La mayoría de los humanos tenemos una disposición a sacar conclusiones drásticas sobre la personalidad de alguien basándonos únicamente en la apariencia facial. Sí, por muy inteligente, auténtico y carismático que seas, siempre habrá alguien dispuesto a juzgarte por tus ojos, tu nariz, tu boca, tu pelo, tu cara. Esto lo hacemos todos de un modo inconsciente, pero algunos sacan conclusiones más rápidas y tozudas de los rasgos faciales que otras, según apuntan diversos estudios recientes.
Y eso se convierte en un problema. Sobre todo cuando son esas personas las que son responsables de contratar a empleados en las empresas y son sus decisiones las que pueden cambiarle la vida a la gente.
El estudio. Una investigación reciente de psicólogos japoneses publicada la Royal Society concluye que en la actualidad existe un "exagerado impacto de los rasgos faciales en los procesos sociales de toma de decisión". Es decir, juzgamos a la gente duramente con el primer vistazo de su apariencia En una serie de experimentos con más de 300 participantes, Atsunobu Suzuki y sus colegas encontraron lo que denominan "inferencias de rasgos basadas en el rostro" (FBTI).
Básicamente, los sujetos clasificaban a las personas y hacían una serie de juicios de las personas por su aspecto físico. Si bien todos lo hicieron, los autores del estudio descubrieron que algunos eran más extremos (tanto si el juicio era positivo o negativo). Y esto se mantuvo incluso cuando se controlaron la edad, el sexo y el origen étnico de los participantes.
¿Por qué? Las primeras impresiones tienen una función psicológica. El profesor Alexander Todorov explica en su libro Face value: The irresistible Influence of First Impression que en la historia evolutiva los seres humanos no han necesitado usar la apariencia física para juzgar a sus semejantes: "Los humanos solían vivir en familias extendidas y no se relacionaban con más de 100 personas. Era muy fácil saber quién era quien".
Sin embargo, cuando comenzamos a habitar en grandes urbes, donde se comparte espacio con millones de extraños, aparece un problema cognitivo porque no hay pistas para saber cómo es un desconocido. "Los rasgos faciales se han convertido en esa clave", explica Todorov.
Los problemas. Hacer juicios rápidos desafortunadamente también puede conducir a estereotipos. Por ejemplo, pensar que las personas con una característica física particular deben ser todas iguales. Y lo que es todavía peor: esas primeras impresiones son difíciles de cambiar. "Las caras alegres y femeninas tienden a ser percibidas como más fiables que las de aspecto duro y masculino", explican los autores, que indican que la gente saca sus conclusiones a partir de una impresión general más que a partir de rasgos específicos como el tamaño de la nariz o el grosor de los labios.
Un factor para encontrar trabajo. Diversos estudios a lo largo de la historia han hecho hincapié en que ese sesgo inconsciente persiste en la toma de decisiones sobre las contrataciones. Un estudio de 2018 envió dos versiones de CV casi idénticos para solicitar trabajos. La única diferencia era el nombre: Adam Smith en uno y Ravindra Thalwal en el otro. Ravindra recibió la mitad de las respuestas en comparación con el nombre británico.
Y eso funciona también para los guapos y guapas, que suelen contratarse más por el "efecto halo", algo recogido en otros estudios. "Los rostros atractivos se perciben como deseables y se les suelen adjudicar inmediatamente atributos de fiabilidad y competencia".
En política, al revés. En 2005, un estudio publicado en la revista Science demostró que era posible predecir el resultado de unas elecciones utilizando los juicios inmediatos que se hacían sobre las caras de los candidatos. Y no sólo eso. También ocurre al revés: las primeras impresiones de los rostros de los extraños están fuertemente influenciadas por el partidismo político.
Un estudio publicado en PLOS ONE revela que a la hora de ligar, conocer las afiliaciones políticas tiene un efecto significativo en cómo se percibe su apariencia. Y sugiere que las primeras impresiones están influenciadas por esas preferencias políticas. Según la investigación, cuando la afiliación política coincidía, se incrementaba la simpatía del rostro. Por el contrario, cuando la afiliación no coincidía, la simpatía disminuía.
Imagen: Pexels