Nueve años esperando por un juego es demasiado tiempo. ‘The Last Guardian’ se presentó en 2009 como Project Trico cuando ya llevaba dos años en desarrollo y, desde entonces, los retrasos se han sucedido una vez tras otra con cambios de dirección y plataforma de por medio. Ahora que el juego está a las puertas del lanzamiento irremediablemente toca replantearse ¿ha merecido la pena la espera?
Tendría clara la respuesta frente a un juego normal y nuestra reciente prueba a los mandos parece evidenciar aún más sus carencias. A ‘The Last Guardian’ la actualización gráfica le ha cogido por sorpresa y, entre puzles y escenarios cerrados hay cierta sensación de estar ante un juego de otra época. Sin embargo ‘The Last Guardian’ nos vende algo más que un juego, nos vende una experiencia, y ahí apenas unos minutos son suficientes para ponernos a sus pies.
Jugando a The Last Guardian
Empezamos la demo con la historia ya avanzada, con el niño protagonista acompañado de ese inmenso perro/pollo que caracteriza al juego, mientras nos enfrentamos a uno de sus puzles. En una habitación inmensa en verticalidad pero sólo con el suficiente espacio a nivel de terreno para que la inmensidad del animal pueda moverse con soltura por ella.
Ya desde aquí vemos cómo va a funcionar el juego. Hay secciones de plataformas, invitándonos a escalar y saltar por varios salientes hasta alcanzar una palanca que accionaremos agarrándonos a ella, objetos que podemos mover de aquí para allí y la posibilidad de dar “órdenes” a Trico pulsando uno de los gatillos y marcando una dirección con el stick: apuntar a una puerta para que el bicho se dirija hacia allí, a un objeto para que lo agarre, aun saliente para que se encarame…
‘The Last Guardian’ parece uno de esos juegos que brillará especialmente a la hora de plantearnos retos con una base de acciones limitada, que será en su diseño de niveles donde conseguirá que nos enganchemos a él paseando por sus estancias e intentando adivinar qué y cómo debes hacer para conseguir avanzar.
Nada que se aleje especialmente de los juegos del estudio de Fumito Ueda, experiencias de gran potencia visual en lo que respecta a su arte y un diseño de niveles suficientemente bien parido para que jugar sea una consecución de reto y recompensa continuada que invite constantemente a seguir hacia adelante. Pero aquí, como en la necesidad de cuidar de Yorda en ‘ICO’ o la espectacularidad de los monstruos de ‘Shadow of the Colossus’, hay algo más que engloba esa premisa para hacerla imprescindible. Trico es la estrella.
Trico, la gran estrella
Apenas habían pasado unos segundos durante la partida cuando el movimiento de la cámara con uno de los joysticks del mando enfocó a Trico. Allí, en una inmensidad plagada de epicidad, tuve que moverme para poder enfocar al animal en todo su esplendor, maravillándome con su plumaje y esos ojos artificiales que te miran fijamente como si fuesen a robarte el alma.
Me quedé petrificado, admirando su majestuosidad al sacudir la cabeza antes de abrir la boca para soltar uno de sus característicos alaridos, a medio camino entre la alarma y la pena por estar encerrado conmigo en esa habitación. Durante mi escalada hacia la solución de ese primer puzle Trico no me quita ojo, encaramándose a las paredes para acercarse a ver qué estoy haciendo, llamándome preocupado cuando mi posición le impide verme de forma directa, preocupándose por mí y actuando en consecuencia.
Desconozco si es una sensación que vivirá todo el mundo, pero vi a mi perra reflejada en Trico, a veces distante, a veces juguetona, pero siempre atenta a todo lo que pasa a su alrededor. Tuve la sensación de estar ante la primera mascota virtual que me hacía temer por su seguridad, preocuparme por su bienestar.
Las siguientes animaciones, la del animal encaramándose a una torre tras un salto que bien podría haberlo realizado mi perra para subirse al sofá en un momento de despiste, con esa primera pausa y control de la altura a la que sigue un contoneo de sus caderas hasta saltar grácilmente hasta la posición deseada, para poco después sentarse como si nada hubiese pasado, me enamoraron por completo.
Poca revolución, mucho sentimiento
Nunca un juego me había ganado con tan poco, apenas un personaje con unas animaciones que bien podrían repetirse hasta la saciedad durante lo que resta de la aventura, fue suficiente para que todo lo malo relativo a ‘The Last Guardian’ se esfumase por completo. En mi mente ya no había retrasos, ni la pirula de cambiar el juego de PS3 a PS4, ni la desactualización gráfica que se evidencia cada vez que acercamos la cámara al niño protagonista. No había nada más allá de la intención de seguir viendo cómo actuaba mi nueva mascota.
‘The Last Guardian’ no sólo plantea una estrategia de reto y recompensa para que sigas avanzando, hace de esa intención un mero maguffin en el que se esconde el auténtico premio del juego: mantenerte al lado de Trico, cuidar de él y continuar alucinando con sus movimientos y respuestas a lo que acontece en pantalla.
Descubrir si esas sensaciones se mantienen durante todo el juego, seguir el camino que marca la historia de este ‘The Last Guardian’ y rezar por seguir acompañando a tu nueva mascota virtual favorita, es ahora lo único que me preocupa de este juego y la oscura historia del desarrollo caótico que lleva a sus espaldas.
Saber si podrá cargar con él de la misma forma que lo hace con nuestro personaje cuando nos encaramamos a sus plumas es la única duda que me plantea de aquí al lanzamiento, pero el logro de haber conseguido crear un vínculo especial, algo que realmente huela a innovación y sentimiento entre jugador y juego, es un premio que el equipo de ‘The Last Guardian’ ya tiene en sus manos.
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