Es un lugar común en la mitología empresarial. El anónimo emprendedor que sólo con un descomunal esfuerzo logra que su idea, tan original y disruptiva, se transforme en un caso de éxito. El relato suele almidonarse con toda suerte de barreras, obstáculos, a menudo financieros, que nuestro héroe ha debido sortear para llegar hasta lo más alto. La lección última siempre es la misma: si quieres, puedes. Si él pudo, superando tantas dificultades, quizá tú también. Al menos inténtalo.
Ejemplos hay a raudales. Uno muy recurrente es el de Jeff Bezos, el hoy hombre más rico del planeta. Recorrer la sede de Amazon hace veinte años supone adentrarse en un mundo de oficinas lóbregas y deprimentes, folios colgados de las paredes, un logotipo pintarrejado a mano y la sensación de que nada demasiado productivo podría salir de ahí. Bezos, para entonces, era una figura poco conocida en los círculos tecnológicos. Sólo mediante un descomunal esfuerzo llegó hasta su posición hoy.
Se trata de un asunto recurrente en redes sociales. Un tuit reciente: "Tal día como hoy en 1994, Amazon fue fundada por Jeff Bezos en su garaje". La imagen que lo acompaña es muy indicativa de la visión que los estadounidenses tienen de sí mismos. Un gigantesco garaje adosado a la casa suburbial media de las afueras de una gran ciudad, canasta incluida. En la mitología empresarial, nacer en una cochera es la prueba indeleble de los orígenes humildes. De cómo es posible conquistar el mundo (figuradamente) proviniendo del sitio más mediocre imaginable.
On this day in 1994: Amazon was founded by Jeff Bezos in his garage. pic.twitter.com/vtlu570KeX
— Jon Erlichman (@JonErlichman) July 5, 2020
Admirable, ¿verdad? Es indudable que Bezos es un hombre brillante, muy inteligente, con un sentido de la oportunidad único. Amazon es una de las compañías más eficientes de las últimas dos décadas, y a día de hoy una de las más rentables jamás imaginadas por el ser humano. Bezos entrevió una oportunidad de negocio, la persiguió sin descanso y diseñó un entorno corporativo óptimo para que su empresa se convirtiera en un éxito, en una máquina de hacer dinero demandada en todo el mundo, capaz de revolucionar sectores enteros de la economía.
Pero también lo es que la parábola del emprendedor que comienza en su garaje y termina en la cima del planeta está repleta de trampas narrativas. Este otro tuit, surgido al hilo del citado más arriba, lo ilustra a la perfección: si Bezos pudo llegar hasta donde está hoy se debe, en parte, a que sus padres le entregaron más de $240.000 dólares para evitar que su idea, Amazon, fracasara. Es un hecho conocido desde hace años, pero poco divulgado cuando se recorre la epopeya personal de Bezos.
"Fuimos lo suficientemente afortunados como para haber vivido en otros países y haber ahorrado algo de dinero, por lo que pudimos convertirnos en un inversor ángel. El resto es historia", explicaba su padre adoptivo, Mike Bezos, un inmigrante cubano que trabajó como ingeniero en Exxon, una de las principales compañías petrolíferas del mundo, en 2015. El matrimonio compró un total de 1.430.244 acciones en 1995. El propio Bezos les advertiría de que había "un 70%" de posibilidades de que no les devolviera el dinero jamás. Cosa que no sucedió.
Hoy la fortuna de sus padres, aún accionistas de Amazon, podría superar los $30.000 millones. Fue un riesgo que mereció la pena correr. Pero uno que no podría haberse permitido una familia común. Los ahorros del hogar estadounidense medio no superan los $9.000 en la cuenta corriente, a sumar propiedades. En España las perspectivas aún son más magras: el ahorro del hogar medio se ha desplomado al 4,9% anual de su renta, cuando en 2009 era del 13,4%. Nada que permita invertir €200.000 sin poner en riesgo la economía familiar.
Bezos tuvo una gran idea. Una que en 1995 no hubiera llegado muy lejos si sus padres no hubieran sido más ricos que la media.
Los casos de Gates y Zuckerberg
Hay ejemplos a raudales. El propio presidente de los Estados Unidos de América, un hombre que ha cultivado durante años un culto a su talento empresarial, cimentó su emporio sobre la fortuna legada por su padre. Heredó. De otro modo no podríamos explicar la existencia de tantas y tantas dinastías familiares que, tanto en Estados Unidos como en Europa, se han mantenido a la cabeza de la riqueza global durante generaciones (introduzca aquí la melodía de Succession).
