La retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán ha tenido una consecuencia casi inmediata en la economía global: el aumento del precio del petróleo. Los mercados han reaccionado con rapidez a la decisión de Donald Trump de recuperar las sanciones anuladas por la negociación entre Irán y las sesis potencias globales, previendo un descenso de la demanda y, en consecuencia, aumentando el precio del barril. Ya está en los 77$, su cifra más alta en tres años.
¿Por qué sube? Porque Irán va a quedar en fuera de juego cuando las sanciones vuelvan a tener efecto. El país siempre ha sido uno de los principales productores, pero las sanciones impuestas por EEUU y sus aliados en 2012 descendieron su producción de forma dramática, situándola por debajo de los 3 millones de barriles diarios. El acuerdo volvió a abrir el mercado global a Irán, por lo que su producción comenzó a subir, rozando los 4 millones de barriles diarios a principios de este año.
El largo plazo. El regreso de las sanciones provocará que Irán, con toda probabilidad, tenga que reducir su producción diaria. Lo que hará del petróleo un bien aún más escaso: el barril de brent había encadenado un año de constante subida gracias al escaso fondo de armario de los países productores. Se produce lo justo para ser consumido, y los países miembros de la OPEC prevén que a lo largo del año la oferta se estreche aún más. La lógica del mercado está haciendo el resto.
¿Quién gana? El sospechoso habitual: Arabia Saudí. Mohammad Bin Salman se ha propuesto remodelar la economía del país petrolero antes de 2030, lo que requiere de gigantescas inversiones para cuadrar su habitual déficit presupuestario. ¿Cómo lograrlo? Algunos analistas han puesto cifras al proyecto de Salman: un barril de brent a 88 dólares la pieza. El acceso de Irán a los mercados y su musculosa producción diaria habría impedido la suerte de crisis de oferta que interesa a su rival.
El interés de Arabia Saudí en romper el acuerdo nuclear era tan político como económico.
¿Quién pierde? Lógico: Irán. La república islámica atraviesa una profunda, crítica crisis económica. El fin de las sanciones había abierto las puertas de los inversores extranjeros, pero la carencia de fiabilidad por parte de las entidades bancarias ha mantenido al anhelado crédito lejos del país. Un aumento del precio del petróleo no está en contra de sus intereses. Que dicho aumento esté motivado por el regreso de las sanciones y su revivido aislamiento internacional, sí.
Quizá previéndolo, sus exportaciones se habían disparado durante los últimos meses.
El rol externo. El proceso beneficia y perjudica a otros agentes. Estados Unidos, por ejemplo, tiene poco que perder: su producción de petróleo es tan gigantesca, gracias a la boyante industria del fracking, que ya no requiere de importaciones del exterior. Para China sí es un problema: Irán se había convertido en un importante socio comercial capaz de satisfacer las siempre crecientes de la economía china. Es probable que esa puerta sí siga abierta, aliviando levemente a Irán.
Quizá no tanto la de los países europeos. Diversas compañías petrolíferas, como BP, Shell o Total, quizá tengan que paralizar inversiones que ya tenían en marcha.