Tras los aplausos, silbidos y el tintineo de botellas de vodka con el que había arrancado la noche, el silencio se extiende ahora por el centro de control de Eupatoria como una fría ventisca. Los ingenieros soviéticos, de pie, dispersos frente a los monitores, casi pueden sentir su tacto gélido y húmedo en la piel. Todas las miradas se centran en la misma persona: Vasili Mishin, el diseñador jefe llegado de Baikonur para supervisar el lanzamiento de la nave Soyud de la misión Zond 5.
Sentado frente a las computadoras, Mishin no aparta sus penetrantes ojos de las luces intermitentes del panel. La Soyud que poco antes había despegado de forma exitosa rumbo a la Luna (con un cohete Protón) desde el Cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán, está teniendo problemas. Y serios. A cada carraspeo de Mishin el silencio en la sala de Eupatoria se hace más y más denso.
Aunque, al igual que el resto de sus camaradas, Mishin había celebrado el despegue de la nave Soyud por todo lo alto, ahora bajo sus espesas y enmarañadas cejas sus pupilas brillan con una expresión concentrada. La historia le recuerda como "el perdedor en la carrera a la Luna", pera esa noche da en el clavo. Ante la mirada expectante de sus colegas (y la tutela lejana pero apelmazante de los líderes de Moscú, inmersos por entonces en la carrera espacial con EE UU) Mishin da unas indicaciones precisas y la nave 7K-L1 solventa su primera incidencia.
Los gerifaltes de Moscú respiran aliviados. El ceño de Mishin se destensa. Y en el centro de control de Eupatoria vuelven a descorcharse botellas de vodka. La celebración continúa.
Es la noche del 14 al 15 de septiembre de 1968. A cientos de metros por encima de la cabeza de Mishin y los ingenieros de Eupatoria, la 7k-L1 se eleva imparable hacia la Luna. El periplo de la Zond 5 pasará a la historia por ser la primera sonda en dar una vuelta en torno al satélite y regresar a la Tierra. Una odisea no exenta de dificultades. El problema que la nave registraba poco después de levantar el vuelo desde Kazajistán no sería el único de su accidentado periplo.
Zond y sus peculiares tripulantes
Zond 5 no llama la atención sin embargo por las incidencias que encadenó desde su despegue. Lo hace por la curiosa tripulación que viajaba a bordo. La misma que habría perecido en el espacio si Mishin y el resto del equipo de Eupatoria no hiciesen gala de su sangre fría.
Con el objetivo de comprobar si los viajes alrededor de la Luna podrían entrañar algún problema para los astronautas, los soviéticos introdujeron en la cápsula de Zond 5 moscas de la fruta, gusanos, plantas, semillas, bacterias y... Dos tortugas, dos ejemplares de Testudo horsfieldii. En el asiento del piloto viajaba además un maniquí que emulaba a un astronauta soviético: medía 1,75 metros de altura y pesaba 70 kilos. Los técnicos espaciales le habían insertado sensores para controlar los niveles de radiación a los que se exponía.
Una peculiar arca de Noé... Con un Noé de trapo y plástico a los mandos.
Como cuenta Brian Harvey en Soviet and Russian Lunar Exploration, las tortugas tuvieron que encarar un viaje digno de Hollywood. De camino a la Luna, parte del mecanismo se contaminó y quedó inutilizable. Durante su regreso a la Tierra otra incidencia impidió que la operación se desarrollase según lo previsto. El trabajo que habían realizado los soviéticos dejaba mucho que desear: el sensor para localizar la Tierra estaba mal montado y la óptica de los sensores estelares quedó bloqueada por el aislante térmico.
En su regreso, los quelonios tuvieron que soportar un tremendo vaivén. El violento descenso hizo que el escudo exterior de la nave (que pesaba cerca de 5.400 kilos) alcanzase altísimas temperaturas.
La cápsula aterrizó en el Océano Índico el 21 de septiembre, sobre las siete de la tarde. Sus grandes paracaídas se desplegaron para amortiguar la caída y las balizas marcaron su ubicación, a no mucha distancia del buque Borovichy, que la extrajo del agua a la mañana siguiente. De allí se trasladó al navío de carga Viasili Golovin rumbo a Bombay, donde se embarcó en un avión Antonov que la llevó de vuelta a la URSS. Cuando comprobaron el interior de la nave, los técnicos se encontraron con los ojos acuosos de la pareja de intrépidas tortugas que habían volado en torno a la Luna.
