Hace tres años el pueblo británico tomó una decisión de imprevisibles consecuencias: abandonar la Unión Europea. A día de hoy aún no sabe cómo concertarla. Reino Unido se encuentra en un callejón sin salida después de que la Cámara de los Comunes rechazara el martes, por segunda vez, el Acuerdo de Salida planteado por Theresa May, y de ayer vetara de plano la posibilidad de un "no deal".
¿Entonces qué?
Prorrogar. Parece la única salida plausible. La cuestión es bajo qué condiciones. Hoy el parlamento deberá votar el último órdago de May: si la cámara sanciona su acuerdo con Bruselas antes del 20 de marzo el gobierno solicitará un aplazamiento del Brexit para el 30 de junio. De lo contrario, plantea May, Reino Unido deberá suspender indefinidamente el proceso de salida. Borrón y cuenta nueva.
El problema. Ambas posiciones son inasumibles para un irreductible grupo de brexiteers, encabezados por el European Group Research. Apoyar la enmienda de May implicaría insuflar aire a un gobierno con respiración asistida, y aceptar de forma táctica su demonizado acuerdo. May ganaría un tiempo vital para obtener mejores condiciones de Bruselas y Dublín, limando quizá la cuestión del "backstop".
Es un precio político alto. Para gran parte de la sociedad británica, el acuerdo de May es tóxico.
Sin Brexit. Ahora bien, la alternativa es aún más tenebrosa para los partidarios del Brexit: una cancelación total de la ruptura con Europa. Es probable que los socios comunitarios exijan condiciones concretas para una prórroga temporal de la fecha de salida, prevista para el 29 de marzo. Sin ellas, argumenta el gobierno, Reino Unido sólo tendría una opción. Empezar las negociaciones de cero.
Muchas dudas. O lo que es lo mismo, abrir un nuevo ciclo electoral. El aplazamiento indefinido del Brexit implicaría nuevas elecciones y, de forma paralela, un creciente debate sobre la necesidad de un segundo referéndum. Reino Unido se vería obligada a celebrar elecciones europeas, cuestión anatema para el núcleo duro brexiteer, y tanto los conservadores como los laboristas se romperían en el camino.
¿Entonces? El parlamento se ha arrinconado solo. Los partidarios del Brexit tienen claro qué no quieren: el acuerdo de May, una suspensión indefinida y un "no deal". También tienen claro qué quieren: salir de la UE. Tres años después, sin embargo, siguen sin saber cómo ejecutar la idea, más allá de futuros fantásticos en los que la UE pierde su poder de negociación y ofrece condiciones más ventajosas.
Es un bloqueo. Uno que podría enterrar el Brexit para siempre gracias al enrocamiento de sus partidarios más enfervorecidos. En las proverbiales palabras de una fuente de Bruselas: "Es como si el Titanic votara que sea el iceberg quien se mueva".