El 28 de mayo de 1968, la policía franquista acudió al quiosco de Mercedes Vega, en el centro de Madrid. Con las formas de entonces, conminaron a una familia de dos generaciones de quiosqueros a contar todos los ejemplares del diario Madrid, meterlos en una caja, y que no se vendiese ni uno más, "bajo nuestra responsabilidad". Pero eso fue entonces, cuando la prensa en papel todavía tenía un empuje "que ni la radio ni la televisión pudieron anular".
El año que viene, Mercedes se jubila y deja atrás un quiosco en el que se ha esforzado ("por gusto") en mantener la venta de prensa y revistas hasta el final. "Todavía puedo", asegura, "porque a mi edad lo tengo todo pagado. Pero nadie podría sobrevivir ahora mismo con un quiosco dedicado al papel". ¿Ha sido el quiosco la última víctima de la batalla de la prensa con Internet? Depende de a quién preguntes. Y de lo que signifique "quiosco" a día de hoy.
"Es imposible salir adelante sólo con prensa", nos cuenta Alicio González, supervisor en Ilunion retail. La empresa de la Fundación ONCE mantiene 'quioscos' en toda la geografía española, principalmente en hospitales. Aunque hoy los denominan 'tiendas de conveniencia', adaptación de las convenience store de Estados Unidos y que en España son el sustituto natural del quiosco. Ya el propio nombre es una señal de por dónde van los tiros para que el quiosco sobreviva. La prensa es el gancho visible, pero la alimentación es lo que da dinero: "el snack, la chocolatina, el chicle, el caramelo...".
El papel se ha llevado consigo un tercio de los quioscos de España
Porque la prensa, la que causó la aparición de los quioscos a principios del siglo XX, ya no es lo que era. Sólo desde que empezó la crisis, los diarios han perdido varios millones de lectores y su difusión ha caído año tras año hasta culminar en 2015 con cerca de 2,5 millones de ejemplares. Por contrastar, en 1995 la difusión era de 4,2 millones... En un país con siete millones de habitantes menos que ahora.
Mercedes no recuerda que le quede ningún comprador habitual de prensa menor de 30 años, "ni siquiera en mi familia", se ríe. El comprador de prensa, en una pequeña encuesta informal, ronda los 40-50 años. "Los jóvenes se informan con Internet, y les basta con el titular y la noticia. A la gente mayor le resulta más sencillo informarse por radio y televisión". Y afirma que el doble combo de crisis e Internet ha sido lo que ha hundido al sector, que ha visto cómo cerraban 25.000 quioscos desde que empezó la crisis: un tercio del total de España.
Los quioscos actuales sobreviven de otra forma. En plena Gran Vía, ya se ven puestos en los que las bufandas, los souvenirs y las postales se han comido todo el terreno dedicado a prensa y revistas. "Tienes que amoldarte", aunque Mercedes se haya negado por profesionalidad a convertir su quiosco en otra cosa, "también por la situación. En mi caso, no tiene sentido vender bebidas o tabaco".
"A mí me gusta el papel como objeto, el tacto, cómo se ve... Eso no te lo ofrece Internet". Es emotivo hablar con esta mujer, apasionada por su profesión, cuando te cuenta la situación actual después de haber vivido el declive de la prensa impresa desde la trinchera: "he llegado a vender de media 500 ejemplares de El País cada domingo a quedarme ahora en los 100". Mercedes vivió los vespertinos, la formación de los grandes diarios actuales, una época en la que había mucho movimiento "y grandes plumas, columnistas de primera". Hoy no encuentra ningún sustituto a la altura en la prensa actual, "algo que también afecta a cómo están las cosas: la calidad de los periódicos no es la misma".
Cambiar o morir
El resto de quioscos del centro de Madrid se han diversificado ante la situación general: pequeños regalos, llaveros, objetos que nada tienen que ver con lo que llevó a la creación de estos puestos a principios del siglo XX, tan característicos de nuestras ciudades como un día lo fueron las cabinas telefónicas. Mercedes no recuerda nada parecido a la situación actual, ni siquiera "con el daño que hicieron los periódicos gratuitos, que también se han venido abajo. Hoy ya ni siquiera los coge la gente que entra el metro, apenas la gente mayor que se lleva unos cuantos". Mercedes se detiene para recargar un móvil, guardarle una bolsa a un cliente habitual, entregarle a otro un pedido de varios periódicos que le ha guardado mientras estaba de vacaciones -"clientes así ya casi no quedan"-....
