Si nos ponemos quisquillosos el término “microplásticos” no alude al conjunto total de las partículas minúsculas del plástico, ya que existe una categoría completa de partículas plásticas aún más diminutos: los nanoplásticos. Ahora algunos científicos están centrándose en el estudio de estos. Y traen malas noticias.
Mucho más plástico.Llevamos tiempo infraestimando el número de partículas diminutas a las que estamos expuestos en el día a día. Un equipo de investigadores ha desarrollado una técnica que permite detectar nanoplásticos y, aplicándola, ha observado que la cantidad de plásticos que contiene el agua embotellada es “órdenes de magnitud” superior a lo que hasta ahora se calculaba.
Los nanoplásticos, como su propio nombre sugiere, son partículas de plástico de escala nanométrica (un nanómetro es la milmillonésima parte de un metro). Concretamente, menores que un micrómetro, la millonésima parte de un metro. La nueva técnica permite detectar partículas de hasta 100 nanómetros de diámetro.
Según las estimaciones realizadas por los investigadores, el agua embotellada puede contener unas 240.000 partículas de plástico (con un margen de error de más o menos 130.000 partículas). De todas estas partículas el 90% serían nanoplásticos.
Nuevas técnicas, nuevos resultados. El equipo responsable hizo uso de una técnica denominada microscopía de dispersión estimulada Raman. “Se habían desarrollado métodos para ver nanopartículas, pero no se sabía a qué se estaba mirando” explicaba en una nota de prensa Naixin Qian, una de las autoras de este estudio.
Tal y como explican en un artículo en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), gracias a esta nueva técnica, es posible no solo detectar la masa de nanopartículas sino también identificarlas. Y así lo hizo el equipo con el agua embotellada.
Podría pensarse que el envase plástico es la fuente de estos contaminantes, pero no siempre. Por ejemplo el tipo de plástico más abundante hallado fue la poliamida que, curiosamente, se utiliza para filtrar y purificar el agua. Eso sí, el tereftalato de polietileno (PET), el plástico con el que se fabrican las botellas, también estaba entre los más comunes.
El tamaño importa. Como explican en su artículo, la capacidad de estas nanomartículas de traspasar las barreras biológicas de nuestro cuerpo e infiltrarse en tejidos u células, el papel de estos en la evaluación de la toxicidad ha de ser tenido en cuenta.
La ubicuidad de los plásticos. Si miramos a nuestro alrededor, en nuestros hogares, encontraremos infinidad de objetos col plástico: pantalla, teclado, termómetro, dos envoltorios, la carcasa de un móvil… Algunos ejemplos que pueden verse sin moverse uno del asiento de la oficina.
Hasta ahí todo normal, al fin y al cabo este tipo de materiales son centrales para la producción de numerosos bienes de uso diario, básicos para nuestro día a día. El problema surge cuando es en otros contextos muy distintos donde los encontramos, desde las profundidades de la Tierra hasta el agua de lluvia.
Dada la ubicuidad de los microplásticos y este reciente resultado, podemos sospechar que, después de todo, lo que hoy en día vemos pueda ser tan solo la punta del iceberg.
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