Con más de 3.000 bateas para mejillón en sus rías, Galicia ha decidido aclarar una cuestión clave: su contaminación

  • La Xunta ha encargar un estudio para averiguar su impacto en el ecosistema y la capacidad de las rías

  • Para estudiar su efecto, los expertos analizarán la zona del litoral con mayor y menor concentración

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Pocos paisajes más emblemáticos y asociados a Galicia que el de los polígonos de bateas repartidos por sus rías. Tan populares son que durante el verano de 2013, en un guiño a la comunidad, la Vuelta a España llegó a arrancar una de sus etapas desde una de estas plataformas de madera situada en Vilanova. Ahora, con más de 3.300 estructuras para el cultivo de mejillón repartidas por buena parte de las rías gallegas, entre Vigo y Ares, el Gobierno de la región quiere saber algo más: ¿Cómo afectan al ecosistema del litoral? ¿Tienen un efecto depurador o contaminante? Y sobre todo, ¿cuántas bateas debería haber en las diferentes rías?

Para aclararlo ya ha contratado a un grupo de expertos.

¿Cómo influyen las bateas? Las bateas son un icono de Galicia. Y por partida doble. Componen uno de los paisajes más reconocibles de la comunidad y de ellas salen cada año miles y miles de toneladas de uno de sus manjares más populares: el mejillón. Una y otra cuestión están fuera de toda duda, así que ahora el Gobierno regional se ha propuesta responder una pregunta fundamental: ¿cómo afectan esas grandes estructuras de acuicultura al ecosistema marino que las rodea? ¿Y cuál es la capacidad de las rías?

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Aliándose con la ciencia. Para responder a ambas cuestiones hace unas semanas el conselleiro de la cartera de Mar, Alfonso Villares, firmó un acuerdo con la Universidad de Santiago de Compostela (USC), institución que se encargará de examinar a fondo las rías de la comunidad. En concreto, la labor recaerá en el Instituto del Medio Acuático para una Salud Global (IARCUS) y el centro de investigación CRETUS, ambos ligados a la USC.

El acuerdo plurianual que financiará sus investigaciones asciende a 413.700 euros. Y, junto a otro en el que participarán varias cofradías de pescadores de Galicia y que estará centrado en el berberecho, situará la inversión total de la Xunta en cerca de 600.000. El objetivo, recalcan desde el Gobierno autonómico, es "impulsar la productividad" de las rías gallegas hasta 2026.

¿Cuál es el objetivo? Saber con mayor precisión cómo influyen las bateas en su entorno. Tanto en positivo, como en negativo. En palabras de la Consellería do Mar, la investigación aspira a "conocer el efecto que los polígonos dedicados al cultivo del mejillón pueden tener sobre la calidad y producción de los ecosistemas de las rías, evaluando tanto el efecto depurador como concentrador de contaminantes químicos, orgánicos y microbiano". Otra de las incógnitas que intentará resolver es qué repercusión tienen las bateas en la calidad de los sedimentos y el agua, además de la disponibilidad de alimento para otras especies.

Centrando el tiro. De momento no sabemos el resultado de los análisis de CRETUS e IARCUS, pero sí cómo plantean obtenerlos sus expertos. Para poder evaluar el impacto de las bateas empezarán por dos rías con situaciones muy diferentes en el mapa del litoral gallego, la de Arousa y Muros-Noia. ¿El motivo? Están casi en polos opuestos en lo que a concentración de polígonos se refiere: la primera es la que presenta mayor intensidad de explotación acuícola. La segunda, de las que menos. Los científicos prevén tomar muestras además en varios sectores, en las zonas interior, intermedia y externa, para afinar todavía más sus análisis.

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¿Cuántas bateas hay? Desde el consejo regulador de Mexillón de Galicia hablan de casi 3.400 bateas repartidas por 44 polígonos situados en las rías de Ares-Betanzos, Muros-Noia, Arousa, Baiona, Pontevedra y Vigo. De todas ellas la de Vigo y sobre todo la de Arousa son las que acaparan un mayor número de estructuras. Solo la de Arousa supera las 2.300; es decir, el 68,5% del total.

Un informe de la USC de 2006 hablaba de 3.300 bateas repartidas por las rías gallegas que generaban un volumen de primera venta equivalente a unos 114 millones de euros al año y otro del Ministerio de Agricultura señala que hacia 1992 el número de bateas en la comunidad era muy similar, con algo más de 330. Su número quizás no haya variado gran cosa a lo largo de las últimas décadas, pero su producción es hoy muy superior a la que se registraban medio siglo.

Uno de los propósitos del estudio que llevará a cabo la USC por encargo de la Xunta será precisamente determinar qué número de polígonos es el adecuado para las rías. O en palabras de la propia Consellería do Mar, "analizar la idoneidad de la capacidad de carga del cultivo de moluscos, principalmente del mejillón".

¿No hay estudios anteriores? Sí los hay. El análisis encargado por la Xunta se centrará en analizar cómo influyen las bateas de mejillones en "la calidad y producción" de los ecosistemas; pero no será el primero en tocar el tema. Hace años la Universidad de Vigo ya analizó la contaminación generada por las bateas, centrándose en un aspecto concreto: los depósitos de sedimentos que se acumulan en el fondo de las rías por la acuicultura. Según recogía en 2000 La Voz de Galicia, la investigación advertía de la acumulación de restos contaminantes en el fondo marino.

Sobre las bateas se ha pronunciado también la organización ecologista WWF, que en 2021 alertó de que las bateas dedicadas a la producción de mejillón "amenazan el ecosistema de varias rías gallegas", tanto por su volumen como por "las gravísimas carencias" que percibía por entonces en su gestión. Basándose en sus datos, el colectivo advertía que "el impacto acumulativo" de las más de 3.000 bateas de las rías "puede estar rebasando la capacidad de carga del ecosistema". Un impacto, sostiene, que pasa factura tanto al ecosistema de algunas rías como al conjunto del sector pesquero y marisquero, además de la vida salvaje.

Imágenes | Nacho Pintos (Flickr) y Amaianos (Flickr)

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