Después nos señala la caída de las revistas, donde sólo el corazón aguanta. Ni hablemos ya de las revistas cochinas, una estampa clásica preinternet que ya no existe. Y de esto se habla poco, pero Internet también se llevó otro monopolio del quiosco y el videoclub: el porno. En cuanto al corazón, tras unos años en los que Cuore intentó implantar otro estilo, apenas resisten unas pocas.
Y sólo la decana Hola (desde 1944), y Pronto, cabeceras en las que coincide con Alicio ("son las más vendidas con diferencia"), cuentan con una salud envidiable. Por no hablar del resto. "Con lo que ha sido Interviú, y ahora apenas vendo un par de ejemplares. Y no todas las semanas. Y las cabeceras: hubo un tiempo en el que no me cabían todas en el expositor", algo que confirman el resto de quioscos, "y ahora...".
Una profesión de jornadas imposibles
"El sector papel ya no es una salida", nos cuenta Alicio. Ni los coleccionables, de los que ya nos contaron en su momento varios quiosqueros que sólo se venden las primeras entregas-, ni las revistas ni la prensa diaria venden en cantidades suficientes para mantener un empleo en condiciones. "A un chaval de veintipocos años le diría que pensase en otras líneas de negocio, preferentemente de alimentación y regalo. Así sí, es rentable para una persona. De otro modo, no compensa". Y menos con la cantidad de horas que requiere la profesión. Los puestos de Ilunion abren 14 horas. Mercedes mantiene abierto su quiosco 12 horas, y recuerda que "mis padres trabajaban aún más", cuando tenían que acudir antes de que saliese el sol a recoger los diarios del día a la distribuidora.
En un trabajo que ya pocas veces tiene la emoción de un día dominado por la noticia. Salvo "la boda de Cayetano en Hola, que fue una locura: ¡tres ediciones!", como nos señala Alicio, la prensa no consigue volver a sus días de gloria. "El día después de los atentados de Francia no se notó", afirma Mercedes. Un universo de distancia cuando, hace más de 40 años, "toda la familia vendimos paquetes y paquetes de periódicos sin parar. Nunca he visto nada igual, ni siquiera el 23F". Fue en 1973, después de que ETA asesinase a Carrero Blanco.
La nostalgia no es el final del camino
"Los quioscos han cambiado mucho", señala Alicio. "Ahora tienen otros controles y otra forma de operar. Todo tiene que estar empaquetado. Lo de tu infancia de ir al quiosco y que te diesen un regaliz con la mano ya no existe. Ahora todo va en bolsas, con pinzas, en cantidades. Ya no puedes comprar una chuche con cinco pesetas. Porque tampoco deja margen". Aunque los niños, señalan nuestros quiosqueros, todavía empujan. Ya sea con los cromos -"en ventas es lo más alucinante que le queda al sector impreso", apunta Alicio, aunque coincide con Mercedes que depende mucho de dónde esté situado el quiosco-, o con el consumo de snacks, saladitos y golosinas, los niños aún tiran de los clientes. Aunque hay un problema: España se hace mayor.
Mercedes tiene claro que el futuro de su quiosco será otro, alejado del papel, cuando se retire a descansar "y cambiar mi profesión de quiosquera por la de abuela". Alicio tiene un par de ideas para el que recoja el testigo: "la prensa sigue siendo atractiva, es un gancho visual. Aunque requiere mucha inversión para entrar desde cero por cómo funcionan las distribuidoras. Pero cualquier otra línea de producto, si estudias el público de tu zona, puede sacar a flote a un quiosco. Soy consciente de que nuestros puestos son privilegiados por su situación, pero si entiendes que el puesto tiene que convertirse en otra cosa, claro que es un buen negocio". Siempre que acepte que el papel nunca volverá a ser su fuerza motriz.
Fotos: Andre T.