Una investigadora ha pasado 133 días experimentando con su cerebro. Su objetivo: entender cómo dormir mal nos afecta

La investigadora Ana Triana y su equipo monitorizaron factores externos como el sueño o el ejercicio

Corte Cerebro Autoexperimentacion
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Un estudio convencional del cerebro tomaría numerosos participantes y analizaría algunos aspectos de su actividad cerebral en un momento en el tiempo o quizás antes y después de un tratamiento. Sin embargo hay científicos que tratan de dar la vuelta a esta idea, estudiando a un solo participante de forma exhaustiva.

133 días. El último ejemplo de esto tiene además el curioso añadido de que la participante era también miembro del equipo de investigadores de la Universidad de Aalto, en Finlandia, a cargo del estudio. Ana Triana, experta del Departamento de Neurociencias e Ingeniería Biomédica, se sometió a un experimento de monitorización exhaustiva durante 133 días.

El estudio nos da pistas de cómo reacciona nuestro cerebro a medio plazo frente a determinados estímulos externos, como el ejercicio y el sueño. Esto implica, por ejemplo, que los efectos de la pérdida de sueño durante una noche podrían prolongarse más allá del día siguiente y afectarnos días, e incluso semanas después.

La metodología tiene sus ventajas pero también sus limitaciones y es que existe mucha diversidad en los cerebros humanos y lo que es cierto para una persona no siempre lo es para el resto, por lo que los resultados son, por ahora, difíciles de extrapolar.

Un cerebro que no existe en aislamiento. El cerebro humano no funciona de manera independiente a su contexto. Lo que el equipo quería descubrir a través de este experimento es cómo determinados estímulos externos afectaban al funcionamiento mismo del cerebro.

Para ello Triana y su equipo no solo estudiaron el cerebro de la participante e investigadora, sino también llevaron un control exhaustivo de estos estímulos externos, como sueño, relajación, ejercicio, etc.

A corto y a largo plazo. Triana y su equipo lograron identificar dos patrones de respuesta a los estímulos. El primero se daba en forma de una onda corto plazo, que perduraba durante alrededor de siete días; mientras que la segunda ola se prolongaba más en el tiempo, hasta 15 días.

Según señala el equipo, la primera afecta a las adaptaciones rápidas y ponen como ejemplo la forma en la que nuestra capacidad de concentración se ve afectada por dormir mal durante un periodo relativamente breve. La onda larga sin embargo resulta “más gradual” y tiene efectos prolongados, “particularmente en áreas vinculadas con la atención y la memoria”.

Tecnología de monitorización. Los avances en tecnología de monitorización de la salud facilitaron mucho el desarrollo de este experimento. “El uso de tecnología wereable fue crucial”, explicaba en una nota de prensa Triana. Además de la tecnología de escáner cerebral convencional, el experimento contó con wereables para el seguimiento de las variables externas que pudieran afectar al funcionamiento del cerebro.

Los detalles del estudio pueden consultarse en el artículo publicado en la revista PLOS Biology.

Ventajas e inconvenientes. La metodología seguida por el equipo cuenta con ventajas e inconvenientes. Si la mayoría de investigaciones se realizan de forma “estática” es por la ventaja que dan los números. Es a partir de cierto número de participantes cuando podemos empezar a sacar conclusiones estadísticas de un estudio. También podemos relacionar los resultados con variables personales como la edad, el sexo, estado de salud o características genéticas.

Sin embargo solo un estudio longitudinal permite entender el elemento dinámico del cerebro y su comportamiento ante determinados estímulos. Compaginar las ventajas de uno y otro tipo de estudios no es imposible: simplemente es necesario ampliar la muestra. Conforme muevas tecnologís faciliten este trabajo cabe esperar que futuros estudios puedan ir ampliando esta muestra.

Quizás incluso sin tener que recurrir a la autoexperimentación, una herramienta no exenta de sus propios problemas asociados.

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Imagen | Enrico Glerean / Matti Ahlgren / Universidad de Aalto

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