París, lunes por la tarde. Marie Laguerre pasea junto a una cafetería central cuando un hombre se cruza en su camino. Le silba y le piropea, a lo que Laguerre responde con un sonoro "cállate". Sus caminos se separan hasta que el hombre, en evidente contrariedad, se frena y deshace lo andado. Laguerre hace lo propio y ambos se encaran brevemente hasta que él le atesta un puñetazo en la cara. Acto seguido se aleja mientras diversos testigos de la cafetería le detienen y le increpan.
De vuelta a casa, Laguerre sube el vídeo a YouTube y Francia estalla en un mar de indignación. El país se moviliza e inicia una conversación aún pendiente que mimetiza al movimiento #MeToo.
#BalanceTonPorc. "Denuncia a tu cerdo" es ahora mismo tendencia en el país galo. La agresión a Laguerre ha resonado en las cuatro esquinas del espectro político, provocando la solidaridad expresa de figuras tan prominentes como Anne Hidalgo, alcaldesa de París, o Marlenne Schiappa, ministra de Igualdad. El hashtag ha servido, como sirvió en su día #MeToo en Estados Unidos o #Cuéntalo en España, para movilizar a parte de la sociedad civil y colocar la cuestión de las agresiones verbales o físicas machistas en el centro de la agenda mediática.
« Il n’est pas tolérable qu’en France, en 2018, des femmes soient frappées dans la rue parce qu’elles refusent d’être insultées quand elles marchent. C’est un enjeu fondamental de liberté. C’est pourquoi combattre le harcèlement de rue est une priorité. » #BFMTV pic.twitter.com/DVcUCyJ3k1
— 🇫🇷 MarleneSchiappa (@MarleneSchiappa) 30 de julio de 2018
Tres millones. Veinticuatro horas y tres millones de visualizaciones después, sin embargo, Francia aún no ha hallado al autor de la agresión. La fiscalía parisina ha abierto una investigación de oficio. Hay numerosos testigos, aunque las imágenes del vídeo son difusas. "Esto sucede todos los días, en todas partes, y no conozco a una sola mujer que no haya vivido una historia similar. Estoy harta de sentirme insegura en las calles. Las cosas tienen que cambiar, y tienen que cambiar ya". Son las únicas palabras de Laguerre, incluidas en la descripción del vídeo.
La ley. La agresión y la polvareda mediática se enmarcan en pleno debate público sobre el feminismo y el rol de la mujer en las relaciones sexuales en Francia. Hace algunos meses Schiappa modificó la ley de consentimiento sexual y la fijó en los 15 años, circunstancia que alejaba al país de su rara excepcionalidad y que motivó fuertes críticas por parte de algunos sectores de la oposición. La ministra también sacó adelante un proyecto de ley que penaría las agresiones verbales o físicas a las mujeres en plena calle (exactamente la situación vivida por Laguerre).
El caso francés. La relación de Francia con el feminismo ha sido, hasta la fecha, compleja. De allí surgió el puñado de personalidades públicas (todas ellas mujeres que reclamaban el "derecho a seducir" de los hombres en plena oleada de protestas y movilizaciones a raíz del movimiento #MeToo. El manifiesto causó una gigantesca polémica sobre la supuesta raíz "puritana" del feminismo del siglo XXI, y evidenció el rol de Francia como verso suelto de la moral sexual (un país ajeno al concepto "escándalo sexual" ni siquiera en las más altas esferas).
Más casos. Es probable que la experiencia de Laguerre sirva para sacar a la luz otros casos de agresiones públicas o privadas, como ya ha sucedido con diplomáticas de las embajadas internacionales o actrices de renombre internacional. La mejor muestra, las denuncias de Sand Van Roy a Luc Besson, institución cinematográfica nacional: el director violó en varias ocasiones a la actriz, lo que ha provocado que afloren numerosas incriminaciones por parte de otras mujeres.
Es un movimiento mimético al #MeToo, motivado originalmente por las acusaciones contra Harvey Weinstein dentro de la industria de Hollywood.