Hace unas semanas, cuando los termómetros aún marcaban los 30 grados en la provincia de Barcelona, mis vecinos no paraban de decir aquello de "Madre mía, qué calor",lo de "Yo no puedo soportar este sofoco" e, incluso, eso de "Ojalá llegue el invierno pronto". Para alguien como yo, cuya idea de una noche fresquita es Écija a las tres de la tarde, aquello me parecía el guión de una mala comedia costumbrista.
Pero es que hoy, aún lejos de los 40, hay mucha gente que dice dormir con el aire acondicionado enchufado toda la noche. Y "la primera gran ola de calor del verano" aún no ha llegado. Esto hace que mucha gente se pregunte por cómo lo hacían los seres humanos de la era pre-acondicionada, pero lo que yo me pregunto es si climatizador nos está mal acostumbrando.
Dadme un aire acondicionado y moveré el mundo
Bien sabe Walt Disney que no tengo nada contra el frío. Ni contra la tecnología, en general. Tranquilos, esto sigue siendo Xataka. Pero lo cierto es que además de los retos energéticos y ambientales que conllevan, los expertos aseguran que el aire condicionado tiene efectos sociales y culturales. Empecemos por los primeros: mientras solo EEUU vivía enganchado al aire acondicionado, las cifras eran preocupantes, pero manejables (en 2016 un 5% de todo el gasto energético y más de 29.000 millones de dólares).
Lo que ocurre es que (comprensiblemente) el mundo se está sumando con entusiasmo a la idea de vivir fresquitos. La China urbana pasó de tener aire acondicionado en el 8% de las casas en 1995 al 70% en 2004. Es una tendencia general: las ventas crecen a tasas del 10-15% anual en países como La India, Indonesia, México y Brasil. Se estima que el mundo instalará 700 millones de aires acondicionados en los próximos 15 años y 1.600 millones antes de 2050.
Aunque en un mundo invadido por las olas de calor, toda ayuda es poca. Hay muchos problemas medioambientales asociados como el de los hidrofluorocarbonos o los relacionados con la calidad del aire. Pero quizás el problema es el círculo vicioso que provoca el uso masivo de la refrigeración ambiental. El A/A enfría el interior a costa de calentar el exterior, por lo que cada vez hace falta más. El caso de Phoenix (Arizona) está bien documentado: las máquinas llegan a subir hasta dos grados la temperatura nocturna y eso anima a los residentes a usar aún más el aire acondicionado.
¿Un problema cultural?
Pero esto, además, tiene una consecuencia imprevista: en cierta forma, y mientras las temperaturas globales siguen creciendo, el uso indiscriminado del aire acondicionado está difundiendo una 'educación térmica' poco resiliente, poco sostenible y poco saludable. Altera nuestros umbrales de confort térmico, por decirlo de una forma directa.
Cosas como la tasa metabólica, la temperatura del aire y la humedad relativa tienen un impacto fundamental en el confort térmico. Pero en la medida en que ese confort es en parte psicológico nuestra historia de aprendizaje y un montón de factores individuales, sociológicos y culturales también juegan un papel clave.
Es en estos últimos factores donde los investigadores ven más peligros. Gwyn Prins, profesor de la Universidad de Cambridge y la LSE, ha llegado a decir que el amor de Estados Unidos por el aire acondicionado es la "epidemia más penetrante y desapercibida" del país. Del mundo diría yo viendo los datos.
Hacia una educación térmica
La pregunta que se hacen los expertos es si el aire acondicionado nos está dejando más expuestos e indefensos al cambio climático.Y en eso, Europa es el laboratorio perfecto para estudiar cómo las prácticas de vida favorecidas por el aire acondicionado pueden erosionar prácticas térmicas bien asentadas. Hasta hace no mucho, Europa era un lugar 'reacio' al acondicionamiento, pero parece que, poco a poco y pese a la crisis, es algo que está empezando a cambiar.
El campo de la "educación térmica" es un área de investigación muy reciente que empezó a desarrollarse con la idea de dar herramientas sencillas y accesibles a las comunidades para reducir su dependencia del aire acondicionado. Pero en los últimos años, cada vez hay más expertos interesados en ella y cada vez hay más experimentos en marcha. Aún es pronto para tener conclusiones sólidas, pero la idea suena bien: hay vida más allá del aire acondicionado.
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