La redistribución del sexo es el título de una columna de opinión del comentarista Ross Douthat para The New York Times. El texto causó conmoción en las redes en el momento de su lanzamiento. La principal idea mostrada por Douthat es que, en un mundo en el que la consumación de cualquier deseo del individuo está garantizado (siempre que tengas dinero), cualquiera podrá reclamar un derecho al acceso carnal que debería estar garantizado hasta por un marco legal. El sexo no como una actividad de mutuo consentimiento, sino un bien público que debe redistribuirse.
Es algo que beneficiaría, según el autor, a minorías sexuales o personas con diversidad funcional, pero el principal sujeto de conquista de derecho sería el hombre heterosexual. Las mujeres tendrían que empezar a repartir sexo.
Masacre en Canadá. Muchos han considerado de mal gusto su columna precisamente por la percha informativa en la que se basó para lanzar estas ideas, el atropello masivo en las calles de Toronto. Alek Minassian, el responsable del ataque, atacó a los transeúntes como venganza contra las mujeres que en su vida no le hacían caso. Acabó con la vida de diez personas y destrozó la de sus familiares porque estaba sexualmente frustrado.
Y guerra en la red. Minassian era un Incel, acrónimo de “célibes involuntarios” en su original en el inglés. Desde hace años una enorme comunidad de varones se reúne en diversos foros (4chan, reddit, pero no sólo estos espacios) para retroalimentar un victimismo y una hostilidad hacia el sexo opuesto que, como estamos viendo, deriva en el mejor de los casos en una misoginia de baja intensidad y en el peor en el asesinato.
En los foros culpan de su bajo estatus y su frustración a las mujeres por su “promiscuidad selectiva”, por escoger sólo a un tipo de hombre (el macho alfa, según ellos) en detrimento de los demás. Han llegado a afirmar que el ataque de Toronto es en el fondo culpa de esas mujeres que al ignorarlos lanzan a los hombres a los brazos de una irremediable violencia homicida. Con su texto, el columnista ha hecho dos cosas: recoger y darle una pátina intelectual a las ideas que pululan por esta comunidad y conferir a la idea del “derecho a tener sexo” una autoridad que casi nadie le había dado hasta ahora.
El de Toronto no es el primero. Varios Incels tienen como figura mesiánica a Elliot Rodger, adolescente estadounidense que grabó un vídeo antes de liarse a tiros con sus compañeros de clase sólo porque las chicas que le gustaban le habían rechazado. Todos los asesinatos masivos de Canadá registrados en su historia han sido perpetrados por hombres que odiaban a las mujeres.
La desigualdad sexual. Existe y se ha investigado en múltiples ocasiones. Nuestras leyes del cortejo, nuestra forma de socializar y relacionarnos con el otro género hace que los hombres sean más desprendidos y ellas más exigentes. En general (aunque varía mucho en función de los atributos del sujeto), ellas son las que tienen que filtrar. La versión más radical de esta desigualdad de géneros se encuentra en las aplicaciones de ligoteo. Como algunos han señalado, esta brecha de atractivo entre géneros adopta la misma forma que la curva de Lorenz, y que cuando se manifiesta en el plano económico (el 20% vive mucho mejor que el 80% del planeta) hace que las sociedades se escandalicen y combatan esa desigualdad entre individuos.
Sin embargo, y aunque los Incels piensen lo contrario, mientras que los hombres pasan de las tías más atractivas para bombardear de mensajes a las chicas de suficiente a notable alto, ellas no tienen ningún problema en mensajearse con chicos feos, entre el cuatro y el notable bajo. A ambos géneros le dan ansiedad las personas más guapas de las apps, pero ellas son más benevolentes con los menos agraciados que ellos.
Ansiedad por el estatus. Como muchos han señalado, el trasfondo de estos foros es que el "acceso al sexo" (y su falta del mismo) no deja de ser más que un trámite para acceder a un mejor estrato. Su falta de empatía hacia el otro género confirmaría la tesis. A los Incels les importa más la asignación de éxito social por haber tenido sexo (y así dejar de sentirse como unos fracasados) que el sexo en sí mismo. El vínculo entre estatus, poder y sexo se ha tratado extensamente por feministas.
La ventana Overton. También conocido entre los periodistas como “frame”, es un concepto clave tanto para nuestra profesión como para cualquier figura pública. Es una teoría que define la realidad política del momento como una ventana a través de la que pueden pasar un rango de ideas aceptables. La idea de lo que es aceptable y lo que no varía, se mueve, en función de la inclinación de la sociedad hacia un lado u otro del espectro. Ideas que hace una década parecían completamente normales podrían montar hoy un escándalo. Y viceversa.