Hace unos días el Consejo de Ministros aprobaba un real decreto ley por el cual a partir de pasado mañana se le permite a los ciudadanos ir sin mascarilla en el exterior. Una norma que llega 400 días después de que entrara en vigor la obligatoriedad que ha moldeado nuestros hábitos sociales desde entonces. Ha llegado el día en el que salir sin el tapabocas a la calle no será penalizado si se mantiene una distancia de 1,5 metros con personas no convivientes en espacios abiertos.
¿Vamos a abandonarla sin más? En realidad, el uso de la mascarilla cuando se está enfermo es común en gran parte del mundo, principalmente en Asia. Una vez la pandemia haya acabado, volveremos a las oficinas y los metros se llenarán de gente, pero también lo harán los estornudos. La pregunta es si después de lo aprendido Occidente creará una cultura de la mascarilla a largo plazo.
Después de haber convivido con ella para protegernos a nosotros mismos y a los demás, algunos europeos están considerando un comportamiento que apenas se ve en nuestros países pero que es habitual en otras culturas: usarla de manera rutinaria cuando muestran síntomas de un resfriado común o gripe, incluso en un futuro en el que el Covid no sea una preocupación principal. Hasta esta crisis sanitaria, rara vez había habido un impulso cultural para la práctica.
Pero podría haberlo. El Dr. Anthony S. Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EEUU reflexionaba hace unas semanas acerca de ello: “Es concebible que a medida que avancemos, dentro de uno o dos años o más, durante ciertos períodos estacionales en los que se tienen virus transmitidos por las vías respiratorias como la gripe, las personas podrían optar por usar máscarillas para disminuir la probabilidad de propagar estas enfermedades”.
Cuando todo esto pase no tiréis las mascarillas, guardadlas y usadlas cuando tengáis síntomas gripales, un constipado, etc. si normalizamos su uso en estas situaciones disminuiremos mucho la incidencia de enfermedades como la gripe, salvando vidas y ahorrando recursos sanitarios.
— Dr. Pablo Barrecheguren 🧠 (@pjbarrecheguren) June 18, 2021
Antes de que el mundo supiera sobre el Covid, el enmascaramiento ya era común en muchos países asiáticos. Particularmente después del brote de SARS a principios de la década de 2000, las máscaras faciales se convirtieron en algo habitual en Hong Kong, Japón y otras partes de Asia oriental para proteger a los demás durante la temporada de resfriados y gripe. Cuando llegó nuestra pandemia, ellos estaban mucho más dispuestos a cubrirse la boca.
En el este de Asia, el uso histórico de las máscaras se basa en algo más que la investigación médica. La cultura del uso de máscarillas está relacionada con el colectivismo. De Kai, un profesor en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong que ha estudiado lo beneficios de la mascarilla explicaba que para las personas en el territorio chino no cubrirse la boca mientras se está enfermo sería equivalente a una persona "estornudando por todo el metro sin taparse la nariz en una ciudad occidental".
¿Qué dicen los expertos españoles?
En Magnet nos hemos puesto en contacto con el vicepresidente de la Sociedad Española de Epidemiología, Óscar Zurriaga, para tratar de discernir un posible uso de la mascarilla cuando todo haya pasado. Él no tiene dudas. “El uso de la mascarilla va a ser mucho mayor que en el pasado cuando ya no haya una pandemia”, señala. Aunque tiene sus interrogantes en cuanto a adaptar los mismos mecanismos de "respeto" que tienen en los países asiáticos. “En nuestro caso quizás será al contrario, nos la pondremos para que no nos contagien a nosotros y no para evitar contagiar a los demás, como ocurre allí”.
Teniendo en cuenta que su uso durante todo este tiempo ha podido a beneficiarnos a la hora de combatir la gripe, su uso no sería del todo descabellado en el futuro. El Sistema de Vigilancia de Gripe en España (SVGE) reportaba durante el mes de febrero que sólo se habían detectado apenas siete virus de la gripe en la temporada 2020-2021 en toda España. Cifras que contrastan mucho con los de antes de la pandemia, cuando la tasa global de incidencia de gripe se situaba en 223,3 casos por 100.000 habitantes. El año pasado, por esas mismas fechas, se habían notificado un total de 6.927 casos.
“En general, todas las medidas han jugado un papel importante en contra de otros virus como la gripe estacional”, explica Zurriaga. Si bien hay algunas evidencias de estudios observacionales de que las mascarillas reducen la transmisión comunitaria de los virus de la gripe hay otros posibles factores, como la higiene de las manos o el distanciamiento social. Pero se ha conseguido.
Eso sí, Zurriaga hace hincapié en que “puede haber habido una menor notificación, no a nivel de diagnóstico, pero sí hemos distraído la atención porque otra amenaza mayor estaba ahí. Nos han dicho que no era Covid, pero no que era gripe”. No obstante, el epidemiólogo cree que “hemos perdido la vergüenza a llevar mascarilla y que podría permanecer incluso para usos más insospechados como impedir el contacto con los pólenes en periodos primaverales”. Algo que explica que esta primavera no haya habido tantos problemas con alergias gracias al uso de la mascarilla en la calle.
“Nos vamos a sorprender con su uso, porque la gente va a seguir utilizándola, bien por miedo o por respeto. A largo plazo es probable que en determinadas situaciones veamos algo nuevo en España”, concluye el experto.
Atendiendo a diferentes estudios a lo largo de las décadas, varias investigaciones concluyen que en países como Japón, el uso de una mascarilla redujo la probabilidad de desarrollar gripe estacional en la ciudad de Matsumoto entre 2014 y 2015. Otro estudio publicado en 2010 sugiere que el uso de mascarillas en la población puede retrasar una pandemia de gripe, disminuir la tasa de ataque de infección y reducir la transmisión lo suficiente como para contener la pandemia.
Y no sólo eso. En Japón también se probó que el uso de una mascarilla en público está asociado con otras prácticas positivas de higiene personal y comportamientos de salud entre los adultos. Los participantes que usaban una mascarilla tenían más probabilidades de informar que practicaban medidas de higiene preventiva adicionales.
Presión social por llevarla o no
Pero sin duda, un gran problema que plantea el futuro y que ya se está experimentando en algunos países es la presión social por llevarla o no. En los EEUU ya se ha convertido en un problema de libertades personales, y algunos argumentan que hacer que todos usen mascarillas infringe las libertades civiles.
En este reportaje de BBC varios miembros de la comunidad asiática explicaban que están descubriendo que usarla también puede llamar la atención no deseada e incluso convertirlos en objetivos. Explican que muchas personas de Hong Kong, China continental y Corea del Sur no usan mascarillas por las preocupaciones sobre el racismo y la xenofobia que ha aumentado con el virus.
Pero en los países asiáticos se vive una realidad totalmente diferente. Las personas que no la usan también han sido estigmatizadas, hasta el punto de que son rechazadas de comercios y edificios. En Hong Kong, algunos periódicos locales han publicado fotografías en sus portadas de occidentales que no llevan mascarillas y que se congregan en grupos para hacer vida nocturna en la ciudad.
Es posible que salgamos de la crisis actual, de eso no hay duda. Al igual que los asiáticos del este emergieron de los traumas del SARS y las epidemias posteriores. Y lo harán con la convicción de que un objeto que alguna vez asociaron con una reacción exagerada puede ser en realidad un medio para cultivar la prudencia y la unión.