En España hay como mínimo 1.000 casos de bullying al año. Prácticamente una de cada diez víctimas llegará a lesionarse y a tener ideaciones suicidas. Dentro de la Unión Europea se estima que hasta 24 millones de niños y jóvenes al año son víctimas de acoso, y 21.000 de ellos se acaba quitando la vida cada año. Sabemos que para que estas muestras de violencia se creen es necesario que haya acosadores, pero aquí viene lo más espinoso de todo este asunto: puede que tu hijo sea un pequeño maltratador y te toque solucionar el problema.
Lo ha explicado ayer mismo la tuitera Cronopia en un hilo que está causando sensación. Más que el típico relato de víctima, su testimonio consigue explicarnos el complejo entramado social y emocional en el que se mueven las decenas de personas que instigan estos climas de abuso. Pese a toda la educación recibida, "Tiburcia" acaba siendo testigo e incluso parte del acoso que recibe una compañera. Maltratadora sutil e indirecta, pero maltratadora al fin y al cabo.
Mirad cómo es el bullying de discreto, pillo, cabronazo y difícil de detectar:
— Cronopia (@2Cronopia) February 15, 2018
Dos amigas de toda la vida llegan a 6º de primaria. Ahí empiezan a tener algún roce, nada importante. Cosas de crías.
Una de ellas amplía el círculo de amistades y se van separando, aunque la amistad sigue ahí.
— Cronopia (@2Cronopia) February 15, 2018
Un día, una de ellas -llamémosle Tiburcia- llega a casa diciendo que ya nunca más quiere ser amiga de la otra -llamémosle Erífila-.
Un par de días más tarde, Tiburcia explica en casa que, sin saber por qué, hay más niñas/os que ya no quieren jugar más con Erífila.
— Cronopia (@2Cronopia) February 15, 2018
Tiburcia explica que no hay problema, que Erífila tiene más amigas y que no está sola.
— Cronopia (@2Cronopia) February 15, 2018
De vez en cuando explica "hoy a Erífila le han dicho tal cosa", pero nunca es un insulto, siempre son pequeñas frases un pelín desagradables pero aparentemente sin importancia.
La madre de Tiburcia nota que hay algo que se le escapa, porque la directora no te llama al despacho sólo porque hayas perdido una amistad, así que decide llamar a la madre de Erífila.
— Cronopia (@2Cronopia) February 15, 2018
La madre de Tiburcia pregunta si su pequeña Tiburcita ha tenido algo que ver con toda esta basura y la respuesta es afirmativa.
— Cronopia (@2Cronopia) February 15, 2018
La buena mujer intenta no montar en cólera pero TIBURCIA VEN AQUÍ AHORA MISMOOOOOOOO QUE TENEMOS QUE HABLAR.
-¿Tú alguna vez le has dicho a Erífila que se cambie de mesa en el comedor?
— Cronopia (@2Cronopia) February 15, 2018
+...Una vez solo, mami. Pero le dije que si quería, que si no quería, no. Los que le dicen que se cambie cada día son "los otros".
Y así es todo: nadie ha hecho nada en concreto. Una sólo le dijo un día que se cambiara de mesa, Fulanito le tira el anorak al suelo porque se lo ha dicho Agapita, y Tiburcia lo ha visto pero no ha hecho nada.
— Cronopia (@2Cronopia) February 15, 2018
Lo peor de todo esto es que en casa de Tiburcia se ha hablado una y mil veces de qué es el bullying, cómo se origina y qué NO se debe hacer para convertirse en una acosadora.
— Cronopia (@2Cronopia) February 15, 2018
Y lo otro peor es que "Tiburcia" no es Tiburcia: es mi hija mayor.
Le he preguntado cómo ha podido hacer algo así y, después de pensar unos segundos, ha dicho: "pasa sin que te des cuenta".
— Cronopia (@2Cronopia) February 15, 2018
Como vemos, la moraleja del comentario de Cronopia es nuestra falta de consciencia y de herramientas prácticas para evitar eso que todos reconocemos como un acto dañino del que no queremos que participen nuestros hijos.
La violencia se cuela en nuestros discursos como padres
Mucho se ha estudiado el bullying y sus terribles efectos en el futuro de las personas que lo viven (bien en faceta de víctima o de agresor), y pese a ello nuestros tratamientos son bastante inefectivos, por no decir contraproducentes. Como señalan distintos pedagogos, una de las primeras lecciones que tendríamos que erradicar es la de que la violencia soluciona la violencia. Decirle a los niños que “si alguien te pega, devuélvesela tú con más fuerza” sólo le hará creer que esa relación de dominación-sumisión en nuestro día a día es válida.
También hemos de tener cuidado de nuestra reacción al saber que nuestros hijos han participado de esa red de acosos.
Lo primero que debemos hacer, por supuesto, es no criticar a los maestros que alertan del problema. Esta es una reacción típica, según ciertos analistas, por la dificultad de muchos padres de reconocer su fracaso como educadores o, peor aún, la incapacidad de ver que en su propio entorno doméstico se alentaba una normalización del abuso (algo tan sencillo como oír a tus padres despreciar verbalmente a otras personas puede hacer que el pequeño interiorice esos esquemas).
¿Castigarle sin salir? ¿Quitarle el móvil y prohibirle quedar con amigos? Tampoco funciona. Primero, porque son acciones punitivas que en realidad repiten y perpetúan el patrón bully: un abuso emocional, físico o psicológico por parte de un superior cuando otra persona no se adecua a sus expectativas. Segundo, porque el niño no aprende que el acto en sí ha estado mal, sino que el problema es que le hayan pillado haciéndolo. No se trata de transigirle todo al niño maltratador, por supuesto, sino de lograr que entienda que sus acciones han estado mal y que el problema es hacerle daño a otro. Crear empatía.
Ni inseguros ni incomprendidos: el niño que hace bullying necesita inteligencia emocional hacia los otros
He aquí la clave del bullying, se trata de niños que no logran ponerse en la piel del otro o que bloquean esos sentimiento al ver más beneficio propio ignorando el auxilio. Como adultos sabemos que se trata de una irresponsabilidad social, y aun así, cuando un ser humano está en el lado de los ganadores en una situación de asimetría de poder, es más difícil actuar.
Como explica María José Díaz-Aguado, catedrática de Psicología de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid y directora del Estudio Estatal de Convivencia Escolar en la Educación Secundaria, "a los acosadores y sus familias les cuesta mucho más reconocer la situación que a las víctimas, algo que sucede también con la violencia de género. Hay una condena social fuerte y a quien lo ejerce le cuesta reconocerse, igual que les sucedía antes a las víctimas de maltrato y a sus familias, cuando no existía tal conciencia del problema".
Una última cosa sobre el bullying y ya no os doy más la tabarra: cada vez que se habla del tema, salen decenas de personas recordando cómo fueron víctimas de bullying en el cole o en el instituto. Pero...¿y los acosadores?¿Dónde están?¿Por qué nunca se pronuncian?
— Cronopia (@2Cronopia) February 15, 2018
Hay al menos una buena noticia. El alarmismo social está causando mella. Se denuncian cada vez más casos de acoso escolar, lo que no significa que los niños sean cada vez más violentos, sino que va teniendo mayor respuesta. Los compañeros de clase de las víctimas cada vez se rebelan más contra el acoso, más de la mitad de los testigos de las agresiones se enfrentan actualmente a quien acosa, frente al 22,2% que lo hacían en 2015. Además, el conjunto del entorno de las personas que sufren bullying cada vez es más consciente de la situación (un 95,2% frente al 40,3%), lo que significa que el menor agredido se "siente menos solo”.