Japón se enfrenta estos días a una grave amenaza: un gato tóxico que va dejando huellas amarillas

Ha ocurrido en Fukuyama, donde el mínimo se coló en una planta con una cubeta de cromo hexavalente

Paul Hanaoka W2dss Zap4u Unsplash
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Lo que le ocurrió hace días a uno de los empleados de una planta de revestimiento de metales de Fukuyama, una ciudad del oeste de Japón, da para arranque de una peli de Marvel o el enésimo remake de Godzilla. Eso sí, versión gatuna.

Veamos. El operario en cuestión, empleado de la compañía Nomura Plating Fukuyama Factory, estaba en su puesto de trabajo cuando se dio cuenta de que en la nave de la empresa, entre la maquinaria y demás mobiliario industrial, había algo que desentonaba. Desentonaba e inquietaba. Tanto, que no tardó en contárselo a sus jefes y estos, a su vez, a las autoridades locales.

Lo que se encontró fueron huellas.

De gato, para ser precisos.

Se busca gato de "aspecto anormal"

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En todo Japón se calcula que hay nueve millones de gatos domésticos, una cifra que crece de forma constante, año tras año. Y dado que todos los felinos —ya sean caseros o callejeros— se caracterizan por tener una curiosidad temeraria innata, lo de encontrarse un rastro de huellas en la factoría no resultaba tan extraño.

Lo sorprendente es que aquellas huellas de minino eran parduzcas, de una tonalidad casi amarillenta. Y eso sí suponía un problema grave.

La compañía comprobó que el rastro de patas partía de un contenedor en el que almacenaba cromo hexavalente, una sustancia tóxica usada habitualmente en la fabricación y soldadura de acero inoxidable, pigmentos, colorantes, revestimientos e incluso el curtido de cuero. Su manejo es tan complicado que los operarios de la factoría recurren a máscaras y guantes de goma para manipularlo.

Que hubiese huellas de gato empapadas en cromo hexavalente era lo suficientemente grave como para que los responsables de la compañía decidiesen alertar a la policía de Fukuyama y a las familias que residen cerca de la fábrica. El motivo es muy simple, aunque, de nuevo, pueda parecer sacado del guion de la enésima película de Marvel o el universo DC Comics: todo indicaba que por la ciudad pululaba un gato que acababa de darse un baño tóxico.

En realidad unos y otros, la empresa y las autoridades de Fukuyama, manejan algunas pistas más que las simples huellas de color parduzco. La primera es que el producto químico estaba almacenado en una cubeta amplia, de tres metros de profundidad. Segundo, que parte de una lámina que cubría ese depósito parecía haberse girado. Y tercero, que cuando el personal de seguridad comprobó las cámaras de vigilancia pudo ver al felino huyendo al trote de la nave.

El relato que conecta esos tres puntos, además de las huellas coloreadas, es bastante evidente; pero en la planta aún se plantean algunas incógnitas sin resolver. Por ejemplo, si el gato cayó en una tina de tres metros de profundidad llena de líquido, ¿cómo pudo escaparse? ¿Y cómo pudo hacerlo aparentemente ileso, como refleja la grabación en blanco y negro captada por las cámaras?

Lo que sí está fuera de toda duda es que el cromo no es una sustancia con la que uno quiera entrar en contacto de forma accidental y sin la protección adecuada. La OEHHA advierte que inhalarlo puede provocar irritación en la nariz y garganta, problemas para respirar e incluso llagas. Eso sin contar con que la exposición prolongada aumenta el riesgo de sufrir un cáncer. Tocar la sustancia también puede causar inflamación, como advierten las autoridades niponas.

Así las cosas la policía de Fukuyama decidió advertir a los vecinos de que no se acercaran —ni desde luego tocaran— a ningún gato sospechoso de haberse dado un baño venenoso. Para ser más precisos, pidieron a los lugareños que si se cruzaban con un felino de "aspecto anormal" mantuviesen las distancias y llamasen lo antes posible a comisaría. "Espero que atrapen al gato pronto, antes de que cause algún daño", confesaba uno de los residentes de la zona tras enterarse de la noticia.

De momento no han conseguido localizarlo. Aunque lo cierto, y al margen de lo que pueda verse en los vídeos, es que los funcionarios del área de Medioambiente de Fukuyama no descartan que el gato haya podido morir tras su baño tóxico.

Por lo pronto, lo ocurrido ya ha servido a la empresa para comprometerse a "tomar medidas" que eviten que puedan colarse animales pequeños en sus instalaciones, "algo que nunca antes habíamos previsto", confiesan; y también para que la noticia haya trascendido las fronteras de Fukuyama o incluso Japón y llegado a medios como The Guardian, The Telegraph, BBC o la NBC News.

Imagen | Paul Hanaoka (Unsplash)

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