No han sido pocas las veces que se han referido al cine con el sobrenombre de la fábrica de sueños, pero acudir a tu sala más cercana para ver el último estreno que te ha llamado la atención lo suficiente como para pagar por verlo puede convertirse en toda una pesadilla. ¿El motivo? Que a tu alrededor habrá más personas, y las probabilidades de que haya gentuza que sólo mira por sí mismo y le da igual lo que les pase a los demás es cada vez más elevada.
Hemos seleccionado historias reales que ocurren en la oscuridad del cine, desde los típicos maleducados que hacen comentarios supuestamente graciosos hasta los que deciden dar rienda suelta a sus más bajas pasiones, y todo ello sin olvidarnos de las desagradables sorpresas que dejan algunos espectadores a su paso o de las reacciones enfurecidas de algunos de los asistentes cuando descubren algo que no es de su gusto.
La incontrolable tentación del sexo
Seguro que casi todo el mundo ha tenido algún momento en sus vidas con tantas ganas de sexo que no ha podido evitar hacerlo en el sitio que mejor les ha venido. Quiero pensar que eso fue lo que pasó con una pareja con la que me encontré el día del estreno de 'Anacleto, agente secreto', donde no logro entender qué pudo llevarles a estar masturbándose durante toda la película -ruiditos desconcertantes incluidos-... y encima con la abuela octogenaria de mi novia a unas tres butacas de distancia de ellos. Al menos ella no mencionó nada después, por lo que no hubo secuela de la incómoda experiencia.
Quizá más llamativo sea que un chico decidiera salir a mitad de un pase de 'La conspiración del pánico' para luego volver con varios condones en la mano, luciéndolos sin disimulo alguno, casi hasta con orgullo. Vale que la película no era gran cosa, pero un poco de disimulo siempre se agradece por mucho que yo fuera el único otro espectador que había entonces.
En otros casos, como recordaba mi compañera Adriana Izquierdo de su experiencia trabajando en salas, no dudaron tampoco en dejar la prueba del delito tirada, ya que imagino que pensarían que en el precio de la entrada estaba incluido el servicio de recogida de residuos. Vale que el cine se ha puesto algo caro, pero tanto como para eso yo creo que no.
Por su parte, a Joana Sánchez le permitieron ver dos películas por el precio de una cuando una pareja empezó a animarse durante '¡Mamma Mia!' para acabar haciendo más movimientos que los protagonistas mientras cantaban y bailaban. Eso sí, la gente, con una notable presencia de jubilados, miró sin que nadie se quejara, así que algo debieron hacer bien para conseguir salirse con la suya.
Algo menos contento quedó Óscar González cuando fue a ver 'El Hobbit: La desolación de Smaug', ya que él sólo deseaba disfrutar de la cinta de Peter Jackson y justo detrás suyo** una pareja decidió intimar tanto que acabaron echándolos al de pocos minutos**. Ella dando señales de estar un tanto disgustada por ello, mientras que él, bueno, digamos que debía tener tal cara de felicidad que bien poco debió importarle quedarse a medias... de la película.
El puñetero móvil... y la Wikipedia
El teléfono móvil nos ha dado no pocos quebraderos de cabeza cuando intentábamos ver con tranquilidad uno de los últimos estrenos de cine. Desde los que ignoran por completo la petición de apagarlo o al menos ponerlo en silencio -si llaman, pues lo cogen y responden con tranquilidad, llegando en algunos casos a ponerse a comentar lo que están viendo- hasta los que se ponen a jugar a mitad de película o a usar sin parar WhatsApp con el brillo de la pantalla al máximo.
Sin embargo, todo puede ser aún peor, ya que Marina Such tuvo que soportar a una persona que decidió usar su móvil para poder identificar a todos los protagonistas para luego comentar todo con sus amigos -y al resto de la sala-. Lo que me llama aún más la atención fue que pasara durante una sesión doble de Phenomena con Los Goonies y La princesa prometida. No hay nostalgia que valga en la era smartphone.
Eso sí, aún más singular es lo que le pasó a Oscar Bouzo cuando fue al cine a ver la simpática 'Ted', ya que un espectador aprovechó la aparición de Sam J. Jones, conocido por haber protagonizado 'Flash Gordon', para sacar su iPad con un brillo casi cegador para mirar en la Wikipedia quién era. Vale que a todos nos ha pasado alguna vez que nos quedamos con la duda de no terminar de identificar a alguien, pero...
