A principios del mes de mayo aparecieron en prensa un puñado de casos de viajeros europeos que iban en busca de trabajo y acababan retenidos en centros de inmigración. "Venía a buscarme la vida y se me ha tratado como a una delincuente", decía una española que no presentaba sus papeles en regla con las nuevas y complejas normas y que estuvo detenida durante casi una semana junto a otros ilegales con sus libertades restringidas.
New immigration stats out today reveal first signs of impact of end of free movement.
— Marley Morris (@MarleyAMorris) May 27, 2021
Most striking thing I've seen so far - number of EU passengers initially refused entry to UK at port has skyrocketed pic.twitter.com/zwBCqj1ghM
El pasado 1 de enero se hicieron efectivas las nuevas leyes británicas que impedían la libertad de movimientos, pero el bloqueo de tránsito por coronavirus había ralentizado hasta estas fechas el encontronazo con la nueva situación de los continentales.
Looking at the passenger refusal data for Q1 2021 and sorting to look exclusively at EU citizens, this is the picture broken down by nationality 2/ https://t.co/SHRDaex37m pic.twitter.com/tdvyOHJhvK
— Professor Michaela Benson (@Michaelacbenson) May 28, 2021
Europeos de primera y de segunda. Los casos de Wolfgang, Antonio o María han acaparado la atención de la prensa internacional, pero, tal y como acaban de desvelar ahora por las estadísticas de migración de Reino Unido, sus historias son anecdóticos sobre el total y la alarma debería sonar, en realidad, en otros países. En el primer trimestre de 2021 se detuvo a 11 españoles, 26 italianos y 12 alemanes, mientras que el número de polacos a los que se denegó la entrada fueron 140, 199 búlgaros y 1.852 rumanos.
¿Son cifras que tengan sentido? Podría pensarse que son más o menos proporcionales al volumen de viajeros proveniente de cada una de estas regiones con motivos laborales. Pero no: según un informe de 2019 del Observatorio Migración de la UE hacia y desde el Reino Unido, las nacionalidades europeas más recurrentes entre los migrantes hacia Reino Unido son polacos (14.5%), rumanos (7.2%) o irlandeses. Los españoles son, por ejemplo, un 3%. Eso quiere decir que, aunque sí iban más polacos o rumanos, la proporción de diferencia no era del orden de varios ceros con respecto a los europeos “de primera”.
¿Prejuicios de los guardias de fronteras? Es el temor, la “preocupación” de los organismos vigilantes de los derechos humanos. Hay quien ha recriminado este problema a la falta de formación de los oficiales de fronteras (se ha confirmado que se están llevando a cabo algunas retenciones de personas que sí cumplían los requisitos) y a la discrecionalidad en el escrutinio que permiten las nuevas reglas, lo que hace que los agentes miren con más lupa algunas solicitudes que otras. Por ejemplo, uno de los motivos de sospecha es que las personas puedan llevar encima objetos que hagan creer que el sujeto pretende acudir para trabajar en el país, un concepto que permite muchas interpretaciones.
Euronews por su parte confirma que por el momento la razón “no está clara” y que el Ministerio del Interior británico no ha dado aún respuestas. Según UK in a changing Europe, una organización de investigación asociada al King’s College de Londres, se trata de “poblaciones que durante mucho tiempo se han enfrentado a la discriminación y los prejuicios en el Reino Unido incluso antes del Brexit […] A pesar de que cuentan con una ciudadanía de la UE, [rumanos, búlgaros y polacos] constituían un número desproporcionado de personas rechazadas en los puertos de entrada de Gran Bretaña”.