Finales de los 90. Universal Music Group, la discográfica, se prepara para el lanzamiento del último álbum de uno de sus artistas estrella. Pero, entre dos y tres semanas antes de que éste llegara a las estanterías, en un oscuro rincón de Internet ya estaba disponible. Alguien lo había filtrado. Y no sólo hablamos de un disco: esto ocurría prácticamente con todos los álbumes más esperados del momento. Para cuando UMG decidió plantar frente a las filtraciones, ya era tarde.
Ésta es una de las historias que el periodista Stephen Witt cuenta en el libro 'Cómo dejamos de pagar por la música' que, si bien salió a la venta en el verano de 2015, sigue siendo igual de fascinante hoy en día. Ha sido una de mis lecturas de este verano y sin duda lo recomiendo a todo aquel que quiera entender un poco el inicio de la crisis de la industria musical, cómo funcionaba la Scene en sus inicios y cómo comenzó a gestarse el mundo de las descargas online.
Las tres historias interconectadas del libro
A lo largo del libro, Witt cuenta la historia de tres personas muy distintas pero que al final están más que conectadas. Comienza hablándonos de Karlheinz Brandenburg, el líder de un grupo de investigadores alemanes que daría forma al formato que después conoceríamos como MP3. ¿Por qué es importante el MP3? Sencillo: porque hasta el MP3 un disco de música ocupaba 700 megabytes. Para las velocidades de Internet de la época (hablamos de mediados de los 80), ese peso era totalmente prohibitivo. Pero entonces llegó el MP3 y sus 5 megabytes (aproximadamente) por canción, los convertidores a MP3 y el hardware que permitía reproducirlos.
Los capítulos dedicados a Brandenburg gustarán especialmente a los apasionados de la tecnología y a las guerras de formatos. No sólo cuentan cómo surgió el MP3, sino también los problemas que tuvieron con el MP2 por cuestiones de "política" y presiones de las empresas. Sin el apoyo de nombres importantes, el MP3 estuvo al borde de la muerte en varias ocasiones, hasta que Internet lo rescató de forma inesperada: los internautas comenzaron a compartir música utilizando este formato.
Con el MP3 ya en escena, comenzaron a llegar las filtraciones de discos. Aquí cobra protagonismo Dell Glover, un trabajador de una planta de fabricación de CDs de Carolina del Norte que, como se sabría después, fue el responsable de la filtración de más de 2.000 discos inéditos, siempre semanas antes de que estos salieran a la venta. Aunque era el filtrador más prolífico y en el que se centra el libro, no era el único, sino uno más en la compleja red que el grupo RNS de la Scene llegó a cultivar durante años: djs de radio, otras personas implicadas en la distribución, etc.
El triángulo de historias lo completa la de Doug Morris, afamado ejecutivo musical que fue uno de los impulsores de las demandas a particulares que descargaban música (célebre es el caso de los casi 2 millones de dólares de multa que quisieron imponer a una madre soltera por descargarse 24 canciones). Aunque Morris, al igual que el resto de la industria, reaccionaron tarde y mal a la llegada del MP3 en particular e Internet en general, este ejecutivo tiene un logro importante en su haber: fue uno de los primeros en ver el potencial de los vídeos musicales online y el creador de Vevo.
El oscuro mundo de la Scene

Aunque a lo largo de las más de 300 páginas que tiene la edición española del libro hay muchas anécdotas y curiosidades interesantes que desconocía, quizá la parte que más me ha llamado la atención es la que dedica a explicar cómo funcionaban las filtraciones y el mundo de la Scene a finales de los 90 y durante los primeros años de la década del 2000.
Si por algo se caracteriza la Scene es por el hermetismo y la falta de información, pero Witt ha conseguido hablar con algunos antiguos integrantes del grupo RNS (en su día el más famoso por sus filtraciones inéditas, aquí tenéis un ejemplo). Glover era uno de ellos y nos explica cómo se organizaban a través del IRC, la dinámica interna del grupo e incluso quizá una de las preguntas que cualquiera se hace a la hora de leer su historia: qué lleva a alguien a arriesgarse tanto como para filtrar ya no un disco, sino cientos de ellos.
Todo el libro está narrado a modo de historia, para lo que Witt dice haber contado con decenas de testimonios y de entrevistas. En el caso de RNS es vital la de Glover, pero también llegó a hablar con uno de sus antiguos líderes. Aquí siempre existe el riesgo de que nos esté mostrando tan sólo una versión, claro, pero desde luego la versión que cuenta parece bastante coherente y documentada. Otros no han querido pronunciarse al respecto. Por ejemplo, el responsable de Oink, el popular tracker de música privado que acabó siendo clausurado por las autoridades que también tiene un hueco en el libro, no ha querido hacer declaraciones.
