Las demencias en Occidente se han desplomado hasta un 30% en los últimos años. Ahora empezamos a saber por qué

Hace unos diez años, Monique Breteler se dio cuenta de que entre 1990 y 2005 las demencias se habían desplomado en Países Bajos. Era algo realmente contraintuitivo hasta el punto que muchos se pensaron que se trataba de un error de cálculo: la población en todos los países industrializados se hace cada vez mayor y, por eso mismo, el consenso generalizado era que, de una forma u otra, las demencias tendrían que hacerse más frecuentes.

La realidad es tozuda. Y, afortunadamente, le dan igual nuestras teorías. País a país, los datos que han ido emergiendo durante los últimos años son rotundos: la incidencia se ha reducido un 13% por década entre 1988 y 2015 en Europa y Estados Unidos. Pero el último estudio publicado lleva la reducción un paso más allá y ha encontrado una caída del 30% en unos 15 años.

¿Qué está pasando aquí? Hace 10 años, la respuesta del equipo de Breteler fue que era un efecto de los nuevos medicamentos contra el colesterol y los trombos. Esos medicamentos podrían haber tumbado muchos de los problemas vasculares relacionados con el cerebro y, de pasada, reducido el número de demencias diagnosticadas en ese periodo.

Ahora sabemos que el asunto es más complejo. Desde 2017 se consideran que cosas un bajo nivel educativo, la hipertensión, las discapacidades auditivas, el tabaquismo, la obesidad, la depresión, la inactividad física, la diabetes o el bajo contacto social eran los principales factores prevenibles de la demencia. En 2020 se sumaron el consumo de alcohol, el daño cerebral y la contaminación atmosférica.

¿Por qué? La clave explicativa parece estar en que, en fin, los países desarrollados (y muy posiblemente el mundo en general) han mejorado en muchas de esas cosas en las últimas décadas. El último artículo de PNAS, por ejemplo, extrae los datos del primero de los factores. En EEUU, las mujeres con estudios superiores pasaron del 12% en el año 2000 al 23% en 2016, mientras que ese porcentaje en los hombres aumentó del 21% a casi el 34%. El mismo fenómeno encontramos en casi todas las cosas de la lista: cuando no mejoramos, nuestras medicinas o tecnologías para controlar esos factores sí lo hacen.

Ganar tiempo no es ganar la partida. Porque mientras le ganamos terreno a la demencia y reducimos (consciente o inconscientemente) los factores de riesgo, el mayor factor de riesgo sigue ahí. La población sigue haciéndose cada vez más mayor. Por eso, los modelos epidemiológicos apuntan insistentemente que el número de enfermos de Alzheimer se triplicara en 2050. Estas previsiones auguraban un golpe brutal no sólo a muchas familias, sino a los sistemas sanitarios de todo el mundo.

Es decir, como señala Manuel Ansede, sigue siendo un problema de primer orden. Al fin y al cabo, con estas mejoras de la calidad de vida estamos ganando tiempo, peor no estamos ganando la partida. La investigación en las distintas demencias (en sus procesos patogénicos, sus diagnósticos y sus tratamientos) está, aún, en pañales. El "gran problema epidemiológico del siglo" nos está dando un respiro, más vale que le saquemos provecho.

Imagen | Steven Hwg

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