Qué sienten y sufren los niños separados a la fuerza de sus padres por decisión de Trump

Qué sienten y sufren los niños separados a la fuerza de sus padres por decisión de Trump
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El pasado siete de mayo, el Fiscal General de los Estados Unidos, Jeff Sessions, acudía a un surrealista pasaje de la Biblia para anunciar una de las políticas migratorias más controvertidas de la Administración Trump: la separación forzosa de las familias de migrantes irregulares detenidas por la guardia fronteriza entre México y Estados Unidos. Desde entonces, miles de niños han sido retenidos en centros de inmigración mientras sus padres eran deportados a sus países de origen.

La decisión, como cabría esperar, ha causado una gigantesca polémica internacional, espoleando debates sobre el carácter xenófobo e inhumano de la Administración Trump dentro y fuera del propio Partido Republicano. El pasado fin de semana el clímax mediático llegó a su punto álgido: la visita de varios medios de comunicación a uno de los centros de retención de inmigrantes puso de manifiesto las extremas condiciones a las que miles de infantes se han visto sometidos.

Enjaulados, monitorizados, custodiados y separados de sus padres, las imágenes difundidas tanto por el propio gobierno federal como por diversos fotógrafos desplazados a los centros de detención han palidecido al lado de los audios difundidos por ProPublica, una organización no gubernamental. En ellos, extractos de grabaciones filtradas a la esfera pública, se escucha a grupos de niños llorar desconsoladamente y rogar sin éxito por la permanencia de sus padres junto a ellos.

Se pueden escuchar extractos de las grabaciones aquí. Sin excepción, todas ellas resultan estremecedoras. A gran escala, la política de la Administración Trump busca frenar a las familias centroamericanas de entrar ilegamente en territorio estadounidense. El mensaje que se envía es claro: si pretendes cruzar la frontera de forma irregular, es probable que pierdas a tu hijo. Los progenitores son deportados de inmediato, pero los niños son retenidos durante semanas.

A partir de ahí, las familias tienen dos opciones, como expone en primera persona una madre guatemalteca en este reportaje del New York Times: o bien contactar con un familiar ya presente en Estados Unidos para que se haga cargo legal del pequeño o bien solicitar la deportación del mismo a las autoridades de su propio país. No cuesta imaginar la suerte de impacto psicológico que un proceso de desarraigo semejante puede tener en la salud emocional de cualquier niño.

¿Pero qué sienten y cómo sufren un proceso semejante? Más allá de las adversidades propias de cualquier niño obligado a surcar un continente a bordo de La Bestia, el siniestro tren que transporta a miles de inmigrantes irregulares desde Centro América hasta la frontera con Estados Unidos, la separación de sus padres conlleva una serie de traumas emocionales muy bien reconocidos y estudiados por la psicología contemporánea: el síndrome de ansiedad de la separación.

Como se explica aquí, el síndrome está clasificado como una enfermedad psicológica ("disorder") en el manual DSM-5, el estándar internacional para la clasificación de patologías mentales. A corto plazo el trauma es evidente y queda manifestado de forma dramática en los audios difundidos por ProPublica: desconsuelo, miedo, incertidumbre y ansiedad. En esencia, una separación forzosa derrumba por completo la pirámide emocional sobre la que se sostienen los niños, que a menudo empieza y termina por sus padres. A cambio, quedan constreñidos en jaulas.

Las terribles consecuencias a largo plazo

¿Pero qué hay de los efectos a medio y largo plazo? Se sabe, por ejemplo, que un trauma de separación temprano puede hipotecar el modo en que un ser humano se relaciona a lo largo de toda su vida. Una vez en la edad adulta, los niños separados de sus padres tienen más probabilidades de gestionar peor sus conflictos emocionales, de tolerar en menor grado las situaciones de ansiedad o de relacionarse con éxito y de forma individual con los adultos de su entorno social.

Como se explica en este estudio, "el fenómeno de la ansiedad provocada por una separación está apoyado por modelos animales, neuroimagen y estudios genéticos". Es decir, tiene fundamentos evolutivos evidentes, lógicos y consecuentes con el rol de protección destinado a los progenitores en todo el orbe animal. La separación representa un evento traumático que los adultos arrastran a lo largo de su vida, desarrollando ansiedades y desórdenes emocionales más difíciles de combatir con intervenciones psicoterapéuticas y farmacológicas que en otras personas.

Cuando comienza en la infancia, otros estudios han ilustrado que el síndrome de ansiedad de separación tiene una prevalencia de hasta el 40% en los sujetos estudiados. De forma general, uno de cada tres niños seguirán sufriendo las consecuencias emocionales y psicológicas del trauma a lo largo de su vida adulta. En todos los casos en los que pervive, el síndrome tiene un altísimo impacto en la vida diaria y en las relaciones personales de los adultos que lo sufren.

De forma lógica, una separación traumática hipoteca el desarrollo vital de cualquier niño. Se sabe que el síndrome ha afectado en gran medida a un amplio porcentaje de los delincuentes estudiados a nivel psicológico, del mismo modo que se sabe que la presencia de un hogar seguro y figuras paternales estables contribuyen a mejorar las perspectivas vitales de cualquier persona.

Un trauma de separación a edad temprana puede tener efectos duraderos en las relaciones afectivas y en la salud emocional de las personas adultas

Otros estudios han indicado que una separación breve de apenas "seis meses" puede provocar que un niño en fase de crecimiento y formación emocional crítica desarrolle un carácter poco afectivo, resultando en mayores problemas a lo largo de toda su vida para establecer relaciones sociales y personales efectivas. La discontinuidad de la relación entre un hijo y una madre, por breve que sea (y especialmente si resulta tan traumática), es un factor crítico para el desarrollo afectivo de los niños. El trauma va más allá de quedar confinados a una jaula y custodiados por un rifle.

Dada la escala de la política impuesta por Sessions (según AP hay 2.000 niños separados de más de 1.900 familias, y Estados Unidos custodia ahora mismo a alrededor de 10.000 infantes alejados de sus progenitores), no cuesta imaginar sus catastróficas consecuencias estructurales. Como analizan en Business Insider varios expertos, los niños tienden a solventar las situaciones de estrés a través de sus cuidadores adultos. Sin su presencia, tienen más riesgo de desarrollar problemas futuros de autogestión emocional, expuestos a la depresión y a otras enfermedades.

A nivel práctico, la separación traumática de sus padres representa un nivel de estrés psicológico y emocional similar al de cualquier niño que sufra abuso doméstico. Más allá del horror inmediato, son cuestiones que pueden poner en riesgo su desarrollo formativo y emocional para siempre.

De ahí que la presión mediática para revertir la política de la Administración Trump sea tan alta. En sólo tres días se han recaudado 4 millones de dólares para ayudar a las familias separadas. La oposición política es unánime dentro del Partido Demócrata, pero también ha sido significativa en los sectores más moderados del Partido Republicano. Más allá del daño causado a los niños, la política entraña sus riesgos por el gigantesco problema logístico que plantea al gobierno.

Por último, las imágenes tienen una gigantesca carga mediática que daña la reputación internacional de Estados Unidos por sus siniestros paralelismos. Pese a todo, ni Trump ni Sessions han indicado que la política de separación vaya a aminorar durante las próximas semanas. El objetivo de la Administración republicana es mostrar músculo en la frontera (ante la falta de un muro) y de frenar el flujo de familias deseando pisar Estados Unidos en busca de un futuro mejor.

Imagen | Rebecca Blackwell/AP

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