Por qué los creadores de VFX son los más maltratados (y minusvalorados) del mundo del cine

Hoy se estrena "La fiesta de la salchichas", una irreverente película animada que no deberías ver con tus hijos -y probablemente tampoco con tus padres- y que se ha convertido en un fulminante éxito allí donde se ha estrenado. Ese éxito esconde un secreto, no obstante: el de su equipo de animadores, muchos de los cuales se quejan de que no cobraron las numerosas horas extras invertidas o que incluso no aparecen en los créditos del metraje.

No es la primera vez que los profesionales del sector hablan del tema. El trasfondo de la industria de las películas de animación es tan negro como el fondo del pozo de Blancanieves, y está plagado de profesionales que callan para poder seguir trabajando en lo que aman. No solo eso: renuncian a un trato justo por algo tan triste como real: el prestigio.

Dichoso prestigio

El submundo de los efectos especiales y la animación tiene un particular defensor: Vfx Soldier, que desde hace años mantiene un blog con el mismo nombre en el que nos habla de los dimes y diretes de la industria.

Sus críticas al sector han sido continuas, y en una de ellas contaba el caso de un animador ya veterano al que le llegaron tres presupuestos distintos para una película de animación. En dos de ellos le pagaban relativamente bien. El tercero era de Pixar, y allí la oferta era un 30% inferior a las otras dos. Ese animador escogió la de Pixar. ¿Por qué? Fácil.

Prestigio.

Esa es una de las bazas con las que juega la industria. La otra es probablemente la pasión. La que muchos profesionales del sector comparten y que hace que se sientan extrañamente afortunados. Trabajan precisamente en algo que aman hacer y que harían casi gratuitamente. Quitad ese condicional: algunos trabajan gratuitamente, pero la cosa va más allá: algunos pagan por ello.

Es otro de los secretos a voces de los que también hablaba este profesional desenmascarado. El nombre real de Vfx Soldier es Daniel Lay, y acabó revelando ese dato para protestar precisamente contra las empresas que le habían dado trabajo en otro tiempo. Muchas sospechaban de él como autor de ese blog, y le acabaron metiendo en una lista negra. Trabajar en la industria ya no sería algo fácil para él.

Ese es precisamente uno de los riesgos que no quieren correr quienes trabajan creando personajes y animaciones para estas producciones mientras le roban tiempo al tiempo y ruegan porque su trabajo sea lo suficientemente bueno como para que cuenten con ellos en otra ocasión. Mejor callar y poder seguir haciendo lo que hacen. O más bien -insistimos-, lo que aman.

'La fiesta de las salchichas' no lo fue para sus animadores

En Variety nos descubrían ese caso más reciente de 'La fiesta de las salchichas", esa película que tiene el ¿honor? de haber sido calificada con la célebre R (de 'restricted', restringida) por parte de la todopoderosa e inquisidora MPAA. La película tuvo un presupuesto "modesto" de 19 millones de dólares y ha logrado recaudar ya 124 millones de dólares.

Convertir una película de bajo presupuesto en un éxito como este no es fácil, pero desde luego en ello han tenido mucho que ver los animadores de Nitrogen Studios, la empresa que se encargó de dar vida a los personajes gamberros -por decirlo suavemente- de esta producción. Un artículo en Cartoon Brew disparó las alarmas que luego se ampliaron en otros medios como el citado Variety.

En todos ellos se nos hablaba de cómo un grupo de profesionales de la industria habían demandado a Nitrogen Studios. Lo hicieron a través del sindicato Unifor 2000 que tiene sede en Vancouver que agrupa a unos 800 trabajadores en este campo, pero sin dar nombres. Todos ellos se quejaban no solo de no haber cobrado las horas extra invertidas en la producción, sino de otra puñalada trapera. De los 83 animadores que trabajaron en la película, 37 tuvieron la osadía de quejarse. Su castigo fue sumarísimo: no salir en los títulos de crédito de la película.

"Muchos de estos animadores están demasiado asustados para dar la cara", explicaba Jennifer Moreau, vicepresidenta de este organismo. "Tienen miedo de ser incluidos en una lista negra y se les niegue el empleo en lo que es esencialmente una comunidad pequeña y muy unida en la que van de contrato en contrato". ¿Os suena el discurso? Puede que no, pero no es precisamente nuevo.

El último de una larga lista de escándalos en la industria VFX

El 24 de febrero de 2013 los Vengadores -vestidos de esmoquin, eso sí- se subían al escenario del Dolby Theater en Hollywood para presentar al ganador a los mejores efectos especiales. Competían 'El Hobbit', 'La vida de Pi', 'Los Vengadores' (cómo no), 'Prometheus' y 'Blancanieves y la leyenda del cazador'. And the oscar went to...

'La vida de Pi', por supuesto. Lo curioso -o más bien, lo trágico- de ese garlardón fue que 11 días antes el estudio responsable de aquellos efectos especiales se había declarado en bancarrota técnica (el célebre Chapter 11 que da segundas oportunidades a las afectadas). La empresa, llamada Rhythm 'N Hues Studios, no era precisamente nueva en el mercado: anteriormente ya había ganado este premio en dos ocasiones (1995, 'Babe, el cerdito valiente' y 2013 'La brújula dorada').

¿Qué estaba fallando en la industria? Pues esencialmente lo mismo que se ha repetido una y otra vez, y los responsables de esta empresa indicaban que básicamente su estudio no podía cubrir el coste de esas producciones al precio que habían accedido a cobrar por parte de las productoras. Estaban regalando su trabajo.

La crisis se dejó notar en aquella ceremonia. O lo intentó. Bill Westenhofer fue uno de los cuatro miembros de R&H que recibió la estatuilla. Lo que no recibió fue tiempo para decir lo que quería decir. "Lamentablemente, Rhythm & Hues está sufriendo dificultades financieras muy serias ahora mismo... Les insto a recordar..." La organización cortó el micro y comenzó la reproducción de una banda sonora que intencionadamente o no parecía tétricamente adecuada: la de 'Tiburón'.

Aquello fue la gota que colmó el vaso, y las redes sociales se llenaron de mensajes de crítica a una industria que no defendía a sus trabajadores y que estaba mordiendo la mano que le daba de comer. Un año más tarde aparecía 'Life after Pi', un documental de 30 minutos que precisamente narraba aquella tragedia y que podéis encontrar en YouTube:

Mientras tanto se van produciendo esfuerzos en este terreno, y pequeños sindicatos de animadores tratan de defender unas condiciones de trabajo justas para esos profesionales. Steve Hulett, del Animation Guild, un grupo de animadores con sede en Los Ángeles, ha logrado llegar a acuerdos con estudios como Dreamworks, Warner Bros o Walt Disney para "garantizar ciertos salarios, horarios y condiciones de trabajo".

Para muchos la historia ha acabado mal, pero en Rythm & Hues consiguieron salvarse: un conglomerado de empresas ganó la subasta para hacerse con la compañía por unos 30 millones de dólares, y eso ha permitido a sus profesionales -al menos, a parte de ellos- seguir haciendo lo que aman. Cosas como estas, por ejemplo.

Puede que eso sea lo único importante al fin y al cabo.

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