Aunque su estado de salud era bueno, el aspecto de las tortugas parecía el de dos recién llegados de la guerra: habían perdido el 10% de su peso corporal, estaban famélicas (no probaban bocado desde días antes del despegue, cuando las introdujeron en la cápsula) y para colmo se dice que una de ellas se había lastimado un ojo. Balance nada malo si se tiene en cuenta el periplo estelar que habían superado.
Su regreso triunfal tras dar una vuelta histórica a la Luna no les sirvió sin embargo para salvar la vida. Lo que no había obrado el violento amerizaje en el Océano Índico, lo hicieron poco después los científicos de la URSS. Tras su primer examen las sacrificaron para practicarles la autopsia y estudiarlas a fondo. El viaje que se había saldadocon éxito. Zond 5 había estado a unos 1.950 kilómetros de la Luna y realizó un viaje circunlunar histórico. Para la posteridad dejó además impresionantes imágenes.
El legado de las tortugas espaciales
Las maniobras de la misión Zond 5 generaron expectación incluso fuera de las fronteras soviéticas. En el Observatorio Jodrell Bank, en Manchester, el célebre radioastrónomo Sir Bernard Lovell siguió la pista a la nave. El centro inglés haría saltar las alarmas al interceptar un mensaje con una voz humana que tenía su origen en el ingenio soviético. ¿Había conseguido la URSS hacer un viaje alrededor de la Luna pilotado por un astronauta?
En realidad, lo que escuchaban era una grabación para probar transmisiones en el espacio. Entre las voces que percibían en Manchester estaba de hecho la del veterano cosmonauta ruso Valeri Bykovsky.
En las páginas del libro Animals in Space, Colin Burgess y Chris Dubbs apuntan que la voz se detectó la noche del 19 al 20 de septiembre, mientras la nave con la pareja de quelonios emprendía su accidentado regreso a la Tierra. "Ahora se cree que las voces eran en realidad las de los cosmonautas involucrados en el programa de aterrizaje lunar. Se habían ubicado en estaciones de seguimiento soviéticas y transmitían informes a través de Zond 5 para practicar sus roles como parte de un equipo lunar real", comentan Burgess y Dubbs.
Los de la Zond 5 no fueron los únicos tripulantes con concha que protagonizaron un viaje espacial. La Zond 6, en 1968, portaba también lo que la NASA define como una "carga biológica". Los animales que la formaban sin embargo corrieron peor suerte: la cápsula en la que viajaban se despresurizó y se estrelló en su regreso a la Tierra. Los quelonios volvieron a subirse a la Zond 8, años después. Y estarían presentes también entre el pasaje de la Soyuz 20, que despegó en 1975 y mantuvo a los reptiles en el espacio 90 días.
Aunque las tortugas destacan por la frecuencia con la que han visitado el espacio, no son los únicos animales que se han embarcado en un cohete para emprender un viaje estelar.
En realidad, cuando en 1961 Yuri Gagarin se convirtió en el primer humano en llegar al espacio exterior sus ojos contemplaron un panorama del que ya habían disfrutado antes insectos, simios, perros... Las pioneras fueron las moscas de la fruta, que se habían subido al cohete V-2 en 1946. Tres años después emprendía un periplo similar a bordo del mismo modelo el mono Albert II. Aunque su experiencia fue dramática (el pobre murió al fallar el paracaídas de la cápsula), años después, en 1959, seguirían sus pasos otros simios, como Able y Baker, Sam o Ham (1961).
A esa nómina se sumaron ratones, ranas, peces, arañas, gatos, cobayos y perros. Mucho más célebre que las tortugas de la Zond 5 es la perra Laika, que despegó a bordo del cohete Sputnik 2 a principios de noviembre de 1957. Su historia es incluso más triste que la de los cosmoquelonios. La URSS cuidó la operación para poner el Sputnik 2 en órbita, pero obvió cómo recuperarlo. La pobre perra murió en su diminuta cápsula víctima del estrés y sobrecalentamiento de la cabina.
El "ataúd metálico" de Laika daría aún 2.370 vueltas en órbita antes de incinerarse al entrar en la atmósfera el 14 de abril de hace ahora seis décadas. Dos años después, en agosto de 1960, despegaban de Baikonur y bajo la supervisión de Vladimir Yazdovski la pareja canina Strelka y Belka. Entre 1948 y 1961 se adentraron en el espacio 48 perros, 15 monos y dos conejos. Veintisiete murieron. Al igual que los astronautas con concha de Zond 5 son los pioneros que abrieron el camino para los astronautas.