Del peronismo suele decirse que es inexplicable, un "sentimiento", más que una ideología. El sanchismo va camino de serlo también. Tras cinco días de incógnitas, movilizaciones, críticas y procelosos ríos de tinta por los que han navegado teorías de todo pelaje, Pedro Sánchez ha resuelto hoy la incógnita: se queda. Su ejercicio de autocontemplación deja, eso sí, algunas consecuencias que van más allá de si continúa o no en La Moncloa. De su impasse de reflexión sale el que quizás sea el PSOE más peronista de la historia, con un gran peso de la política emocional, un proyecto basado en la figura de Sánchez y sin una alternativa de liderazgo.
Del "¿Merece la pena todo esto?" a erigirse adalid de la lucha contra lo que, en palabra de Sánchez, es un "movimiento reaccionario mundial".
Incógnita hasta el final. Nueve minutos y medio ha durado la comparecencia de Sánchez, pero no ha sido hasta el 6,16 cuando ha despejado la gran incógnita: "He decidido seguir". La frase cierra cinco días de incógnitas, un período abierto por él mismo el miércoles, cuando colgó en X una carta en la que dejaba en el aire su continuidad en Moncloa. Entonces y tras denunciar ser diana de un "ataque sin precedentes" por parte de la "derecha y ultraderecha", Sánchez se preguntaba si valía la pena continuar en el cargo. Hoy se ha respondido a sí mismo: sí.
Entremedias ha dejado cinco días de una incertidumbre tan opaca que esta misma mañana hasta sus colaboradores más próximos reconocían no saber si la balanza se decantaría hacia su continuidad o su salida de La Moncloa. "Tengo la sensación de que estamos leyendo las cartas del Tarot", admitía uno de ellos a El País.
El foco, en lo personal... Algo sí señalaban desde su círculo: en la balanza de Sánchez había dos pesas: la estrategia política y su decisión a nivel estrictamente personal. Palabra, esta última, que se ha repetido hasta la saciedad a lo largo de los últimos días: vida personal, decisión personal… El propio Sánchez dejaba botando esa idea en su carta, en la que reconocía que se planteaba dar un paso a un lado después de que un juzgado abriese diligencias contra su mujer por la denuncia de una "organización ultraderechista" y ver cómo "esparcen fango" sobre ella.
...Y la emoción sobre la ideología. Esta mañana Sánchez recurría a un discurso similar al insistir en el "acoso que sufre" su familia desde hace años. "He dado este paso por motivos personales, pero son motivos que todo el mundo puede sentir como propios", alegaba. El foco se aleja así una vez más de la ideología o las cuestiones que atañen directamente al gobierno para centrarse en la política más emocional —su familia, su mujer, el ataque personal—, con la que ha conseguido activar las bases socialistas. Un movimiento poco ortodoxo, sobre todo por parte del líder de un partido institucional, con responsabilidades de gobierno.
El eje pasa del debate ideológico a la política sentimental. Y en este caso ha pivotado claramente en la persona del propio Sánchez, no en las siglas. Ni siquiera en la discusión política. En parte lo dejaba entrever hoy él mismo al reconocer que su carta "no obedece a ningún cálculo político", sino a "motivos personales", y que si ha decidido seguir en el cargo es por las "muestras de solidaridad y empatía".
El PSOE más peronista. Con la incógnita del futuro despejada, queda una conclusión clara: ese ejercicio, deliberado o no, de centrar el foco en Sánchez y la política emocional ha derivado en el que tal vez sea el PSOE más peronista de la historia. Un concepto difícil de definir tras 80 años durante los que el movimiento ha mutado, pero que ha marcado de forma innegable la política argentina. Esa es la lectura que deja la calle, donde se han organizado movilizaciones en apoyo a Pedro Sánchez. El sábado unas 10.000 personas se reunieron en Ferraz, ante la sede del PSOE, para respaldar al líder socialista y lucir eslóganes como "Quédate Pedro".
La convocatoria coincidió con la reunión del Comité Federal del PSOE, pero el discurso se centró concretamente en la figura de Sánchez. Para la concentración, las federaciones autonómicas del PSOE movilizaron autobuses e incluso se instaló una pantalla en la puerta de la sede socialista para que los concentrados pudiesen seguir en directo las intervenciones del comité. La demostración de apoyo contó también con miembros destacados del partido, como el expresidente Zapatero o ministros como Ribera, Puente o Montero: "Pedro, presidente, quédate".