Banquetes en la sala: pipas, palomitas, ¿pescado al horno?
Hay espectadores a los que el mero ruido de alguien comiendo sus palomitas con normalidad ya les pone de los nervios, pero hay una diferencia entre un ruido que ya debería estar aceptado o al menos asumido y otra soportar, por poner el ejemplo más desconcertante que sufrí yo, que vaya alguien con su tupper de cocido, haga todo el ruido posible al abrirlo y además extienda un olor inconfundible por la sala a alubias.
No obstante, de nuevo Adrii sube la apuesta: no fueron pocos los que acudieron a ella con quejas porque una pareja se había llevado un plato de pescado al horno a la sala, dejando un tufo bastante identificable. Por su parte, Marina vio cómo una señora no solamente sacaba una lata de sardinas y se la comía, pues además ofreció alegremente al resto del cine. ¿Maleducada? Sí, pero también generosa. Compartir es vivir.
Los comentarios espontáneos
Por desgracia, se ha convertido en todo un clásico que haya ocasiones en las que algunas personas decían comentar la película, ya sea porque se aburran -recuerdo que viendo '10.000' alguien exclamó "¡Violaciones, esto se anima!"- o por lo peculiar de la situación: en su momento tuve que ver 'Constantine' con todas las luces de la sala encendidas, lo cual impidió que una pareja se pudiera dar el lote a gusto y otros de los asistentes aprovecharon para comentar la película a voz en grito de forma continua. La guinda del pastel fue que las luces se apagasen justo al empezar los títulos de crédito finales.
Además de escuchar cómo varias personas decían "¡¿Pero cantan todo el rato?!' mientras veía 'Los Miserables', Teresa Morales también vivió una experiencia diferente, ya que una señora decidió convertirse en uno de los personajes de 'Vacaciones' y fue contestando a varias preguntas que hacía Jack Black a Cameron Diaz en la ficción. Al menos queda el consuelo de que no debía ser muy peligrosa si se había escapado de un psiquiátrico para ir al cine...
Por su parte, Josep Camós tuvo que soportar que 'El Sexto Sentido' se convirtiera poco menos que en una comedia cuando alguien gritó "¡Esto no es una peli, esto es una putada!" tras uno de los momentos más tensos de la misma. Por su parte, Alberto Carlos Diéguez escuchó cómo alguien exclamaba "¡Está como una puta cabra!" durante una escena de 'Watchmen'. Si, Zack, quizás te lo decían a ti.
Todo nos parece una mierda
La evolución más o menos natural de los comentarios espontáneos está en esos espectadores que enfurecen por un motivo u otro y deciden hacer partícipes al resto de la sala de los motivos de su enfado, a veces buscando apoyo y otras simplemente para que no quede como algo aislado de lo que no se entere nadie. Poco importa si la queja tiene justificación, como poner pegas a la proyección de 'El gran hotel Budapest' porque la imagen aparecía en el que era su formato correcto, que es lo que le pasó a Gonzalo San Martín.
La falta de información también fue clave cuando Miguel Ramos fue a ver 'Metrópolis', ya que uno de los asistentes se levantó de su butaca gritando "¡Esto son dibujos chinos! ¿Es que no os dais cuenta? ¡Vamos a pedir la entrada de vuelta!".
Algo relativamente similar le pasó a Teresa Morales viendo 'Todos dicen I love you', ya que alguien había bebido más de la cuenta y desconocía que la película se emitía en versión original, pero su enfado fue un paso más allá al enterarse de que una musical, por lo que tras gritar "¡Y encima cantan!", se levantó tirando sus palomitas al suelo y se marchó.
Seguro que muchos recordáis que en su momento se comentó que muchos padres se salieron con sus hijos indignados de 'South Park: Más grande, más largo y sin cortes' tras descubrir el tipo de película que era, pero Manuel García nos comenta que eso también le pasó con 'La princesa Mononoke', decidiéndose a marcharse tras el primer brazo cortado. A mí aún me extraña que ningún padre se indignase cuando la emitieron en mi pueblo dentro de un ciclo de cine infantil...
¿Por qué no te callas?
