Desde su popularización a finales del siglo pasado, Halloween se ha convertido en un ritual festivo más dentro del amplio abanico de acontecimientos sociales europeos. Si sus raíces estadounidenses causaron espanto en las generaciones más provectas, hoy sus hijos lo cuentan entre los días más felices y divertidos del año. Pese a todo, las resistencias siguen ahí. Latentes. En silencio. Esperando una oportunidad.
Una oportunidad en forma de epidemia.
"Inmensa idiotez". Las palabras las firma un anciano italiano que, avatares del destino, también pasa por gobernador de Campania, una de las regiones más pobladas del sur del país. Su nombre es Vincenzo di Luca, célebre por un sinfín de declaraciones controvertidas y conocido a pie de calle como Lo Sceriffo, "El Sheriff", o Don Vicienzo, en términos más tradicionales. Durante las últimas horas, su perorata contra Halloween y el anuncio de un toque de queda en la noche del 31 se han viralizado.
ICYMI: The governor for Italy's Campania region took a stab at Halloween, calling it an "immense idiocy" as he announced a local curfew in response to rising #Covid19 cases pic.twitter.com/8gX9AeHwbZ
— Bloomberg Originals (@bbgoriginals) October 19, 2020
Muy enfadado. Es un vídeo fascinante. No sólo por lo que dice, sino por el tono. Di Luca se dirige a sus votantes como un profesor decepcionado por el comportamiento errático y revoltoso de sus alumnos; cual párroco sabedor de los caminos pecaminosos emprendidos por sus feligreses. Un registro poco habitual entre la clase política. Sus palabras también son extraordinarias. No todos los días un representante público afirma sin descaro que un festejo popular es una "idiotez":
Puedo anunciaros con antelación que el último fin de semana todo estará cerrado a partir de las 10 de la noche. Es el fin de semana de Halloween. Halloween es una inmensa idiotez; una inmensa, estúpida americanada que hemos importado a nuestro país. Es lo que es: un monumento a la imbecilidad. Bien, dado que tenemos que enfrentarnos a la realidad y que creemos que la gente ya está planeando sus fiestas, ese fin de semana de octubre todo estará cerrado y habrá un toque de queda. Ni siquiera la movilidad estará permitida. Seguramente bloqueemos los movimientos a partir de medianoche durante los próximos días también.
El contexto. La regañina no es gratuita. Campania es una de las regiones italianas más afectadas. Durante las últimas semanas sus contagios se han disparado: 530 de las 671 camas de cuidados intensivos reservadas para pacientes por covid ya han sido ocupadas; y las autoridades han cerrado las escuelas hasta finales de octubre. El domingo, Italia registró su récord de casos notificados en un día (11.000). Campania es una de las principales responsables, con más de 1.500 casos diarios y una IA de 114 por cada 100.000 habitantes la cierre de la semana pasada.
Alarma. Dadas las circunstancias, el celo de Di Luca, toque de queda incluido, es comprensible. Más aún si tenemos en cuenta que Italia está capeando el temporal mejor que otros países europeos (una IA agregada de 147 a día de hoy), el trauma que la primera ola supuso en el norte del país (Lombardía fue una de las regiones más golpeadas del mundo), y la importancia de las reuniones privadas (fiestas, cenas, familia) en la propagación del virus durante el otoño.
Di Luca transforma una preocupación lógica por la epidemia en un alegato casi venial contra Halloween. Aprovecha la oportunidad.
Enfadados. En marzo, cuando Di Luca descubrió que algunos jóvenes se estaban reuniendo pese al confinamiento domiciliario, anunció que enviaría a la policía a las casas, "lanzallamas" incluidos. Otros alcaldes le siguieron. El de Bari patrulló sus calles conminando a todo transeúnte a regresar a su casa. "Esto no es una película. No eres Will Smith en Soy Leyenda. Vete a casa", explicó a uno de ellos. El alcalde-italiano-regaña-a-sus-vecinos se convirtió en un género cómico propio.
Hoy regresan. Y por más hilarantes que resulten, son malas noticias.