“La medicina es veneno, la medicina occidental no puede curarte”. Así de tajante fue Hong Chi Xiao, pseudoterapeuta australiano, a la hora de diagnosticar el problema de salud de un niño, según aseguró la madre durante el juicio que investigaba la muerte del pequeño. Los padres y la abuela se han librado de su acusación por homicidio involuntario, pero no el curandero, que acaba de recibir una condena por ese mismo cargo.
Paida lajin: así se llama el supuesto método de curación que aplicó Xiao, una terapia basada en palmadas y golpes con la mano abierta sobre la piel del paciente mientras éste debe adoptar varias posiciones para estirar los músculos. Según se recoge en el juicio, el niño de seis años se quejó a sus padres del hartazgo de tener que recibir cuatro inyecciones de insulina cada día, y los adultos decidieron internar al menor en uno de los talleres de curación del “doctor” en Sidney.
La agonía: allí le retiraron la medicación y empezaron a golpear su cuerpo durante varias sesiones. Al cuarto día, y a pesar de ver que no podía hablar ni abrir los ojos, los participantes siguieron abofeteándole para mantenerle despierto y seguir con la terapia. Al día siguiente el menor comenzó a vomitar una sustancia de color negro y convulsionó. Se estaba muriendo de cetoacidosis diabética, una acumulación en el organismo de ácidos por falta de insulina. El grupo dejó al niño acostado en una habitación de hotel y al poco tiempo falleció.
Una terapia ya célebre en las crónicas de sucesos: el mismo matasanos, que ahora vive en California, está pendiente de la resolución de otro juicio abierto en 2016 por la muerte de una mujer británica. Según cuenta su hijo, y provocado por el miedo a las agujas, su madre llevaba 11 años buscando terapias alternativas para tratar su diabetes. Sin ser paida lajin, también otros terapeutas han sido condenados recientemente por homicidio involuntario, uno en Estados Unidos por la muerte de un niño de 13 años al que se le sustituyó la insulina por friegas con aceite de lavanda y otro caso de menor italiano, cuyos padres consintieron que se tratase la otitis de su hijo con homeopatía.
La medicina tradicional china es el último arma de "poder suave" de China: así de tajante titulaba el South China Morning Post, diario hongkonés en lengua inglesa propiedad de Alibaba Group, un artículo vanagloriándose de las buenas cifras de esta industria. Según las cifras del subjefe de la Comisión de Salud china, la la industria farmacéutica enmarcada en la MTC ha crecido un 20% en los últimos cinco años, y su última valoración la ubicó en más de 100.000 millones de euros, un tercio de toda la producción nacional de medicamentos. Su influencia y su éxito, dicen, no para de crecer en todo el mundo.
En pos de la identidad nacional: más grave aún si cabe es que este crecimiento de la industria de la MTC está en consonancia con los planes gubernamentales, como expresaba recientemente Xi Jinping tras su decisión de aminorar los requisitos de licencias y la apertura de hospitales enmarcados en estas prácticas. El país ha decidido que la competición por la medicina tradicional, asociada a occidente, es demasiado cara, y fomentar el uso de terapias alternativas facilita una pujante industria que abarata el gasto sanitario por ciudadano y permite ahondar en la pretendida unidad étnica que usan como relato vertebrador del país.
Oficializando la práctica: a principios de año la OMS decidió incluir remedios ancestrales y acientíficos propios de la jerga de la MTC en su nueva clasificación de enfermedades, para horror de múltiples voces científicas. Muchos responsabilizan de este gesto a la ex directora de la OMS Margaret Chan, quien dirigió la OMS hasta 2017 y tenía estrechos vínculos con China.