No hay respiro para el votante español. Finalizadas las elecciones generales se abre la campaña electoral para las autonómicas, municipales y europeas. En el plazo de treinta días España habrá votado cuatro veces sobre cuatro cuestiones distintas, en un supermes electoral que puede transformar por completo el equilibrio político del país. Para muchos, de hecho, las elecciones locales de mayo son una "segunda vuelta" a las generales.
¿Será así? Es incierto. Si bien es probable que exista cierto efecto arrastre a partir de las elecciones generales (muchos electores tenderán a repetir sus preferencias aunque el ámbito de los comicios sea distinto), lo cierto es que los resultados nacionales no siempre se replican a nivel autonómico o municipal. A menudo, los intereses que operan en las ciudades y en las comunidades son distintos a los estatales.
Pero la cercanía entre ambas convocatorias y cierto grado de correlación entre las tres citas electorales nos ofrece, en los resultados de anoche, algunas pistas sobre lo que podrá suceder dentro de un mes. Idénticas palabras se pueden escribir sobre las elecciones europeas, cuya coincidencia con tres comicios de mayor importancia para el electorado español las ha relegado a un segundo plano. Es probable que decaiga la participación o que se proyecte un voto en clave nacional.
La inminencia de las autonómicas y las municipales también marcará la estrategia de los partidos. Resulta plausible que las posiciones se mantengan fijan durante el próximo mes: PSOE, Unidos Podemos y otros partidos quizá interesados en tantear la posibilidad de una coalición, como Ciudadanos, no tienen incentivos para desvelar sus cartas antes de tiempo. En especial si existe la probabilidad de un pacto contranatura o descartado de antemano durante la campaña de las generales.
Para el Partido Popular las próximas elecciones sí servirán como revalida: el fracaso de Pablo Casado quizá obligue a su equipo a reformular la campaña, o al menos a matizarla. Y por último, el rol de partidos regionalistas o nacionalistas, en especial en los municipios catalanes y vascos, será clave a la hora de determinar quién obtiene qué ciudades. Aquí van algunas pistas sobre lo que puede suceder el 24 de mayo.
Comunidad de Madrid: la próxima batalla
Se da una circunstancia excepcional de cara a las próximas autonómicas. Galicia, Cataluña, Euskadi y Andalucía tienen sus propias fechas, por lo que no acuden a las urnas el próximo mes. Y la Comunidad Valenciana, la segunda más importante que sí lo hacía bajo el calendario común, adelantó sus elecciones parlamentarias para hacerlas coincidir con las generales. De modo que sólo hay un gran botín a ganar en estas autonómicas: la Comunidad de Madrid.
Ciudadanos es consciente de ello, y de ahí que anoche Rivera se dirigiera a sus simpatizantes acompañado de Ignacio Aguado, el líder de la formación naranja en la región. Cs obtuvo un resultado histórico en Madrid, desbancando al Partido Popular al frente del bloque conservador. Le superó en más de dos puntos porcentuales (20,93% frente a 18,64%) y aglutinó más de 786.000 votos (frente a los 699.000 de los populares).
¿Por qué es importante? Porque es probable que Madrid, una comunidad de tradicional voto conservador, otorgue una ajustada mayoría a los tres partidos de la derecha. Vox irrumpió en las generales con el 13% del voto. Las generales apuntan a un claro liderazgo de Ciudadanos dentro del bloque, lo que le entregaría las llaves de la Asamblea y la presidencia no sólo de su primera comunidad autónoma, sino también de la más relevante.
Es factible hasta cierto punto. El PSOE ganó la circunscripción con el 27% del voto, y el bloque de izquierdas ya quedó relativamente cerca del gobierno comunitario en 2015. Aquí la fragmentación de los partidos progresistas sí puede jugar en su contra: acuden a las urnas Podemos, Más Madrid (con Errejón al frente) y la unión de los anticapitalistas e Izquierda Unida (Madrid en Pie).
Madrid y Barcelona: los premios gordos
El panorama en las dos grandes ciudades de España es más complejo. Ninguna de las dos fuerzas en el gobierno, Ahora Madrid y Barcelona En Comù, participa en las elecciones generales. Habrá trasvase de votos inevitablemente, muy en especial en Madrid, donde la división de las fuerzas progresistas fragmentará la suma cosechada en su día por Manuela Carmena (por encima del 31%). Podemos tan sólo ha obtenido un 16% en la capital, cuatro puntos menos que en 2016.
