Tenemos nombres para referirnos a absolutamente todo, pero hay un término que puede sonar algo difuso: "tierras raras". Es algo muy amplio, cuyo nombre realmente no dice demasiado y que, para más inri, es un nombre confuso porque las tierras raras no son ni tierras… ni raras. Sin embargo, es el nombre que utilizamos para definir uno de los elementos más importantes en la actualidad, tanto por su valor en la cadena de suministro global como por su componente geopolítico.
Para intentar arrojar un poco de luz al asunto y tener claro de qué hablamos en todas las ocasiones en las que utilizamos este término en los diferentes artículos de Xataka, vamos a ver qué son las tierras raras, por qué son tan importantes, cómo China las está utilizando como arma arrojadiza y qué puede hacer Occidente para minimizar el control chino de estos elementos.
¿Qué son las tierras raras?
Lo primero es lo primero y volvemos a incidir en que las tierras raras, a pesar de su nombre, no son tierra. Se trata de un conjunto de 17 elementos químicos que incluyen los 15 elementos del grupo de los lantánidos, así como el itrio y el escandio. Son los siguientes:
- Lantano (La)
- Cerio (Ce)
- Praseodimio (Pr)
- Neodimio (Nd)
- Prometio (Pm)
- Samario (Sm)
- Europio (Eu)
- Gadolinio (Gd)
- Terbio (Tb)
- Disprosio (Dy)
- Holmio (Ho)
- Erbio (Er)
- Tulio (Tm)
- Iterbio (Yb)
- Lutecio (Lu)
- Escandio (Sc)
- Itrio (Y)
Tampoco son raros, ya que se encuentran en enormes cantidades por todo el planeta. El problema, y de ahí el nombre de "tierras raras", es que no están presentes por sí mismos en la naturaleza, sino adheridos a minerales. Para poder utilizar estos elementos, hace falta procesar los minerales que los contienen, siendo este un proceso costoso y muy contaminante.
El proceso de extracción y refinado de estos materiales genera grandes cantidades de residuos tóxicos que hay que gestionar debidamente. Si no, pueden causar grandes daños debido a la contaminación de agua, aire y suelo.
¿Para qué usamos las tierras raras?
La respuesta simple es "para todo". Actualmente, estos elementos (unos más que otros, claro) se emplean en diferentes industrias para la fabricación de productos tecnológicos de alto rendimiento. Podemos hablar de tres grandes grupos:
- Dispositivos electrónicos: el neodimio y el disprosio son fundamentales para la fabricación de imanes que se utilizan en todo tipo de dispositivos que usamos a diario, como auriculares, portátiles, smartphones o consolas. Además, también son indispensables para las baterías de todos los dispositivos que utilizamos día a día.
- Vehículos eléctricos: asimismo, también son necesarios en los vehículos eléctricos. No solo tenemos un montón de sistemas electrónicos dentro de un coche eléctrico, sino las propias baterías y los motores. El disprosio y el praseodimio son, por ejemplo, esenciales para aumentar la resistencia a las altas temperaturas, algo vital en un coche eléctrico. Por no hablar del neodimio.
- Energías renovables: y en el paso que estamos dando a las energías renovables, hablar de tierras raras e imanes es hablar de las turbinas eólicas. Estos sistemas necesitan potentes imanes de tierras raras para funcionar.
Aunque a nivel de consumo estos campos son los que más nos pueden interesar, no hay que dejar a un lado otras industrias. Los elementos de las tierras raras son imprescindibles para la industria aeroespacial y militar debido a que se utilizan para la fabricación de sistemas de guía y radares, así como para satélites. Si sumamos la importancia en dispositivos electrónicos y baterías, también encontramos los vehículos no tripulados militares.
Las tierras raras se utilizan para la construcción de grandes telescopios y herramientas de exploración espacial, pero también para la industria médica. Un ejemplo es el gadolinio que se utiliza en los sistemas de resonancia magnética.
China, la geopolítica y el dominio de las tierras raras
Visto qué son y para qué se utilizan las tierras raras, debemos meternos de lleno en la geopolítica y volver a decir que China domina el mercado de las tierras raras. Esto tiene que ver con dos factores clave: cantidad y capacidad.
