¿No es toparse con una película que no deja de sorprenderte una de las mayores alegrías como espectador? Puede que el resultado nunca sea tan bueno como en una que se mantenga firme en su planteamiento temático, pero hay algo muy estimulante en ir desenvolviendo una trama y darte cuenta de que todas esos pronósticos que te estabas haciendo han saltado por los aires. Descubrir que el cine puede ser algo más que una sucesión de lugares comunes. El placer de que las cosas dejen de estar bajo control.
No, esta lista no es una recopilación de cintas con un final llamativo, o en las que todo estuviese esperando a una última revelación para resolver el misterio. No va de El sexto sentido o Los otros, sino de obras extrañas, atrevidas, que casi parece que quieren contar dos historias en una. Es decir, que parece que van de una cosa y luego van de otra.
Es evidente que, dado que la lista va de obras con truco, parece más apropiado no entrar en demasiados detalles argumentales. Hemos hecho lo que hemos podido para no romper el hechizo y esperamos que nos perdones por esos mínimos coqueteos con el spoiler. Ah, y si te apetece también puedes dejar en los comentarios las pelis que hayas visto que encajan en esta categoría. Así otros lectores también las podrán tener en consideración para esos días en los que necesitamos algo que nos rompa los esquemas.
Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960)
Como probablemente la haya visto ya el 90% de los lectores, la listamos y pasamos a otra cosa. No podíamos no incluirla: ella es la representante por antonomasia de este tipo de experiencias. Si no la primera, al menos sí la que se fijó para siempre en la historia del cine para dar origen a este tipo de fenómenos. El escándalo fue tal que Walt Disney mandó prohibirle la entrada a su parque de atracciones a Sir Alfred Hitchcock por haber dirigido “esa película asquerosa, Psicosis”. Ya sabes, tampoco te vuelques emocionalmente demasiado en Janet Leigh. Ella y su Macguffin en forma de sobre lleno de dinero son sólo un señuelo para distraer tu mirada.
Abierto hasta el amanecer (Robert Rodriguez, 1996)
Como un monstruo híbrido, así definía el crítico Roger Ebert el último invento de Robert Rodríguez junto con su compañero de fechorías Quentin Tarantino, este sándwich mixto de thriller de calidad y serie B desvergonzada. Es de lo más comprensible que todo cambie para estos dos simpáticos criminales después de ver el imponente cuerpo de Salma Hayek.
Death Proof (Quentin Tarantino, 2007)
Repetimos dúo cinéfilo, Rodríguez y Tarantino, como una parte de ese díptico nostálgico de las proyecciones del cine chusco de los 70 que se conoció como Grindhouse. Echamos a Planet Terror a un lado y nos sumergimos en Death Proof. Quienes lo vivieron lo saben: Tarantino subvirtió todas las expectativas de su audiencia con esta cinta claramente dividida en dos partes complementarias. Cuando salió, las acusaciones de “bodrio” o “coñazo” entre los fieles seguidores del tennesiano no fueron pocas. Todavía hay quien no ha entendido nada.
La Cabaña en el Bosque (Drew Goddard, 2011)
Podría decirse que La Cabaña en el Bosque no varía demasiado. Durante sus 95 minutos se dedica al terror. Pero es tan grande el despliegue de subgéneros dentro de esa categoría y tan difícil adivinar hacia dónde te llevará en sus siguientes secuencias, por no hablar de su oscuro y lovecradtiano final, que es comprensible que dejase torcidas a las audiencias, más si sabemos que los creadores se cuidaron mucho de crear un tráiler que es totalmente infiel a lo que veremos luego en la película.
Funny Games (Michael Haneke, 1997)
En realidad Funny Games es una película que apenas cambia su registro en sus 108 minutos, pero algo, un pequeño detalle argumental que ocurre a mitad de metraje, hará que cambie por completo todo lo que estabas viendo y lo que verás a partir de entonces. Una interpelación a tu propia ética personal que te hará gritarle a la pantalla “señor Haneke, por favor, suélteme el brazo”.
Una vida a lo grande (Alexander Payne, 2018)
Hay una ironía perdida en castellano al no percibir la polisemia de su título original: “Downsizing” en inglés es tanto empequeñecer como reducción de plantilla. Vale, sí, sabíamos que esta idea de Jim Taylor y Alexander Payne, este último también el director, iba a traicionar ese planteamiento utópico que vemos en el tráiler. Pero lo que no nos esperábamos es un descenso (o mengua) hacia los infiernos del capitalismo… hasta que la historia vuelve a dar otro giro imprevisible más. No diga desequilibrio, diga ambición.
Predestination (Michael y Peter Spierig, 2014)
Y tú que pensabas que estabas viendo una película sobre espías y viajeros en el tiempo y resulta que estabas viendo un complejísimo manifiesto sobre las crisis de identidad.