Fibra y asfalto . "Pedro Sánchez ha jugado en este episodio la carta de lo emocional y de la movilización", explica Joaquín Baeza, experto en peronismo, quien si bien aprecia ingredientes de la corriente surgida al calor de Juan Domingo Perón en la Argentina de la década de 1940, cree que todavía es muy pronto para extraer conclusiones definitivas o valorar un cambio en la estrategia de Sánchez.
"Aun así habrá que ver si es una estrategia puntual y qué continuidad tiene. Son elementos que se inspiran en el peronismo y en el populismo en general, pero aún están lejos de ser la base de su estilo político. O al menos todavía no alcanza la intensidad, tanto en cantidad como en profundidad, que vimos, por ejemplo, durante los años de Cristina Fernández de Kirchner", reflexiona.
Demostraciones de fuerza. Lo que tampoco resulta ajeno a la política argentina o el peronismo son movimientos como el protagonizado por Sánchez durante los últimos días. "Por seguir con el caso argentino, sí que fue una carta que utilizó Perón en muchas ocasiones, tanto en los años 40 como en los 70 —comenta Baeza—. Más recientemente, fue algo bastante habitual con Cristina, en su lucha contra el campo, los medios y el lawfare (algo que también rima con Sánchez).
"Presidentes peronistas como Menem o Alberto Fernández, en cambio, no utilizaron tanto la movilización. En un contexto diferente, Alfonsín, no peronista, convocó en más de una ocasión a la Plaza de Mayo ante una amenaza a la democracia o para anunciar medidas económicas", recuerda el experto.
"Seguir con más fuerza si cabe". Lo que amenazó con ser un paso atrás, similar al que dio hace medio año António Costa en Portugal, se ha convertido así en un ejercicio de autorreafirmación. Con su movimiento de los últimos cinco días, Sánchez ha logrado mostrar su respaldo en la calle —insuficiente para sus críticos— y a nivel institucional, con el apoyo de líderes de la izquierda latinoamericana. Y en un momento que podría resultarle delicado, tras la decisión de un juzgado de Madrid de abrir diligencias contra su esposa. Todo sin moción de confianza.
"He decidido seguir con más fuerza si cabe. No es un punto y seguido. Es un punto y aparte. Asumo el compromiso de trabajar [...] por la regeneración pendiente de nuestra democracia y el avance y la consolidación de derechos y libertades".
De músculo y debilidades. El movimiento de Sánchez ha tenido otra consecuencia clara. De forma deliberada o no, ha transparentado una de las grandes carencias del PSOE: la falta de alternancia, de un plan B claro al liderazgo personal de Sánchez tras casi una década como secretario general de los socialistas y años de marcada política táctica. Una de las grandes incógnitas de estos días ha sido precisamente quién podría sucederle en caso de que Sánchez diese un paso atrás y el PSOE quisiese intentar una nueva investidura con otro candidato.
En las quinielas se incluyó a María Jesús Montero, opción lógica por su cargo de vicepresidenta primera y su peso orgánico en el seno del PSOE; pero hubo incluso quien apuntó un hipotético retorno de José Luis Rodríguez Zapatero. Nombres a un lado, una idea quedó clara: si la decisión de Sánchez hubiera sido otra el PSOE afrontaría una transición más compleja que el horizonte que ahora se le abre.
La estrategia sobre la ideología. Esa falta de alternativa entronca directamente con la deriva del PSOE a lo largo de los últimos años y su apuesta por la táctica frente a la ideología o el proyecto político. Al encontrarse en la tesitura de buscar un "plan B", un líder con el que concurrir a nuevas elecciones o intentar una investidura, el partido ha transmitido que Sánchez resulta indispensable. Y no solo eso. Que su figura es un pilar clave del proyecto de la formación. Ya no es una simple cuestión de nombres o de liderazgos, sino de proyecto vertebrador.
Un liderazgo robusto. Las direcciones hegemónicas tampoco le resultan ajenas al peronismo, apostilla Baeza, quien recuerda que el movimiento "parece necesitar un liderazgo fuerte". "Lo lleva en el nombre y a lo largo de su trayectoria ha tenido líderes muy reconocibles, más allá de su ideología: Perón, Menem, los Kirchner. Algo extraño fue la presidencia de Alberto Fernández, con una teórica cabeza muy débil y varios grupos casi rivales detrás de él", comenta el experto.
"El PSOE es un partido mucho más institucionalizado y España tiene un sistema político diferente, pero hay que matizar que los partidos españoles o europeos no se sientan cómodos con un líder reconocible y carismático. En el caso del PSOE, pasó también con Felipe González y parece ocurrir ahora con Pedro Sánchez".
Imagen | Pool Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa
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