Y, a diferencia de lo que suele ocurrir con otros libros que tratan el tema de la Scene y las descargas, lo que explica lo explica bien. No hace falta que seas un entendido para comprender lo que Witt cuenta, ya que introduce perfectamente al lector en cómo era el mundo de las descargas en los 90, con los canales de IRC, los ripeos, las carreras de los distintos grupos de releases... Lo hace además de tal forma que, aunque ya estés familiarizado con todo eso, no llegas nunca a aburrirte. Profundiza lo justo para que sea un libro para todos los públicos, tanto expertos como no iniciados.
Ya sabes el final, pero no podrás dejar de leer
Witt cuenta toda esta historia de forma magistral. Pese a ser un libro de no ficción, te mete tan bien en la historia y la completa de tal forma que, al final de cada capítulo, no puedes dejar de leer. Tienes que saber qué pasa después... aunque en líneas generales ya lo sepas, lo cual todavía tiene más mérito.
Como pegas le pondría dos. Por un lado, el cómo pasa por encima por algunos de los momentos más importantes de la industria musical de los últimos años. Por ejemplo, comenta el caso Napster pero de forma muy superficial, o las negociaciones con Steve Jobs por iTunes y el iPod. Tampoco contarlo es el objetivo directo del libro, pero son dos de los apartados en los que te quedas con ganas de saber más.
La segunda pega es que, al menos en la edición española, existen algunos typos (no muchos, pero algunos) y algunas traducciones están algo forzadas (lo de traducir Scene como La Comunidad despista un montón). Esto es algo que sí tiene solución y es una pena porque empaña en parte la edición tan cuidada que ha elaborado la editorial Contra, que hasta incluye un bonito separador de páginas.
Esto último que comento es un detalle menor para un libro que me ha fascinado desde la primera hasta la última página. Desde aquí, hago una petición a Stephen Witt: desde 2015, fecha de edición del libro, hasta hoy, ha habido muchos cambios en el mundo de la industria musical. Al final menciona a Spotify y a otros servicios de streaming, sí, pero estaría bien una continuación que retomara la historia donde la deja el libro actual. Yo me compraría una secuela sin dudarlo.
Nota: si tienes curiosidad por el estilo del libro y no te importa leer en inglés, en The New Yorker tienen un resumen de la historia de Dell Glover contada por el mismo autor. Se titula "El hombre que destrozó el negocio de la música" y puedes leerla aquí.
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24 comentarios
narkete
Napster nos abrió los ojos a todos...
LoboNegro
Voy a ver si lo pillo en Epub... jejej... no, ya en serio, personalmente he bajado mucha música en su día (aunque también he comprado unos cuantos discos), pero desde que descubrí Spotify ya no tengo la necesidad de bajar nada y ademas pago por escucharla, lo mismo me ha pasado con Netflix, los tiempos han cambiado mucho y, sin haber leído el libro, quizá le haga falta la segunda parte. Yo creo que muchos, hemos vuelto a pagar por la música, aunque no comprándola sino "alquilándola".
cristianchavezlopez
Buen articulo, me acaban de vender el libro, gracias.
xolan
Pues las discográficas no son las que pierden... quienes pierden son los músicos, y al decir músicos, me refiero a aquellos que hacen música de verdad, no a a los cantante o bandas prefabricadas, ellos no pierden porque su fama viene de la elaboración sistemática de un producto, mostrado en escaparates y obligado a escuchar a las personas. Ellos no pierden porque la gran mayoría de personas, como sociedad está acostumbrada a comer mierda en alimentación y escuchar mierda en música. Si queremos que la situación cambie se debe empezar por nosotros, enseñar apreciación artistica en nuestras familias y sobre todo apoyar a la verdadera escena musical asistiendo a conciertos, comprando sus discos y no hacer click en tendencias en youtube =).
