El 18 de noviembre de 2020 (es decir, 15 días después de que Trump perdiera las elecciones presidenciales frente a Biden), el demógrafo Lyman Stone se dio cuenta de algo curioso: "la asociación entre las tasas de fertilidad y los patrones de votación era clarísima".
Cuatro años después, el fenómeno no ha hecho más que profundizarse (no sólo en EEUU). Y, claro, esto tiene implicaciones para el futuro de los países occidentales.
Un momento, un momento... ¿qué tiene que ver la fertilidad y el voto? Parece que más de lo que podríamos imaginar. En 2020, los condados más demócratas tenían unas tasas de fertilidad total casi un 25% más bajas que los condados más republicanos.
Y, en realidad, como señalaba Stone, en esos datos el "efecto estaba subestimado, ya que los condados más pro-Trump eran condados pequeños y rurales que, por lo general, tienen tasas de natalidad aún más altas y se excluyen de este análisis" (que se hacía para los 600 condados más grandes del país).
Pues bien. Ahora sabemos que, en estos cuatro años, la tendencia no ha hecho más que crecer: "mientras que en 2012 sólo el 8% de la variación en la fertilidad entre condados se explicaba por la proporción de votos, esa cifra ha aumentado al 26% en 2024".
¿Y por qué es especialmente sorprendente? Pues porque, aunque en estas última elecciones los porcentajes han cambiado un poco, "los demócratas obtienen muy buenos resultados en los condados con muchos votantes hispanos y negros, que tienen tasas de natalidad más altas que los estadounidenses blancos no hispanos". De hecho, "cuanto más blancos no hispanos hay en un condado, menor es su tasa de natalidad".
La lógica nos diría que la relación debería de ser inversa: a más demócratas, más natalidad. Pero no.
Estados Unidos "no solo estaban divididos por sus visiones políticas, sino también por sus valores y comportamientos en torno a la procreación y la crianza de los hijos; es decir, por sus visiones de la vida familiar". Y cada vez más.
¿Y por qué pasa esto? No lo tenemos muy claro. Este tipo de análisis no permite hablar de 'causalidad': no sabemos si "si volverse conservador provoca tasas de fertilidad más altas o si tener bebés hace que las personas sean más conservadoras". Stone sugería que la evidencia disponible nos dice que la causalidad fluye en ambas direcciones (sin embargo hay muchas más variabels a considerar).
¿Esto supone una "victoria a largo plazo" de los conservadores? No realmente. Las creencias políticas de los niños solo están "moderadamente relacionadas" con las de sus padres.
Sin embargo, a corto-medio plazo, esta tendencia sí tiene implicaciones políticas: al fin y al cabo, la progresiva polarización del modelo familiar puede provocar en las plataformas políticas de los próximos ciclos electorales.
Imágenes | Fibonacci Blue
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