La aventura en el mundo del café es de lo más extraña. Te pasas toda la vida usando una cafetera italiana de 10 euros calentándola con agua del tiempo y aplastando el café de la canasta y, de buenas a primeras, te ves preparando café espresso usando una báscula, midiendo tiempos de preinfusión y calculando la relación entre gramos y extracción.
En ese cóctel entran decenas de euros invertidos en accesorios para preparar el mejor café posible y durante esa aventura con el café espresso he aprendido una valiosa lección: lo básico es, realmente, lo fundamental. Y he tardado demasiado en darme cuenta de ello.
El molinillo barato. Antes de nada, hay dos cosas que hay que tener en cuenta. El café es agua y… café, por lo que hay que contar con buena materia prima. Eso descarta prácticamente cualquier café de supermercado y, una vez tenemos una máquina de espresso, el siguiente paso es comprar un molinillo para moler ese café bueno en grano que nos hemos comprado.
Mi cafetera es la De’Longhi Dedica. Es muy popular porque tiene una buena relación calidad/precio y me la regalaron junto a un molinillo Bosh de 25 euros. Tiene dos cuchillas y convierte el café en polvo. ¿Para qué más? Había trozos más grandes que otros, pero echaba el café en el portatiltros, lo ponía en la cafetera y salía café. No estaba muy rico, pero era café.
El primer mazazo: YouTube. No entendía el motivo por el que el café no salía bien. Compraba cada vez cafés más caros en mi tienda de especialidad y… se notaban matices, pero no dejaba de ser una herramienta para despertarme por las mañanas. El problema es que el café era muy caro par ser sólo una “herramienta”.
Empecé a ver vídeos de YouTube para mejorar la técnica y… maldito seas, James Hoffman. Como tenía molinillo, pasé de buscar vídeos de molinillos y me concentré en los de los accesorios. Pensaba que ahí estaba la clave para hacer un buen café.
Portafiltros en condiciones. La Dedica, como muchas otras cafeteras asequibles, tiene un portafiltros presurizado. Eso significa que no importa tanto aplastar el café porque el agua de la cafetera ejerce una gran presión al tener el filtro una minúscula abertura. Es funcional, pero no lo ideal. Además, tiene piezas de plástico difíciles de limpiar en las que se acumulan sedimentos y… cuando pides café molido para espresso, puede que haya granitos que atasquen ese orificio.
Así que, me compré un portafiltros sin fondo, o bottomless, y una canasta. Este tiene empuñadura de madera y pone que es compatible con mi máquina. Pues al lío por 32 euros. Emocionado, lo preparé todo, hice mi primer café y la encimera se puso perdida de líquido. Desastre.
Tamper. El motivo es que la cafetera viene con un tamper (esa herramienta que sirve para aplastar el café de la canasta o filtro) de plástico que tampoco permite ejercer mucha fuerza. Así que, me compré otro tamper. Otros 30 euros porque lo quería bonito y con muelle,
Embudo dosificador y filtro de acero. Ya que estábamos, como en la nueva canasta podía echar más café, para evitar desperdiciar ni medio gramo, me compré un embudo de acero para echar el café molido a la canasta sin necesidad de tener mucho cuidado. Otros 13 euros.
También me hice con un disco de acero de 8 euros para no manchar el grupo de la cafetera. Ya puestos… Ilusionado, fui a estrenar mis nuevos juguetes y se desparramaba menos, pero seguían produciéndose fugas que manchaban la máquina, la encimera y, al final, no era lo óptimo.
Aguja distribuidora. Investigando, me topé con contenidos que hablaban de ese problema de las salpicaduras. Resulta que, aunque prenses el café, se producen canalizaciones por las que el agua a alta presión intenta escapar y, como hay mucha energía dentro de la canasta, sale por donde puede.
Hay que distribuir bien el café por la canasta para que no se produzcan canalizaciones y hay dos formas de conseguirlo: dando golpecitos durante un rato al poltrafiltros (ya con café) para que todo se asiente o gastarse otros 13 euros en una herramienta extremadamente específica: una herramienta de distribución con la que “remueves” el café una vez en la canasta y antes de prensarlo con el tamper.
La clave: el molinillo barato. Después de todo ese dinero invertido en un café, dije: como no me salga, lo devuelvo todo y me paso a las infusiones. Pues no me salió. Hice todo el ritual, todo como se debe hacer… y aun así se produjo alguna canalización. Lo que me quedaba era invertir más de 200 euros en un molinillo. Por descarte, era ahí donde estaba el problema, pero entre que estaba desanimado y que me tienta la Steam Deck, no lo compré.
Lo que hice fue usar mi molinillo básico y pulsar el botón de acción durante muchos, muchos segundos, hasta conseguir prácticamente polvo. Sé que no es lo ideal porque si lo mueles más fino de lo necesario, la extracción tampoco será óptima, pero moliendo tanto tiempo, aunque no tengas control debido a que sólo son cuchillas girando rápido y no muelas como en los molinillos en condiciones, se consigue un café muy fino. Funcionó y no sólo tengo un gran sabor, sino cero canalizaciones.
Final feliz. Con todo este calvario, lo que quiero transmitir es que la lección que he aprendido es interesante: no es que mis herramientas iniciales no sirvieran, es que no las estaba utilizando de la manera que debía. En mi caso, no machacaba lo suficiente el café y por eso se producían todas esas canalizaciones y subextracción del café. Y si te encuentras en un caso similar, con un nuevo y flamante portafiltros que empieza a salpicar en cuanto empiezas a hacerte el café, puede que en este artículo descubras una ayuda.
Todos los accesorios trabajan en conjunto, pero algo en lo que al final coinciden muchos divulgadores del café es que un buen molinillo es más importante incluso que la propia cafetera. Eso sí, todos los accesorios que he ido comprando contribuyen a tener una mejor experiencia a la hora de hacerme el café. Tardo mucho más que antes, pero es un proceso que disfruto cada mañana.
Eso sí, lo próximo es un molinillo bueno para espresso. Donde no me voy a meter es en los hornillos domésticos, ya que también dicen que hay que tomar café recién molido y recién tostado. Y me niego. De momento.
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