Tampoco le fue muy bien a Miguel cuando fue él quien se indignó en otra película y pidió a unos charlatanes que se callasen, ya que su réplica fue "Si quieres verla sin que nadie hable, te la bajas y la ves en tu casa, gilipollas".
Algo falla en esa lógica, aunque fue mucho peor cuando un espectador nos amenazó con darnos una paliza por haberle pedido que se callara durante la proyección de 'Tensión sexual no resuelta'. Menos mal que tenía una novia conciliadora.
De forma un poco violenta reaccionó uno de los espectadores al pase en el que Javi Sánchez vio 'Mortal Kombat', pues un montón de chavales se flipaban más de la cuenta con cualquier nota de música bacalao y alguien se cabreó tanto que se levantó y con una voz potente amenazó con partirles la cara a todos ellos si no se callaban. Le salió mal la jugada, ya que poco después le echaron de la sala.
Mucho más comprensible es lo que le sucedió a Jesús León viendo una película en Sevilla, ya que se percató de que había un señor comentando toda la película a su acompañante, pero con la mayor discreción posible para no molestar al resto. El giro de guión es que el acompañante era invidente, por lo que es lógico que quisiera saber detalles adicionales casi en todo momento.
Otras experiencias singulares
Salvo que seas una de esas personas a las que les resulta imposible ir solas al cine, probablemente ha habido alguna ocasión en la que te has quedado de piedra al comprobar que eras el único espectador en tu sala. Si no es el caso, ya os aviso que la experiencia puede ser muy diferente según el caso, desde dejarte sin ganas de volver solo nunca más hasta sumergirte aún más en lo que te está contando la película, sin olvidar la posibilidad de empezar a actuar como si estuvieras en casa y hacer cualquier chorrada si lo que sucede en pantalla te está aburriendo...
Lo que es menos habitual es lo que le sucedió a Liliana Fuchs:
En Murcia, en una sesión de El Exorcista con la sala casi vacía, una chica que estaba sola de repente se puso a gritarle a la pantalla en uno de los anuncios previos. Creíamos que estaba loca pero el hombre del anuncio empezó a responderle y tuvieron una conversación sobre llamadas de teléfono (la chica era su supuesta hija adolescente que gastaba mucho hablando con sus amigas). Era un anuncio de Ono bastante conseguido, y al final nos regaló chorradas de promoción antes de salir de la sala
Más tensa fue la experiencia de Iván Guillén Cano durante una cinta romántica cuyo título no recuerda (NORMAL con lo que pasó), pues un hombre sufrió un ataque epiléptico que llevó a detener la proyección y a preguntar si había algún médico en la sala con escasa fortuna, pues sólo había alguna enfermera. El romance se convirtió en terror durante unos cinco minutos. Tras la pertinente llamada al 061, la proyección se reanudó.
Más ligero pese a la seriedad del asunto fue que un terremoto de más de 7 grados en la escala Richter agitó a Manuel Echeverry y el resto de personas que estaban viendo 'Frozen' en ese momento. La cuestión es que un señor intentó tranquilizar a la sala diciendo que no pasaba nada... pero luego ese mismo señor se marchó a toda prisa, seguido (obviamente) por otros muchos. Eso sí, Manuel decidió quedarse, por lo que pudo decirle a su acompañante: "Viste, y tú que querías ir a cine 4D, aquí tienes tu 4D".
Tampoco es buena idea ir acompañado de niños y quedarte dormido, que es lo que le pasó a Teresa Morales con 'Super Mario Bros' -¿alguien la culpa por echar una cabezada viendo ese engendro?-, pues su hermano mayor decidió divertirse cubriéndola entera de palomitas, algo que no pasó para nada desapercibido para el señor que se encontraba a su lado.
No obstante, mi caso favorito, y con el que vamos a concluir, es el de Adriana Izquierdo encontrándose un zurullo cuando tuvo que entrar a limpiar una sala entre pase y pase. Es imposible saber cómo alguien llega a decidir eso, pero su pronóstico es que alguien quiso aprovechar que la sala había estado bastante vacía para hacer sus necesidades sin tener que perderse ni un minuto de película. Ergo: la película no era una mierda.
Ya lo grandioso sería si, además, el propietario del zurullo hubiese sido el mismo del plato de pescado al horno...
Así que no: el cine no es tu casa, pero a veces se le parece demasiado.