Los fósiles son la excepción y no la regla. La materia orgánica se descompone con mucha facilidad, por lo que incluso los tejidos duros como el hueso suelen desvanecerse con el paso del tiempo. Teniendo es en cuenta, el hecho de que unos científicos cuenten con unos cerebros conservados durante 12.000 años resulta, cuanto menos, curioso.
Cuerpo y mente. Curioso, y todo un misterio, ya que los responsables del estudio de estos órganos prehistóricos (aunque el estudio se extiende también a la baja edad media) no están siempre seguros de cómo es posible que se hayan conservado tan bien durante tanto tiempo. El equipo estudió numerosos casos en los que se habían recuperado tejidos blandos en yacimientos históricos y prehistóricos, y en muchas ocasiones pudo señalar qué circunstancias dieron pie a la conservación del órgano. En otras, no.
Lo que sí parece que ha podido constatar el equipo es que el cerebro es el tejido blando que mejor resiste el paso del tiempo en determinadas circunstancias.
“En el campo forense, es bien sabido que el cerebro es uno de los primeros órganos en descomponerse tras la muerte; pero este enorme archivo claramente demuestra que hay ciertas circunstancias en las que sobrevive. Que esas circunstancias sean ambientales, o relacionadas con la bioquímica única del encéfalo es el foco de nuestro trabajo actual y futuro,” señalaba Alexandra Morton-Hayward, quien lideró la investigación.
213 yacimientos y más de 4.000 cerebros. Los autores del estudio compilaron información sobre yacimientos prehistóricos en los que habían aparecido restos con tejidos blandos. Lograron datos sobre un total de 213 yacimientos repartidos entre todos los continentes con población natural, en los que se encontraron millares de muestras de tejidos blandos.
Entre ellas, un total de 4.405 cerebros preservados, los más antiguos de unos 12 milenios de antigüedad. En muchos de los yacimientos estudiados los encéfalos (1.300 cerebros en total) eran el único tejido blando hallado entre los restos.
“Este registro de cerebros antiguos resalta la colección de ambientes en los que pueden ser preservados, desde el alto Ártico a los desiertos áridos”, explicaba en una nota de prensa Erin Saupe, coautora del trabajo. Los detalles del mismo han sido recientemente publicados en la revista Proceedings of the Royal Society B.
De las momias egipcias a las momias del pantano. A través del estudio de estos encéfalos distinguieron cuatro formas de preservación: deshidratación, congelamiento, saponificación, y el “bronceado”. Las dos primeras resultan intuitivas, pero las dos siguientes son formas de conservación menos conocidas.
La saponificación es un proceso químico que transforma ácidos grasos en jabones y otros compuestos. Cuando los ácidos grasos del cuerpo se saponifican el resultado es la llamada “cera cadavérica”.
El “bronceado” (tanning) es otro proceso químico, que, al darse en un cadáver, puede hacer que se conserven sus tejidos. Este proceso está relacionado con la aparición de la turba, cuyo origen está en las aguas acídicas de los pantanos y humedales. Esta acidez, combinada con otras circunstancias, puede conservar los tejidos blandos, pero a la vez oscurece la piel (de ahí el término), dando lugar a las llamadas “momias del pantano”.
Pregunta sin respuesta. Pero el equipo no pudo determinar en todos los casos las circunstancias que dieron lugar a la preservación de los cerebros. Más de un millar de casos, entre ellos los cerebros más antiguos, conservados durante 12.000 años, no pudieron ser asociados a ninguna de estas formas de conservación.
En prácticamente todos loscasos sin causa aparente de conservación el cerebro era el único tejido blando hallado, lo que incita al equipo a asumir que la causa de conservación está ligada a la composición de estos órganos. La hipótesis de estos es que el proceso guarda relación con la reticulación molecular y con la compelxación de metales (esto es, la fusión de proteínas y lípidos ccausada por la presencia de algunos metales, según explican).
El equipo pretende seguir indagando en las posibles causas detrás de este fenómeno misterioso. Un fenómeno que nos ha legado nada menos que cerebros de humanos que convivieron con mamuts cuando la civilizaciones humanas estaban en pañales. Unos cerebros sin duda resistentes. Parafraseando un poco, cerebros que dan lugar a decir que, aun cuando la vida se consume, el cerebro no siempre se destruye.