La lucha contra el cáncer es una de esas batallas que aún la ciencia no puede ganar en su totalidad, esto a pesar de que existen varios métodos para combatirlo, el predecir su aparición y un tratamiento no invasivo son aún materias pendientes. Mientras tanto, cada año mueren cerca de ocho millones de personas en el mundo debido a algún tipo de cáncer.
Debido a esto, los investigadores han ideado diversos tratamientos basados en el uso de quimioterapia y radiación, métodos muy agresivos para el cuerpo humano, pero al día de hoy son la única forma comprobada de eliminar tumores cancerígenos. Parte importante de esto, es conocer la eficiencia del tratamiento, y es aquí donde el MIT tiene un importante proyecto que podría derivar en el uso, y elección adecuada, de un mejor tratamiento contra el cáncer.
La clave está en conocer la eficiencia del tratamiento de forma inmediata
Al día de hoy, las únicas vías que tenemos para saber si un tratamiento está funcionado, es a base de resonancia magnética para conocer el tamaño del tumor, o a través de exámenes patológicos del tejido obtenido con una biopsia, siendo éste último el más arriesgado e invasivo. Pero estos métodos sólo nos dan datos de cómo ha reaccionado el tumor al tratamiento, esto meses después de haber arrancado con él, con todos los riegos que esto conlleva, ya que si no hay respuesta favorable hay que cambiar de tratamiento.
Ahora investigadores del departamento de cáncer integrativo del Instituto Koch del MIT, han desarrollado un pequeño sensor bioquímico que se implantaría en el tumor o el tejido canceroso durante la primera biopsia. El sensor será capaz de enviar información acerca del tumor en tiempo real hacia un dispositivo externo, lo que permitirá conocer de forma inmediata la respuesta ante el tratamiento, para así continuar o ajustarlo de ser necesario.
Esto aumentaría de forma significativa el tiempo de respuesta, además de que no necesitaría biopsias o resonancias magnéticas, las lecturas se llevarían a cabo en sólo unos minutos y los resultados se tendrían en máximo una hora.
Michael Cima, profesor en ingeniería del departamento de ciencia de los materiales e ingeniería del Instituto Koch del MIT, y quien supervisó el desarrollo del sensor, mencionó:
"Queríamos hacer un dispositivo que nos diera una señal química de lo que está sucediendo en el tumor, en vez de esperar meses para ver si el tumor se está reduciendo, con este sensor se podría obtener una lectura temprana para ver si se está moviendo en la dirección correcta".
Este sensor es capaz de proporcionar información de los niveles de pH y oxigeno disuelto en el tejido con cáncer, esto ayudará a que los médicos ajusten la dosis adecuada de radiación, ya que los tumores crecen en condiciones de bajo oxigeno (hipoxia), por lo tanto, si el tumor presenta más hipoxia, necesitará mayor radiación.
El sensor está cubierto por un plástico biocompatible y su tamaño es lo suficientemente pequeño para caber en la aguja de la biopsia. En su interior tenemos 10 microlitros de agentes de contraste químicos, los mismos que se usan en las resonancias magnéticas, además de una bobina para el lector y una segunda bobina para el sensor, ésta última será la encargada de hacer funcionar la transferencia de información hacia el lector externo a través de inductancia mutua.
Las primeras pruebas realizadas en ratones han sido todo un éxito, por lo que consideran que en un futuro no muy lejano podrán arrancar con las pruebas en seres humanos. Además de que confían que una persona podrá vivir con este sensor por varios años sin ningún problema.
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