Maria Stopes (1880-1958) es una figura fundacional dentro del movimiento de la liberación de la mujer en Reino Unido. Las mujeres británicas y casi que también las del resto de occidente le debemos, entre otras cosas, los primeros manuales modernos que defendían el uso de métodos anticonceptivos y la limitación de la progenie que tanto coartaban las opciones vitales de las mujeres de la censora era victoriana, relegadas en muchos casos a cuidar de familias extensas. A ella hemos de achacarle la creación de la primera clínica de planificación familiar del país, asentada en Londres en 1921, una organización que continúa su legado hasta nuestros días operando en multitud de países.
Pero su figura es interesante no sólo por esta faceta combativa y justiciera, sino también por las sombras que envolvían sus intenciones y su discurso. Stopes fue una de las mayores defensoras de la eugenesia, y con los hitos emancipadores de las mujeres antes expuestos contribuyó a la promoción e incluso la práctica de un ideal supremacista que ya se estaba gestando en aquel momento y que tuvo después las catastróficas consecuencias que hoy todos conocemos.
Marie Stopes, una mujer que nació para ser una estrella
Desde el punto de vista biográfico, parece que en sus orígenes se alinearon todos los astros para formar a la mujer que sería más adelante. Sus padres eran ricos, partícipes del mundo de la academia. Su madre, Charlotte Carmichael Stopes, fue una estudiosa de Shakespeare, una de las primeras mujeres tituladas universitarias del país, activista sin pelos en la lengua y creó uno de los manifiestos de los que luego se valdría el movimiento sufragista para darle sustento ideológico.
De ese caldo surgió una mujer estudiosa, amante de la ciencia y alérgica a las irracionales convenciones sociales que no le favorecían. Aunque no le permitieron estudiar química, como ella ansiaba en un primer momento, aceptó estudiar botánica y geología primero y zoología después. Magna cum laude, primera mujer doctorado de su universidad, persona más joven de Gran Bretaña en obtener el título de “doctor en ciencias” de su época y por muchos años más… Durante dos décadas fue una lumbrera en el campo de la paleobotánica reproductiva, con hallazgos que se siguen considerando como de los más revolucionarios de su período y ámbito. Nadie dudaba de sus méritos.
Y mientras lo académico sucedía, también lo hacia la faceta personal que tanto la trastornó. Su madre, que como hemos visto era peculiar, le prohibió unirse con el en su juventud fue el amor de su vida, el también investigador Kenjiro Fujii, japonés, y se lo prohibió por motivos raciales. Se casó en 1911 con Reginald Gates, genetista y geólogo canadiense al que acababa de conocer. Al cabo de tres años los tribunales canadienses declararon el matrimonio nulo: la investigación judicial constató que la unión no se había “consumado”, tal y como proclamaba a los cuatro vientos Stopes, porque él era impotente.
De las artes amatorias y el bueno gobierno
Son estos hechos los que le llevaron a crear Amor en el matrimonio, un tratado sobre cómo deberían funcionar estas relaciones bajo su credo. Pese a los muchos impedimentos editoriales que encontró, al ser publicado fue un éxito instantáneo entre las coetáneas. En el libro se hablaba de forma muy directa de la sexualidad femenina, del “buen sexo”, de la "exploración física y mental”, de la igualdad entre hombres y mujeres dentro y fuera de la cama y de otras tantas obscenidades que algunas autoridades tuvieron a bien censurar en algunos puntos geográficos concretos. Por este libro Stopes tuvo problemas con la Iglesia toda su vida, y también por esto fue uno de los miembros más audaces de la histórica asociación sufragista Liga de la Libertad.
También se convirtió en una bomba para el mercado, y de ahí su siguiente volumen, Paternidad inteligente: un libro para personas casadas, del que después haría una versión reducida que repartió de forma gratuita por las zonas densamente pobladas de su ciudad, ya que deseaba que su mensaje llegase a mucha, mucha gente. Es en este texto donde empieza a defender la anticoncepción, promoviendo el uso del capuchón cervical.
Es en estos años, entre 1918 y 1921, donde empezó a cimentarse el siguiente objetivo político de su vida: la defensa de la eugenesia. En Paternidad inteligente defendía que el uso de esos condones femeninos eran idóneos para mujeres de clase baja más que los de clase alta. ¿Por qué? Lo explica en el capítulo Una nueva y radiada raza (radiada de radiación X): hay que denegarles la procreación a aquellos cuyas condiciones vitales y biológicas fuesen a crear lo que bajo su punto de vista era una descendencia corrupta. Hay gente que “siempre creará un stock de humanos degenerados, débiles mentales y desequilibrados que devastará las costumbres sociales como un parásito destruye a un árbol sano”, decía.
