Es posible que ya hayas oído hablar del bisfenol A o BPA. Es el nuevo compuesto químico de uso cotidiano en duda y que, como le pasó a los bifenilos policlorados (más conocido como PCB), tiene a los expertos en salud pública estudiando sus propiedades en detalle. Los Gobiernos de distintos puntos del planeta han analizado sus efectos desde hace décadas, y desde que en 2004 el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos encontrarse restos del producto en la orina humana se han limitado lo máximo posible sus cantidades, retirado diversos productos y llamado al principio de precaución.
Que se sepa, el BPA ataca a nuestro sistema hormonal: hace que bajen levemente nuestros índices de fertilidad, y algunos estudios y noticias lo vinculan, aunque sin contrastar, al aumento de diabetes, de obesidad, de asma y de cánceres de mama y próstata. Los fabricantes lo emplean como plástico de policarbonato porque es barato, se adhiere rápidamente a las superficies metálicas (lo que lo convierte en un excelente material para revestimientos protectores) y porque ayuda como revestimiento aislante.
Aunque la FDA de Estados Unidos considera que el bisfenol A no es dañino y se sigue incorporando con normalidad a la fabricación de productos a los que este plástico les viene tan bien, en Europa y en Japón se está conteniendo la presencia del compuesto (por otra parte, muy útil).
Como ya explicaron aquí desde Vitónica, Francia lo tiene totalmente baneado para los envases alimenticios, algunos países impiden su utilización en juguetes y toda la UE prohíbe su empleo en la fabricación de biberones. La publicación de estas prohibiciones han causado una comprensible alarma social, pero si no se ha prohibido del todo es porque los científicos no han encontrado que nos cause un riesgo verdaderamente preocupante.
Es decir: que se sepa, los niveles de BPA a los que estamos expuestos no suponen un motivo de alarma para la seguridad de salud pública. Todo dependerá de si en el futuro el bisfenol A, que sabemos que está muy presente en los productos de nuestro día a día y que acaba desprendiéndose de sus recipientes y entrando a nuestro cuerpo, va a tener un umbral de seguridad más bajo que el que se maneja actualmente.
Eso sí, mientras el compuesto sigue en entredicho y en un baile de prohibiciones, los consumidores estamos en constante exposición a productos con BPA. Sólo en 2015 se calcula que se fabricaron cuatro millones de toneladas de este plástico de policarbonato, lo que lo convierte en uno de los productos químicos más extendidos en el mundo. Por si te interesa controlar su presencia, aquí va una pequeña lista de todos esos objetos cotidianos en los que podrías encontrarlo.
El casco de la bici
O el de la obra, y el de rugby. Por su fuerza y resistencia externa puedes encontrar el BPA como revestimiento de estos productos. Lo mismo para los cristales antibala, los escudos policiales, algunos aparatos médicos, en las luces LED...
Las gafas
Yep.
CDs y DVDs
El plástico de policarbonato es particularmente útil para fabricar partes de componentes que deben ser delgadas y livianas, pero fuertes.
El teléfono móvil
Y el ordenador, y otros productos electrónicos. Por los mismos motivos que el casco.
El coche
Resinas con BPA podrían encontrarse en sus revestimientos externos e internos. Lo mismo para los aviones.
Los envases de productos de limpieza
Desde el bote de lejía y suavizante hasta los envases del champú de casa. No todos, pero sí algunos.
Las botellas de agua de oficinas y grandes espacios
También podría encontrarse su presencia en botellas de plástico como las que llevamos para hacer deporte o contenedores de agua de aparatos domésticos como las cafeteras. También por su mala fama los fabricantes de grandes recipientes están incorporando etiquetas de "libre de BPA".
Los platos y vasos desechables
Algunos tuppers también. Lo mismo que en los ejemplos anteriores, no para todos los fabricantes. El principal problema es que, mientras la legislación no obligue a eliminar o identificar la incorporación de este compuesto, no podemos saber a ciencia cierta si está en los objetos que compramos o no, sólo cuando los encargados del producto se preocupan de incorporar una indicación, que es totalmente voluntaria.
Los tickets de la compra
Los tickets son uno de los productos que más debate han suscitado. El papel térmico lleva BPA, y según diversos estudios su presencia es contaminante aunque irrelevante para la mayoría de la población, aunque aquellos que estuviesen en contacto directo mucho tiempo al día (como las cajeras) podrían ser un grupo de riesgo. El BPA, por cierto, podría resistir el proceso de reciclaje y permanecer en el papel.
En algunos envases de comida a domicilio
Así lo han comprobado los científicos españoles, que han encontrado restos del mismo en las cajas del Telepizza.
El patito de goma
Algunos juguetes de goma y mordedores podrían incluir BPAs. Aquellos fabricados con látex o silicona están fuera de toda duda. Además, la mayoría de fabricantes ha eliminado este compuesto de sus productos para bebés por el rechazo público y las dudas que causa, poniendo en algunas de sus etiquetas una indicación al respecto como "hecho con caucho natural" o "libre de BPA". Pero aun así, en los países en los que no esté prohibido su uso en productos infantiles, podría estar presente.
En el revestimiento de las tuberías de agua
A fin de cuentas, el 85% de todas las resinas epoxídicas producidas a nivel mundial (y sí, incluidas las utilizadas en las tuberías de agua corriente) se fabrican haciendo reaccionar BPA con Epiclorhidrina (ECH). Pero los investigadores no ven riesgos en ello.
Y en la mayoría de nuestra comida enlatada
Si te fijas, en el interior de muchísimas latas de comida hay una película de plástico que recubre todo el bote para evitar la corrosión del aluminio y que los alimentos no entren en contacto directo con él, cosa que protege las propiedades alimenticias y hace que la vida del producto sea más longeva.
El problema es que los compuestos de este film protector, que puede llevar BPA, acaba llegando muy fácilmente al alimento, más si la lata se ha calentado, ya que el desprendimiento del compuesto se acelera enormemente con el calor (por eso mismo es mejor no meter los tuppers al microondas). Verduras, pasta, sopa... no importa de qué tipo de alimento enlatado estemos hablando, un buen porcentaje de las latas de nuestros supermercados lo llevan y es una de las vías de contaminación más extendidas.