Descompuesto hace más de 175 millones de años, Pangea fue el último de los diversos continentes unitarios, totales, que se formaron y rompieron a lo largo de la historia geológica de la Tierra. Y además de ser el más reciente, es el único del que tenemos un conocimiento preciso. Sabemos de su contorno, de sus formas, del puzzle completo en el que encajaron los actuales continentes y subcontinentes del planeta. De ahí que se haya convertido en una singular pieza pop.
Tan exacto y preciso es nuestro conocimiento sobre las formas de Pangea que hoy, tantos millones de años después, somos capaces de reproducir nuestras actuales fronteras políticas sobre su superficie. Es lo que hizo el artista italiano Massimo Pietrobon para Brilliant Maps, el popular repositorio sobre cartografías y mapas de toda condición. En aquel, se repartían los dos centenares de estados constituidos sobre el terreno argamasado de Pangea, un continente sin fisuras.
El resultado es interesante en tanto que nos permite componer a través del presente las diversas piezas del rompecabezas tectónico que es la Tierra. El encaje más evidente corresponde a Sudamérica y África: de reorganizarse Pangea, la totalidad de la costa brasileña se ensamblaría con el Golfo de Guinea y la mayor parte del litoral atlántico africano. La hipótesis da buena medida de la brutal extensión de Brasil, capaz de abarcar un terreno que conduce de Liberia a Namibia.
La costa pacífica de Sudamérica también se vería alterada. Norteamérica caería sobre el Caribe y Centroamérica, a los que desplazaría hacia el sur y constreñiría sobre Venezuela, Colombia y Perú. México se fragmentaría y los diversos países del itsmo americano, desde Panamá hasta El Salvador, se repartirían sobre la costa colombiana, ecuatoriana y peruana, privándoles de acceso al mar. Chile, Bolivia, Paraguay y Argentina, por este lado, quedarían relativamente intactas.
También es interesante lo que sucede con África por el norte. El Sáhara y la costa marroquí, senegalesa o mauritana chocarían de frente con la East Coast estadounidense, fundiendo el océano entre ambas. Por lo demás, Canadá y Estados Unidos mantienen su forma: África y América son los dos continentes que, a juzgar por la cartografía, más reconocibles nos resultarían en una mitológica Pangea unificada (de nuevo). Peor suerte correrían Asia y Europa.
La primera se fragmentaría en varias unidades. Oriente Medio, cruce de culturas y puente de paso entre Oriente y Occidente, se desgajaría en su totalidad y quedaría unificado al Cuerno de África. Más al sur, el subcontinente indio navegaría hasta adherirse a Madagascar y el sur del continente africano: la India, Pakistán, Bangladesh, Nepal y, atención, el Tíbet se alejarían irremediablemente del corazón de Asia. China, Japón, Corea y la Indochina se marcharían al norte del mapa.
Entre tanto, Europa, descompuesta. Rusia se acercaría a Canadá por el Ártico, y sostendría a parte de Europa central y oriental, llegando hasta Francia y la Península Ibérica, que se encajonaría en el hueco sobrante entre África y América del Norte. De forma efectiva, chocaría con Terranova. Los Balcanes, por su parte, se romperían en dos, quedando la antigua Yugoslavia, Albania y Grecia adheridas a Italia, que a su vez se uniría al Magreb. El resultado es un golfo gigantesco abierto por tan abrupta ruptura, el antaño Mar de Tetis.
Huelga decir que Pangea, de sostenerse en el tiempo, habría reconfigurado para siempre el mapa político de la Tierra y las relaciones que los diferentes humanos habrían entablado entre sí. El mapa sólo es un bonito ejercicio imaginativo en base a las fronteras actuales, tan recientes y arbitrarias. La mera idea de Pangea es más antigua que muchos de los países citados, apareciendo por primera vez de la mano de Alfred Wegener en 1926 y basado en sus trabajos previos.
Se puede observar (y comprar) con algo más de detalle aquí. Y hay una versión interactiva y 3D aquí.
Una versión anterior de este artículo fue publicada en septiembre de 2018.