¿Perderá la izquierda Madrid? El crecimiento del PSOE, también victorioso en la capital (27%), podría compensar la división de Más Madrid, Podemos y Madrid en Pie. Sin embargo, la derecha ha obtenido una mayoría resonante en términos relativos: la suma de PP (aún líder en el municipio), Ciudadanos y Vox supera el 53% de los sufragios entregados en las generales. Podría haber cambio de gobierno en Madrid.
En Barcelona la situación es aún más impredecible. El voto catalán es extremadamente dual, y no se comporta del mismo modo en las elecciones generales que en las autonómicas o municipales. El mejor ejemplo es Ciudadanos: fue la fuerza constitucionalista más votada en las pasadas autonómicas, arrebatando el cinturón rojo al PSC, pero ha quedado muy lejos en estas generales (11%, quinta fuerza).
En base a los resultados de anoche, dos elementos pueden reconfigurar el pleno barcelonés: por un lado, el crecimiento de Esquerra Repulicana de Catalunya sobre Junts per Catalunya. ERC apoyó la investidura de Colau en 2015, pero si repite el éxito cosechado en las generales (23%, primera fuerza en la ciudad condal) podría buscar apoyos independentistas (incluyendo a la CUP, que no participa en las generales) para obtener la alcaldía.
Por otro, el recrecimiento del PSC. Tras un lustro de sinsabores (segunda constitucionalista fuerza en las autonómicas, por detrás de Ciudadanos; segunda fuerza nacional en las generales, por detrás de En Comù-Podem), ayer se quedó a escasas décimas de convertirse en el partido más votado en Cataluña (22,81%). Sus resultados en 2015 fueron pobres, tras décadas de control municipal. Si quedara por delante de Colau, podría buscar una alcaldía junto a otras fuerzas no independentistas.
En última instancia, Colau sigue teniendo un elemento a su favor: su plataforma es la única capaz de aglutinar apoyos a un lado y a otro de la cuestión independentista. Pero los resultados de Podemos no auguran un escenario benevolente para la aún alcaldesa.
Las otras grandes ciudades
Hay vida más allá de Madrid y Barcelona. Una que depende de los contextos políticos propios de cada municipio. Valencia es quizá el más especial de todos. El adelanto favorecido por Ximo Puig ha revelado la precaria mayoría electoral sobre la que se asienta el gobierno del Botànic. Tan sólo el resonante crecimiento del Partido Socialista del País Valencià (del 20% al 23%) ha permitido sostener una mayoría frágil tras las pérdidas de Compromís (del 18% al 16%) y Podemos (del 11% al 7%).
Ahora mismo el ayuntamiento está en manos de las tres formaciones progresistas, y encabezado por Joan Ribò, de Compromís. La formación tomó las decisión de no acudir a las generales junto Unidas Podemos. El resultado ha sido calamitoso. Compromís ha perdido tres de sus cuatro escaños, y ha quedado en una decepcionante sexta posición en Valencia capital (7%). Son cifras que colocan un interrogante sobre el ayuntamiento, a asegurar en función de la resistencia de PSPV y Compromís en una campaña local.
Algo similar puede suceder en Zaragoza. La coalición sobre la que se sostiene el actual alcalde, Pedro Santiesteve, saltó por los aires durante los meses previos a las elecciones generales. Zaragoza en Común ha retenido a Izquierda Unida, pero no a Podemos, que concurrirá por su cuenta. La división interna y los resultados de anoche, en los que las tres fuerzas de la derecha sumaron el 51% de los votos apuntan a un cambio de gobierno. Si la izquierda lo sostiene, será mediante el PSOE (30%).
Diferente perspectiva en Sevilla. En 2015 el PSOE recuperó la alcaldía gracias al desplome popular en el municipio (del 40% en 2011 al 33%). El PSOE se quedó muy cerca (32%) de arrebatarle la primera posición, premio que probablemente consiga en estas municipales: ayer fue la fuerza más votada de la capital hispalense con el 32%, muy por encima de PP (17%) y Cs (16%). La cuestión es, ¿logrará controlar el pleno tras la caída de Podemos (del 20% al 16%) y el surgimiento de Vox (13%)?
