Yo aprendí muy tarde a montar en bicicleta y, si os soy sincero, no recuerdo muy bien cómo lo conseguía al final. En cambio, me cambio perfectamente uno de mis intentos frustrados. Aquella vez, siendo muy pequeño, giré mal en el patio del bar de mi abuelo y acaba precipitándome por una cuesta empinada y empotrándome contra el portón de la entrada.
En general, muchas de las cosas que hacemos están mediadas por nuestra memoria y, por eso mismo, nuestros recuerdos tienen un impacto importante en cómo las hacemos. De ahí que los investigadores se hayan preguntado durante años si, cambiando lo recuerdos se me puede convertir a alguien como yo en un Miguel Induráin.
Ahora un equipo de investigadores de la Universidad de Texas Southwestern ha dado un paso de gigante para averiguarlo. Mediante técnicas optogenéticas, han conseguido implantar recuerdos en el cerebro de un ave para enseñarle nuevas canciones.
Las neuronas de los recuerdos
Como nosotros en tantas cosas, el diamante cebra aprende a cantar de sus padres. Primero, los escucha con atención y, después, los imita una y otra vez durante decenas de miles de ensayos. Así aprenden a cantar. Interesándose por la neurobiología del aprendizaje, Todd Roberts y su equipo de la Texas Southwestern identificaron las neuronas que intervenían en ese proceso.
Eso era casi una invitación a dar un paso más allá: con ese circuito claramente identificado (algo rarísimo), la pregunta sobre si podrían intervenir sobre ellas y modificar el canto de los pájaros estaba más que encima de la mesa.
Para estudiar el mecanismo, solucionaron a pequeños diamantes cebra que habían sido separados de sus progenitores y, utilizando técnicas de optogenética, intervinieron diferentes células para enseñar a cantar a los pájaros sin intervención de los padres.
Básicamente, los investigadores utilizaron pulsos de luz para modificar el funcionamiento de las neuronas objetivo y simular los procesos de codificiación de recuerdos. En este caso, el equipo diseñó un dispositivo que les permitió hacer que cada nota durara lo mismo que los impulsos que ellos aplicaban a las neuronas.
Además de llamativo, el estudio es interesante porque es la primera vez que se consigue identificar una región cerebral capaz de codificar recuerdos que afectan tan directamente al comportamiento. Leyendo el artículo en Science, queda claro que el equipo aún no es capaz de controlar todo el proceso, pero es algo que abre la puerta a cosas muy interesantes.
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