Kill List (Ben Wheatley, 2011)
Si digo Ben Wheatley estoy mencionando al director de Rascacielos y Turistas. Es decir, un director muy, muy polarizante. En esta su segunda película, cuando aún no había sido conocido por el gran público, ya nos daba pistas de su indiferencia crónica para con las expectativas de los espectadores. Kill List arranca mezclando el drama social (de un pobre asesino en sueldo en paro resentido con su familia) y el thriller que va derivando en multitud de temas contados mediante una constante atmósfera malrrollera, al más puro estilo Lars Von Trier, hasta llegar a un bestial y sorprendente último tercio. Sólo diremos una cosa: haría un buen programa doble con Midsommar.
Mother (Bong Joon-ho, 2009)
Del director Bong Joon-ho una década antes de que ganase el Oscar y, por tanto, antes de que se hiciese “comercial”. Ahora más en serio, Mother no es el clásico thriller coreano con personajes de actuación dudosa y lógica argumental más bien liviana (que también). Si miras un poco más allá, esa relación madre e hijo, con sus giros y cambios de tono, con el original punto de vista que cada vez se hará más claro, te está contando algo tan político como enfermizo.
Madre (Rodrigo Sorogoyen, 2019)
No, no nos hemos confundido repitiendo película. Son dos obras diferentes que se llaman igual y que en ambos casos tienen una brusca desviación. ¿Qué hace de las madres un elemento tan desestabilizador en el cine? No lo sabemos. La versión española del motivo familiar acaba también siendo igualmente de una exploración moral retorcida. Aquí el contraste viene sobre todo de los primeros 20 minutos, tal cual el corto adrenalínico del popular director Rodrigo Sorogoyen que le valió el Goya, ampliado después en un estudio de personaje… Que ver sólo si tienes la mente muy abierta.
Madre! (Darren Aronofsky, 2017)
Ok, definitivamente hay algún trauma freudiano operando soterradamente en todo esto. Tres películas que van cambiando de género, las tres con el mismo título, en culturas tan distintas… Demasiada casualidad. Aquí el director de Pi o Requiem por un sueño pasa del terror gótico tranquilamente cocinado a un carrusel de calamidades para las que, en serio, no estabas en absoluto preparado. Madre! podría haberse subtitulado “o cómo hacer del salto del tiburón un arte”, pero les pudo la cobardía.
Copia certificada (Abbas Kiarostami, 2010)
Te viene muy recomendada por el mundillo de la crítica de cine de autor. Empiezas. “Pero si parece el clásico drama romántico europeo de pareja de mediana edad encontrando el amor bajo el sol amable de la Toscana, un producto muy de rancho de las salas independientes”, te dices. Te sorprende que se hable de ella. Pero, ¿y si no va del amor sino del desamor? ¿Y si en realidad es un tributo metacinematográfico a películas como Antes del amanecer? Un momento, ¿me están colando una reflexión sobre la originalidad y necesidad del arte? Y ya al final: ¿está Abbas Kiarostami señalándome a mí? Tendrás que recoger tu mandíbula del sueño.
Revolutionary Road (Sam Mendes, 2009)
Sam Mendes te hace una de James Bond, una de guerra y también, por qué no, una sobre el bajón. Durante casi 40 minutos tú crees que se trata de una pequeña actualización de los conservadores melodramas de los años 50, de cómo el amor y la rutina tienen el poder de convertirnos en siervos del destino. Son Kate Winslet y Leonardo DiCaprio una década después de que su transatlántico cargado de amor imperecedero atracase en todos nuestros corazones. No querría nadie hacernos daño destruyendo por completo esa imagen y lo que representa, ¿no?
Tropical Malady (Apichatpong Weerasethakul, 2004)
La tierra es cálida y acogedora. La gente es tranquila y sonríe. Surge el amor. Ni siquiera la esclavitud del trabajo moderno ni las interferencias del capitalismo en la vida tailandesa pueden acabar con este sueño. Y entonces irrumpe con fuerza la naturaleza. Tigres contra soldados. Tendrás que entrar, pero si logras sumergirte en esta profunda hondonada creada por Apichatpong Weerasethakul la experiencia puede resultar en la mejor manifestación del locus amoenus que hayas visto en cine.
Bone Tomahawk (S. Craig Zahler, 2015)
El adjetivo más repetido para definir el debut en el largo de S. Craig Zahler es “libre”. Una cinta imprudente que no toma rehenes para ir a donde le da la gana. Si el western es ese código rígido donde parece que está todo descubierto y en el que es imposible contar nada nuevo sin reverenciar en exceso a los clásicos… Tienes razón. Salvo que seas este tío, entonces carta blanca para el delirio.
Your Name (Makoto Shinkai, 2016)
Ha sido ampliamente difundida, el mayor reciente éxito dentro del mundo de la animación, y aun así tantos los medios como los espectadores han sabido mantener oculto el núcleo argumental de la propuesta de Makoto Shinkai, que sólo si te guías por el tráiler es la clásica historia llena de clichés nipones adolescentes sobre intercambio de cuerpos. Advertencia: puede despertar una parte muy sensible que no sabías que tenías ahí.