Aquí tienes los 20 peores segundos de toda la historia del fútbol

Los 20 Peores
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Una versión anterior de este artículo se publicó en 2017.

Es improbable que el España - Italia de ayer pase a los anales de la historia como uno de los mejores partidos de fútbol de todos los tiempos. Lo que no quita para que resultara entretenido. Hubo detalles técnicos de gran calidad, como el gol de Chiesa, batallas tácticas, un elegante juego combinativo por el lado de España y mucha emoción. Atributos que hacen las miles habituales de cualquier aficionado al balompié al margen de sus filias y fobias. Atributos que están haciendo de esta Eurocopa un buen torneo.

No siempre es así. El fútbol es hoy más aburrido que antaño, aunque las causas se deban más a cuestiones económicas y estructurales que a la belleza del juego. También es más profesional. Casi todos los jugadores tienen una técnica que en otro tiempo hubiera destacado por su finura. Errores como el de Unai Simón frente a Croacia son más improbables. Las nuevas tecnologías, aplicadas al cuidado del césped o al material del balón, han permitido perfeccionar cada pase, cada disparo.

Aquel deporte que un día no fue muy distinto del rugby es hoy cosa del pasado. Pero qué pasado.

Hoy que nos relamemos ante un fútbol de gran calidad conviene recordar de dónde venimos. Y qué mejor que hacerlo a través de los 20 peores segundos de la historia de tan noble espectáculo. El título fue acuñado oficiosamente por la revista italiana L'Ultimo Uomo. Obsesionados por un tiempo pasado en el que los clubes apenas salían de sus competiciones domésticas y en el que defensas rudas y trabadas causaban toda suerte de pesadillas en los estetas de toda Europa, sus redactores se propusieron encontrar la peor jugada. La más abominable. El inframundo del fútbol.

La encontraron en un oscuro partido que enfrentó al Manchester City y al Queen Park Rangers en al Premier League de 1993. No se necesitan muchas palabras, la jugada es desternillante desde su inicio hasta su final.

Se inicia en un córner, único y último ejercicio futbolístico bien ejecutado. A partir de ahí, una sucesión de desastrosas calamidades: un balón mal peinado, un remate con la espinilla, un despeje que camina hacia atrás, un defensa que regatea a delanteros en dirección a su portería, una mala cesión, un terrorífico centro, un portero chanante y dos (dos) remates inexplicables. La jugada termina con un delantero rematando lastimosamente a diez metros de la portería cuando se encontraba solo y en la línea de gol, sin defensas a la vista.

Tamaño espanto futbolístico bebía de aquella época y de aquel lugar: a principios de los años noventa la era dorada del fútbol inglés había quedado muy atrás en el tiempo. La prohibición de competir en Europa tras la tragedia de Heysel provocó una degradación general de la competición doméstica inglesa, y su fútbol se resintió pese a las relativamente positivas actuaciones de la selección en 1990 y 1996. La lujosa Premier League que hoy conocemos quedaba muy lejos en aquellos años, cuando los equipo ingleses distaban de dominar el fútbol europeo.

El Manchester City, de hecho, representaba a la perfección aquel deporte tosco, rudimentario y poco apegado al caracoleo técnico que se transformaría en las décadas subsiguientes. Hoy, ese mismo City es un equipo plagado de estrellas internacionales que despliega un fútbol aún físico, pero también eminentemente táctico y engrasado, con mayor apego al balón. Aquellos barros quedan muy atrás, y hoy los lodos, dinero mediante, son muy distintos (su firma se contaba entre las doce iniciales de la Superliga, aquello que quería dejar atrás 20 segundos como estos).

Para muchos nostálgicos de un fútbol más humano, más mundano, virtudes que lo popularizaron por encima de otros deportes que siempre parecieron reservados para los elegidos, el encuentro entre el City y el QPR representa un tiempo feliz. Uno que aún se puede rastrear en los bajos fondos de Segunda División, donde los jugadores son más locales y donde las tácticas defensivas suelen estar a la orden del día. Es un fútbol que no volverá. Por eso estos 20 segundos bien merecen su sitio en un museo.

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