Es un cliché repetido hasta la extenuación: el fútbol es el deporte rey. Aunque los números sean cuestionables, lo cierto es que pocos acontecimientos globales recaban tanta atención mediática como el Mundial, celebrado cada cuatro años, o como los grandes enfrentamientos entre Real Madrid, Barcelona, Manchester United o Bayern de Múnich. Es universal, y es global.
¿Por qué? Es una pregunta que lleva martirizando a teóricos deportivos y filosóficos desde hace décadas. Y si nos preguntaran a nosotros, probablemente responderíamos con este increíble, loquísimo vídeo grabado en los compases finales de un ignoto partido de fútbol inglés. Un minuto en el que hay de todo: drama, tragedia, tensión, emoción, dos goles, un larguero, una ocasión fallada, un héroe, un antihéroe, lluvia, barro y un populacho entregado.
A couple of people struggling with the link earlier - this should work now. Here’s the last minute again for those who couldn’t get the link pic.twitter.com/whVFiZGpbz
— Millbour Productions (@MillbourVideos) 29 de octubre de 2017
Los hechos transcurren en el estadio del local Padiham FC, un club del norte de Inglaterra enrolado en la novena categoría del denso, muy rico fútbol amateur inglés. La estampa es típicamente británica: el barro que moldea el partido, la perenne lluvia, el inclemente viento, el fútbol aéreo, el choque, etcétera.
A falta de dos minutos del pitido final, el equipo local, enfrentado al Widnes, pierde por tres goles a uno. El reloj ha superado el tiempo reglamentario y se sitúa en el minuto 91 cuando un mal despeje de la defensa rival deja un balón muerto en el área pequeña. El delantero del Padiham que pasaba por allí lo recoge, dispara y anota. A falta de menos de un minuto para el término, un gol. Hasta ahí, nada muy excepcional.
Here’s the @Padiham_FC comeback again, this time from the second @MillbourVideos camera behind the nets they were attacking. pic.twitter.com/yU89vM1s5O
— Millbour Productions (@MillbourVideos) 30 de octubre de 2017
Lo alucinante llega justo después: el Widnes saca con un larguísimo pelotazo que recoge un defensa del Widnes. Este le entrega el balón a su portero, con un pase francamente horrendo que le obliga a despejar con torpeza. El cuero recala en los pies de un delantero rival, que coloca la pelota en el área. Al ser recogida por un delantero del Widnes y con la portería vacía, la historia parece llegar a su fin. Dispara y... Aparece un defensa milagroso sacando el balón bajo la línea.
La pelota vuelve al portero del Padiham. Lanza alto y despeja un defensa rival, ya en campo contrario. La recupera un jugador local y centra: el balón, rematado por un compañero, se estrella en el larguero. ¿Fin de la historia? Para nada: el rechace cae milagrosamente en el dominio de otro delantero del Padiham y la introduce a placer. Un minuto después, 3-3.
La increíble sucesión de acontecimientos fue grabada por un aficionado del club local, Millbour Productions, y compartida en redes por el propio club. Se hizo viral y a esta hora acumula más de 10.000 retuits sólo en esa cuenta (el global seguramente sea mayor, ya que un sinfín de cuentas le pidieron el vídeo para compartirlo entre sus propios seguidores). Entendemos por qué.
Y más aún, entendemos por qué fascina tanto y, en última instancia, el propio fútbol: lo que acontece en el estadio del Padiham no es brillante. Al contrario, es tosco, hosco, torpe y feo. Y sin embargo es engimático porque revela lo frágil que siempre resulta un partido de fútbol, lo azaroso de su destino y lo incierto de su dirección. Lo mágico, que dirían los poetas. Y además, ilustra que algo tan maravilloso puede surgir de hombres y mujeres orondos, en baja forma, poco dotados en la técnica.
Ese es su secreto. Su propia medianía. Y por eso es tan universal.