Todas ellas tienen un origen. La particularidad de los emporios surgidos al albur de las nuevas tecnologías, como es el caso de Amazon, es que han nacido durante nuestro tiempo. Los hemos visto crecer en tiempo real. Eso no significa que sus orígenes no estén igualmente condicionados a los orígenes familiares de sus respectivos emprendedores. Bezos es un caso. Bill Gates es otro. En su caso, el beneficio familiar no llegó a través de una inversión directa, sino de las redes de influencia.
La madre de Gates, Mary Maxwell Gates, participó durante décadas, en ocasiones de forma pionera, en algunos de los órganos de gobierno corporativos y universitarios más influyentes del estado de Washington. En 1980, en un desarrollo de los acontecimientos a la postre crítico, Mary Gates se convirtió en la primera mujer en entrar en el consejo de dirección de United Way, una de las organizaciones sin ánimo de lucro más relevantes de la esfera empresarial estadounidense.
Allí coincidiría con John Open, director ejecutivo de IBM a la altura de 1980, a quien hablaría en muy buenos términos de la empresa recién fundada por su hijo, Microsoft. Aquella charla fructificaría. Open colocaría el nombre de Microsfto encima de la mesa de IBM en pleno lanzamiento de su primer ordenador de sobremesa, el 5150. La multinacional escogería al por aquel entonces anónimo proyecto de Gates hijo para desarrollar su sistema operativo. El resto, como diría el Mike Bezos, es historia.
Bezos requirió del dinero de sus padres. Gates de los contactos de su madre. En ambos casos, fueron unos privilegiados. La mayor parte de las familias no cuentan con la suerte de canales de influencia que la familia del fundador de Microsoft tenía a su alcance a principios de los ochenta, y que jugaron un papel crucial en el éxito posterior, también pionero, de la compañía. Son dos caras de una misma moneda. A menudo, los éxitos empresariales se explican si consideramos la posición social de los padres, un predictor muy preciso de la riqueza de los hijos.
Un último ejemplo: Mark Zuckerberg. La aventajada posición social y económica de sus padres le permitió asistir a la Academia Phillips Exeter, uno de los centros educativos más antiguos de Estados Unidos y frecuentado por las élites políticas y financieras. Allí, antes de entrar en la universidad, Zuckerberg logró una formación académica y técnica aventajada y crítica para, años más tarde, desarrollar Facebook en su temprana juventud. Coste del curso a día de hoy: $57.000 al año. Ingresos anuales de la familia estadounidense estándar: $56,516.
No fue el único privilegio del que disfrutó Zuckerberg antes de entrar en la universidad. Cuando tenía once años, sus padres contrataron a un reputado desarrollador, David Newman, para que le diera clases particulares una vez por semana. Newman confesaría años más tarde que Zuckerberg era "un prodigio" y que en ocasiones costaba seguirle el ritmo, incluso a tan tierna edad. No hay duda de que el fundador de Facebook cuenta con una inteligencia descomunal. Pero tampoco de que tal prodigio fue cultivado, entrenado e incentivado por sus padres gracias a sus recursos económicos. Algo no disponible para todo el mundo.
Nada de lo anteriormente descrito niega el talento o el mérito de Bezos, Gates o Zuckerberg. Todos ellos tuvieron ideas revolucionarias y crearon productos atemporales, generacionales. Simplemente lo contextualiza. Sus padres fueron críticos en su formación, en su viabilidad económica o en su capacidad para estar en el lugar adecuado en el momento justo. No se hicieron a sí mismos. Se apoyaron en las redes familiares y sociales que tenían a su alcance para cimentar su éxito.
Es algo que sabemos desde hace años. Los "emprendedores" no tienen un don o un talento nato para el riesgo y el triunfo empresarial. En la mayor parte de los casos lo que tienen son padres con dinero. La persistencia y prevalencia de las familias ricas, de las dinastías, es una de las características más definitorias de las élites. En Estados Unidos, donde generaciones de Koch, Hearst, Pritzker llevan dominando la escena más de un siglo, y en Europa, donde las familias ricas de Italia son prácticamente las mismas desde el Renacimiento.