Y una primaveral mañana de abril, España amaneció en 1994.
Mario Conde ha vuelto a ser detenido. La Unidad Central Operativa de la Guardia Civil se ha personado esta mañana en el domicilio del antiguo banquero por, de nuevo, su implicación directa en el caso Banesto, el principal escándalo bancario español de la década de los noventa. Al parecer, Mario Conde habría repatriado de Suiza el dinero que habría sustraído de la entidad durante su presidencia. Conde se enfrenta así a las sombras de su pasado, que por magnitud, carácter y gravedad, está firmemente enraizado al de aquella España de finales de los ochenta y principios de los noventa. La del pelotazo.
Conde, hoy un personaje público de nula relevancia pese a sus insistentes apariciones en medios de comunicación o incursiones en la arena política, es quizá uno de los máximos exponentes de toda una generación de empresarios españoles cuya fortuna se cimentó a lomos de la rápida compra-venta de empresas y de la especulación bancaria. Él fue, por proyección, su figura más icónica, siempre rodeada de las principales personalidades políticas, sociales y económicas del país. De carrera meteórica, de ejemplo del progreso económico del país, a caído en desgracia y preso en Alcalá-Meco hasta en tres ocasiones.
¿Quién fue Mario Conde?
Jovencísimo abogado del estado, brillante mente empresarial a principios de los ochenta, Mario Conde obtuvo la atención de todo un país a principios de la década de los noventa, cuando se hizo con la presidencia de Banesto, una de las entidades bancarias más importantes de España. Había aterrizado en el banco a finales de los ochenta, y desde entonces se había postulado como un joven gestor de éxito símbolo del progreso económico nacional tras la dictadura franquista. Hasta entonces, Conde había logrado relacionarse muy bien.
Muy bien. Hijo de un inspector de aduanas y jamás interesado en hacer carrera como abogado del estado, su fulgurante éxito se basó en sus contactos. Así, conoció el mundo empresarial de la mano de Juan Abelló, presidente de Laboratorios Abelló, una prominente y de muy larga tradición empresa farmacéutica española. Juntos lograron uno de los pelotazos más significativos de la España de los ochenta, vendiendo primero Laboratorios Abelló y comprando, más tarde y junto a los hermanos Botín, la mayor parte de de Antibióticos S.A. con el objetivo de venderla al gigante italiano Montedison. Era 1984.
La operación, valorada en 58.000 millones de pesetas, fue un éxito financiero sin precedentes en la breve historia de la democracia. En un abrir y cerrar de ojos, Conde y Abelló habían dado uno de los pelotazos más resonantes de la década de los ochenta, obteniendo un importantísimo capital que sería crucial, más tarde, para los planes de ambos en el sector bancario. Sería Banesto la entidad elegida para su desembarco, por la puerta grande, en la élite de la economía española. Conde y Abelló se hicieron con parte del banco y fueron nombrados presidente y vicepresidente por el consejo de administración. Era 1987.
¿Qué fue el caso Banesto?
Durante su estancia al frente de Banesto, Mario Conde, cuyo bagaje en el sector bancario era nulo, contó con amplios poderes ejecutivos, y contrató a consejeros de su entorno cercano y confianza. Conde se había alzado como una figura mediática muy relevante, carismática y querida por determinados sectores políticos, tanto por su juventud como por su proyección. Nada de esto tuvo relación con su gestión de Banesto: de forma paralela, la entidad optaba por una política de expansión agresiva que, a largo plazo, produjo una parcial descapitalización y la intervención del Banco de España.
Con anterioridad, Conde había logrado desbaratar una OPA hostil del Banco de Bilbao pero había fracasado en su intento de fusionar a su entidad con el Banco Central. A finales de 1993, Banesto tenía serios problemas, en el contexto de una notable crisis bancaria española: su cotización en bolsa se desplomaba ante los rumores de falta de fondos y tanto el Banco de España como el Ministerio de Economía observaban con preocupación la deriva de la entidad dirigida por Conde. Sucesivas inspecciones del órgano regulador de los bancos dejaron entrever un agujero contable de más de 3.000 millones de euros, lo que precipitó, en diciembre de 1993, la intervención y la destitución de Mario Conde.
Su gestión al frente de Banesto había sido errática. Banesto había tratado de expandirse de forma "alocada", como la definieron fuentes internas del sector en este reportaje de El País sobre la historia del desastre, y descontrolada, obviando los riesgos de una creciente morosidad. El resultado fue un descuadre de los balances que ponía en riesgo su solvencia y arriesgaba los depósitos de sus clientes. Cuando el Banco de España intervino la entidad, tuvo que recapitalizarla con dinero del contribuyente, en un rescate bancario semejante, pero de menor escala, al que vivimos de forma reciente con Bankia.