En el libro abogaba por normativas que provocasen la esterilización del lumpenproletariado y las personas con deficiencias físicas o psíquicas hasta grados extremos. Según June Rose, una biógrafa de Stopes, defendía la creación de una sociedad donde “sólo lo mejor y lo bello deberían sobrevivir”.
En cierto momento extendió su baremo a los hombres “propensos a la embriaguez y al mal carácter”. También “de los irremediablemente podridos y los enfermos raciales” cuyos hijos son “vidas derrochadoras". Para 1934 el plan se extendía también a los “mestizos", que deberían esterilizarse al nacer. Apenas unos años después mostraría su apoyo a la causa nazi e iniciaría una correspondencia breve pero efusiva con Hitler, cuyos puntos de vista celebraba.
El nacimiento de una planificación
Animados por las experiencias de feministas defensoras de los derechos reproductivos en Estados Unidos, Stopes y su marido abrieron en 1921 la primera clínica de planificación familiar, la Clínica de Madres. No era una clínica abortiva, puesto que de forma pública (que no privada) la doctora estaba en contra de esta práctica. El trabajo del centro era asesorar e instruir a mujeres casadas en salud e higiene reproductiva, en cómo hacer la marcha atrás y otros tantos remedios más o menos científicos y dañinos sobre anticoncepción.
La vida de esta clínica se vio envuelta en sórdidas acusaciones ya desde sus inicios, y no sólo por las ligas religiosas, que sin duda estaban en contra de su propaganda antivida y poco cristiana, sino también por los que defendían los derechos humanos. El centro, no por nada, no se abrió en la parte pudiente de Londres, como sería de esperar, sino en los barrios bajos. Un médico la acusó de estar practicando la anticoncepción en las mujeres pobres a modo de eugenesia. El revuelo mediático de las distintas querellas judiciales que puso la sufragista a su acusador (hombre al que terminaron dando la razón los jueces) sólo provocó que Stopes adquiriese aún más fama.
Como cuentan los historiadores, hay que entender la ideología eugenésica como una corriente política muy de moda en aquel período y que instrumentalizaban a su favor tanto las fuerzas de la izquierda como de la derecha dependiendo del ángulo. Así como los conservadores podían hablar de la inherente inferioridad de ciertas personas que justificasen su posición social y que mereciesen un peor trato, los movimientos socialistas y liberadores podían defender la limitación de esa descendencia de los pobres por ser un “desperdicio”, niños cuyas vidas no se desarrollarán de forma plena y que empobrecerían, por ejemplo, la calidad de vida de sus madres. Uno de los lemas de la asociación fundada por Stopes era "Bebés en el lugar correcto".
El Gremio de Mujeres Cooperativas británico, una organización pseudo pública y auxiliar del movimiento cooperativo en el Reino Unido que promovía la relevancia social de las mujeres, llegó a aprobar una resolución que apoyaba la esterilización obligatoria de los “incapacitados”.
Como bien saben también las feministas ilustradas, los movimientos de liberación femeninos tienen en sus orígenes en muchos casos una conquista de derechos a expensas de otros grupos: primero las mujeres ricas y blancas, después todas las demás. Así, en imágenes como la de este condón femenino que vemos aquí y que repartía gratuitamente el centro de Stopes, vemos la doble dimensión de la historia: un instrumento que ayudó a que muchas mujeres controlasen los hijos que deseaban tener y al tiempo algo que se le daba de forma selectiva a las parteras judías de aquel entonces.
Tras su muerte su trabajo siguió vivo: sus Clínicas de Madres, que habían crecido en Leeds, Aberdeen, Belfast, Cardiff y Swansea, funcionaron hasta 1975 sin grandes cambios y ahí la administración cambió el nombre de los centros a Marie Stopes International, una empresa con presencia en 37 países y más de 11.000 miembros que ayudan a mujeres de todo el mundo a defender sus derechos reproductivos, sobre todo hoy los del aborto seguro, principal servicio que brindan sus instalaciones desde los 70. Curiosamente el año pasado la histórica institución cambió su nombre por MSI Reproductive Choises, un título que enmascara el nombre de su fundadora. La decisión, según sus gestores, se aceleró por el Movimiento Black Lives Matter: “ella fue una mujer de su tiempo, claramente una pionera reconocida en planificación familiar y en varias otras áreas[…]pero el nuevo nombre hace una distinción muy clara entre nuestros valores y aquellos que no apoyamos”.
Stopes murió a los 77 años de cáncer de mama. Sólo tuvo un hijo, Harry Stopes-Roe, y cuando éste se hizo adulto quiso casarse con una mujer miope, lo que desde su punto de vista era un sabotaje a la doctrina a la que había consagrado su vida. Harry hizo caso omiso de su madre y continuó sus nupcias con la “degenerada”. Al morir le legó una copia del diccionario de Oxford, mientras que todo su enorme patrimonio fue a parar a clínicas eugenésicas y a la Royal Society of Literature.