China es un territorio enorme y tiene grandes depósitos de minerales que contienen esas tierras raras. La región interior de Mongolia es una auténtica mina —literalmente— y cada cierto tiempo nos hacemos eco de noticias que apuntan a que el país ha descubierto otro gran yacimiento de tierras raras. Que existan estos depósitos dentro de sus fronteras facilita el transporte de los minerales al abaratar los costos y reducir tiempo. Sin embargo, no es el único motivo.
Como decíamos, las tierras raras están por todo el planeta, pero históricamente, China ha hecho gala de una normativa medioambiental más laxa que en otros territorios, lo que les ha permitido tomar la delantera en el procesado y refinado de estos elementos. Durante el proceso de separación de estos elementos se emplean ácidos y otros productos químicos que liberan sustancias tóxicas en el proceso de lixiviación. Si no se trata adecuadamente, puede contaminar el suelo y, por tanto, los depósitos de aguas subterráneas.
Además, hay algunos minerales que liberan residuos radioactivos durante el proceso, complicando la gestión de residuos mucho más. Al final, la producción de tierras raras tiene una cara B: una enorme cantidad de desechos sólidos y lodo —por ejemplo, la industria del acero también tiene este problema— que hay que gestionar con precaución.
Y no solo hay que hablar de la regulación más laxa, algo que se ha ido endureciendo estos últimos años mientras buscan reducir sus niveles de contaminación. Hay que hablar de las ayudas estatales. Hace unos meses adoptó una serie de medidas para convertir las tierras raras y su industria en propiedad estatal, lo que permite que el Gobierno se lance con advertencias del tipo de "ninguna organización o persona puede invadir o destruir los recursos de tierras raras", ya que se tomaría como un ataque a la propia China.
Este conjunto de factores ha propiciado que China tenga una enorme capacidad de producción de tierras raras a gran escala, lo que les sirve para satisfacer tanto su demanda como la exportación. Eso sí, con la producción bajo control, se han tomado medidas para presionar a Occidente, sobre todo a tenor de la guerra comercial contra Estados Unidos (que se ha expandido a Europa con ejemplos como los aranceles a los coches eléctricos). No lo han hecho solo con las tierras raras, también con el galio y el germanio, producción que China domina en un 94% y 83% respectivamente.
De la manera que sea, se estima que China produce actualmente alrededor del 60% de estos elementos en el mundo y es el origen de alrededor del 90% de las tierras raras refinadas del mercado. Es, prácticamente, un control total.
El futuro de las tierras raras
¿Cómo pinta el futuro? Para que veamos la importancia de las tierras raras en la transición de los automóviles, solo hay que echar un ojo a los departamentos de prensa de las marcas de coches. Muchas incluyen en alguna zona de sus páginas web un apartado en el que hablan de las tierras raras, y Porsche, por ejemplo, afirma que, de cara a 2040, habrá una demanda de tierras raras 20 veces superior a la de 2018.
China sigue teniendo el dominio, pero el resto del mundo se está poniendo las pilas. Nunca mejor dicho. No solo estamos buscando nuevos yacimientos (hemos encontrado importantes depósitos en Groenlandia, Chile, Noruega o Japón), sino que estamos viendo cómo poder refinar esos elementos para dejar de depender de la producción china, pero será un proceso lento.
Un ejemplo es el de las tierras raras de Suecia. La empresa minera LKAB, que está administrada por el propio país, afirmó hace unos meses que estaba inspeccionando un terreno en el que habría mil millones de toneladas de tierras raras e iniciaría los trámites burocráticos necesarios para explotar el yacimiento. El problema es que habitualmente transcurren entre 10 y 15 años entre el momento en el que se efectúan las primeras gestiones y el periodo en el que se empieza a extraer el material.
Y, además, la burocracia será lenta debido a que se deberá evaluar el impacto medioambiental que tendrá tanto la explotación del yacimiento como el refinado de los elementos. Ahora bien, con lo que Occidente tendría una oportunidad es con el reciclado de las tierras raras. Hace no tanto tiempo, esta tarea se consideraba ardua, pero recientes investigaciones apuntan a un futuro en el que podríamos servirnos de cianobacterias para reciclar parte de los metales de las tierras raras utilizadas en un producto.
Esto impulsaría la economía circular en torno a las tierras raras, pero también permitiría dejar de depender tanto de China mientras se encuentran soluciones para la producción de estos elementos fuera de las plantas del gigante asiático.
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