Posteriormente se destaparían los escándalos. Primero, Argentia Trust: Conde había emitido dos facturas falsas por valor de 600 millones de pesetas a una sociedad radicada en Suiza, disfrazando el pago en concepto de informes de solvencia y asesoramiento para la salida a bolsa de la Corporación Industrial de Banesto. Después, su propia gestión (y la de su entorno cercano) al frente de Banesto, que también fue llevada a juicio por falsedad documental, fraude o apropiación indebida. Tras sucesivos juicios y estancias parciales en la cárcel, Conde entraría de forma definitiva en prisión en 2002, cuando el Tribunal Supremo elevó de 14 a 20 años la pena impuesta por la Audiencia Nacional.
¿Y por qué ha sido detenido ahora?
Tras haber pisado prisión hasta en tres ocasiones diferentes, Conde fue liberado a los diez años de ser condenado. Entonces, volvió a la primera plana mediática en calidad de tertuliano, de escritor y, en 2012, de líder de un nuevo partido político, Sociedad Civil y Democracia. Con anterioridad, y ya procesado, se había introducido en la política como candidato a la Presidencia del Gobierno por CDS (el antiguo partido de Adolfo Suárez) en el año 2000. Ambas intentonas fueron dos fracasos mayúsculos. Alejado ya de Sociedad Civil y Democracia y de los platós, Conde había desaparecido del mapa mediático.
Hasta hoy, cuando ha vuelto a ser detenido. La Guardia Civil le acusa de repatriar el dinero desviado durante su etapa como presidente de Banesto, en un nuevo giro de los acontecimientos en torno al que, hasta esta crisis económica, fue el mayor escándalo bancario de la historia de España. Al parecer, Conde habría estado blanqueando dinero a través de una empresa de cosméticos, Hogar y Cosmética Española S. A., que ejercería de sociedad pantalla. La investigación de la Guardia Civil apunta a un proceso de repatriación que se remonta a 1999 y que le habría permitido blanquear alrededor de 13 millones de euros.
¿Por qué Mario Conde fue tan importante?
Cuando Mario Conde aterrizó en Banesto, el banco estaba en problemas. A los dos años, repartía dividendos. Conde se postuló como un joven y brillante gestor capaz de sacar de una grave crisis institucional y económica a una entidad en estado de debilidad. Su relato casaba a la perfección con la cultura empresarial y económica de la España del momento, aquella definida por Carlos Solchaga, importantísimo ministro de Economía del PSOE de Felipe González, como el país del mundo donde era más posible hacerse rico muy rápidamente. La cultura del pelotazo se ajustaba a Mario Conde como un guante, y durante años funcionó.
Modelo a seguir, esperanza blanca de la derecha cuando José María Aznar aún parecía un candidato demasiado débil para desbancar a González de la Moncloa, doctor honoris causa por la Universidad Complutense (ante la antenta mirada del rey Juan Carlos I, presente en tan reseñado hecho), Mario Conde representaba la España joven y dinámica, de crecimiento meteórico, que dejaba atrás, definitivamente, la dictadura franquista. Su auge y caída coincidió, además, con la gravísima crisis económica de 1993 y con la erosión progresiva de las instituciones políticas españolas, entre corrupción y terrorismo de estado.
Tanto él como la España del pelotazo que tan fidedignamente representaba fueron desterrados al olvido, pese a los agasajos de años anteriores, tras 1994. Pero Conde también había sido algo más: la prueba palpable de cómo funcionaba el sistema de relaciones entre los poderes públicos españoles, aquel en el que las entidades bancarias como Banesto servían a propósitos de proyección política y de influencia política, grupos de presión donde un gestor no especializado en la banca, y sin experiencia, podía llegar a la presidencia de una entidad y convertirse en el más prestigioso y respetado de todos cuantos atesoraba España.
La vida de Mario Conde ha sido contada en formato audiovisual y ha sido glosada en innumerables artículos. Su ambición se truncó, sin embargo, y desde entonces ha pasado a ser un símbolo en vida de una época caída en desgracia. A día de hoy, Mario Conde continúa ejerciendo de icono de los años del pelotazo y de aquel crecimiento económico, de aquel modelo, que en tantos sentidos anticipó el de los años de la burbuja. Las sombras de su pasado al frente de Banesto le han vuelto a colocar al frente de la actualidad informativa, aunque ahora por motivos muy distintos a los que le llevaban a las portadas a principios de los '90.
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