Tu crees que Despacito es un hit? Puede ser música básica, pero no es arte. Ya nos lo enseñó el abuelo Melquiades. JODEL...!!!
paco.neoforic
Que triste realidad para los que hacemos música...en fin, habrá que ver hacia dónde evoluciona, porque lo de "gratis"...es un insulto y una garantía de que la música se muera...tal y como va.
pastoreo
A pesar de la situación actual, aun existe gente que consume música en soporte físico, o al menos en ediciones mas cuidadas que los bodrios actuales, un ejemplo lo tenemos en las ediciones MFSL (Mobile Fidelity Sound Lab, https://www.mofi.com/ ), o al conseguir ediciones antiguas o grabadas de los master originales sin remasterización, ya sea en CD, SACD o vinilo, y no es solo postureo, ya que ahora escuchar música es una tortura, el "loudness war" se les fue de las manos y transformaron las notas en un ruido asqueroso, culpa de los pseudo ingenieros de masterización actuales. Si consigues escuchar un trabajo a un "DR 13" (Rango dinámico 13 según herramientas para Foobar) o cercano el cambio es increíble, como referencia el DR de una producción actual puede ser de DR 6 o DR 5 que es pura basura.
Tengo la esperanza que ahora que ya no se impone la música por la radio o medios tradicionales, se logre trabajos con calidad sin necesidad de que la producción "suene mas fuerte", pero al menos existe un movimiento que va tras la calidad en el consumo, y que los músicos si se enfocan en ese mercado pueden vender no en grandes cantidades, pero con trabajos que van a perdurar, no como la mayoría de los actuales que están destinados al tacho de la basura digital.
danielmendez1
El error de la industria musical fue insistir en la anticuada tecnologia de pistas de audio de CD frente a la ultima tecnologia de archivos de sonido para sistemas computarizados, incluyendo computadoras y reproductores portatiles de MP3. Hoy la industria musical por fin ha evolucionado por la fuerza con medios como Vevo, Apple Music, Spotify y Google Play Music.
hellgadillo
El problema con la mayoría de los discos es que sale gente debajo de las piedras, LE crean un éxito pegadizo y piensan que solo por eso la gente comprará un disco completo lleno de basura, ahora la gente ya se dedica solo a comprar discos con éxitos o discos piratas llenos de mp3, ya no compramos como antes, afortunadamente algunos artistas siguen sacando discos muy buenos, no solo auditivamente, también visualmente pero ya son muy pocos.
krunter
El poder "bajarnos" discos o canciones en mp3 fué a partir de 1995/96, creo recordar, y es cuando se empezó a dar a conocer, ya que era alucinante que sólo ocupara unos 50 mb de media un disco entero de un grupo musical y con las lentísimas velocidades que había en aquella época de internet te lo podías plantear... y poder tener una discografía completa en un cd.
Una cosa son los investigadores y sus algorritmos y otra cosa es cuando realmente pudimos disfrutar del mp3 y darle uso los mortales...
kelkian
La miseria que les llega a los músicos con los beneficios de Spotify es ridícula. Las discográficas no tienen dinero para arriesgar en nuevos cantantes y grupos. Los arreglos musicales son cada vez más rácanos en instrumentos y muchas canciones parece que las hayan hecho con un copia pega de otras. La industria musical ahora tiene unas dimensiones de empresa mediana, aunque ahora la difusión de la música sería impensable hace 20 años. De momento, como industria, la musical está en horas muy bajas
rhcamilex
"hablamos de mediados de los 80" ¿para el mp3? ¿en serio? Y yo en esa época todavía usando discos de 5.1/4 de baja densidad como si fuera lo máximo.
stugaz71
Buen artículo. Yo era uno que compraba acetatos y cassettes en los 80's. En los 90's volví a rehacer la colección con CD's, de los que tengo por cientos. Los CD's ahora archivados tras la entrada el iPod. Digitalicé la música, primero con Audiocatalyst, un software que a inicio del milenio era muy popular para convertir CDs a MP3. Con algunas extensiones para iTunes actualizaba caratulas y títulos, así como letras de las canciones dentro del mismo archivo. Debo admitir que los últimos años fueron algo más turbios... deje de comprar CD's y por maña busqué adquirir los Videos musicales y conciertos, ya fuese en DVD o BluRay. Luego la música y los videos los tenían todo el mundo, por alguna mágica razón, así que compartíamos el contenido y la compra prácticamente se detuvo, salvo contados casos comprados por medio de iTunes. Y así es como finalmente he vuelto a pagar (por la música) con Spotify, y cualquier video lo encuentras en línea y no necesitas descargarlo, así que solo hay que pagar por una buena conexión en casa y en el móvil. Por cierto, he vuelto a comprar una tornamesa y acetatos... y me han hecho "ojitos" algunos soundtrack que han salido en cassette. Aún mantengo todo ese viejo material conmigo, mis viejos acetatos de Pink Floyd me devuelven en el tiempo y me recuerdan las penurias económicas qué pasé como adolescente para ahorrar y adquirir los discos. Vaya que me han movido el piso en tres décadas. Pero no es del todo cierto que hayamos dejado de pagar por la música.