PS-A y Podemos sumaron el 48% de los votos anoche. Están cerca, pero quizá no lo suficiente.
En Bilbao, por último, puede imperar la estabilidad. El PNV mejoró su ya excelente resultado de 2016, pasando del 27% del voto al 33%. El voto vasco también es dual, y no se comporta de igual modo en las municipales y en las generales. Es posible que la formación nacionalista mejore su registro dentro de un mes, y se sitúe en cifras similares a las de hace cuatro años (39%). Entonces le bastó con el apoyo del PSE para investir a Aburto como alcalde, y un hipotético pacto nacional entre PNV y PSOE reforzaría la reedición de aquel acuerdo.
Las otras comunidades en disputa
Hay vida más allá de Madrid, muy en especial en las comunidades autónomas del interior que siempre han oscilado entre Partido Socialista y Partido Popular. La división del voto conservador y las rotundas consecuencias del sistema electoral generaron escenarios extraños, inéditos durante las últimas décadas.
Castilla y León es el mejor ejemplo. El PP se desplomó anoche. Pasó del 44% de los votos cosechados en 2015 al 26% en 2019, perdiendo la primera posición en la comunidad y ocho diputados. El PSOE sólo necesitó crecer del 23% al 29% para arrebatarle el liderazgo en una comunidad histórica, radicalmente conservadora. Fue la primera fuerza más votada en todas las provincias, a excepción de Ávila y de Salamanca. El modesto crecimiento de Cs se saldó con 7 escaños más.
¿Y Vox y Podemos? Si las autonómicas se asemejan a las generales, malas noticias para el bloque de izquierdas. UP cayó del 15% al 10%, y Vox se colocó por encima del 12%. Pese al triunfo socialista y a la debacle del Partido Popular, el gobierno de la comunidad parece asegurado para las fuerzas derechistas: PP, Ciudadanos y Vox sumaron ayer el 56% de los votos.
La situación en otras regiones es más favorable a los intereses de la izquierda. El PSOE superó al PP tanto en Aragón como en Castilla-La Mancha como en Extremadura, gobiernos autonómicos que ya controla. En la primera los socialistas pasaron del 24% al 31%, un crecimiento que abunda en la decadencia de Podemos (del 19%, primera fuerza en Zaragoza en 2015, al 13%). El PP se hundió (del 35% al 18%) y Cs y Vox registraron similares ganancias al esto de España.
¿Veredicto? Impredecible. Lambán ha sido uno de los barones más críticos con Pedro Sánchez y proclives a un pacto con Ciudadanos. Los numeros, de confirmarse la tendencia de las generales, darían. En Aragón hay que sumar otros factores alternativos: el rol del PAR y de CHA, dos partidos de histórica importancia en autonómicas, puede contribuir a aproximar una mayoría progresista. Pero si Cs es primera fuerza entre la derecha, tendrá el incentivo de solicitar su investidura a PP y Vox (50% ayer).
Similares problemas afronta el PSOE en Castilla-La Mancha. En 2015 gobernó gracias a la rotunda estabilidad del bipartidismo. Los votantes sostuvieron tanto a PSOE como a PP por encima del 35%, y sólo la puntual aparición de Podemos (9%, tres escaños) permitió decantar la balanza en favor de las fuerzas izquierdistas. Es improbable que algo así suceda en 2019: Ciudadanos y Vox estuvieron muy por encima de la formación morada entonces (17% y 15%) y obtendrán representación parlamentaria.
La suma de la derecha llegó ayer al 54% de los votos. Page, al igual que Lambán, puede apostar por el pacto con Ciudadanos, pero es una vía incierta.
Extremadura parece una plaza más predecible. El PSOE mejoró su resultado de 2016, llegando al 38% del voto gracias al descalabro del PP (del 39% al 21%). Por su parte, Podemos amortiguó parte de la caída (del 13% al 9%). Entre ambos suman el 47%, cifras no demasiado inferior a la de los tres partidos conservadores (en torno al 50%). Un repunte en el apoyo al socialismo, históricamente muy dominante en Extremadura, puede permitir a Vara retener el gobierno de la Junta.