La tecnología e Internet están matando nuestra memoria, ¿o no?

La tecnología e Internet están matando nuestra memoria, ¿o no?

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La tecnología e Internet están matando nuestra memoria, ¿o no?

Cada vez es más común que ante cualquier duda, recurramos inmediatamente al ordenador o al móvil para confirmarlo. Sea el navegador GPS en el coche, el móvil en una charla con amigos, la calculadora en el trabajo, sacar cosas 'de cabeza' parece estar pasado de moda.

Aunque el debate está servido, la evidencia está dejando claro que nuestra memoria está cambiando. ¿Es una fase normal del desarrollo tecnológico humano? ¿Nos habituaremos como nos habituamos a las imprentas o a los trenes? O, en cambio, ¿las "nuevas tecnologías" están destrozando con nuestra memoria?

"Espera, que lo miro con el móvil"

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Todo empezó el 10 de Noviembre de 1951. Es decir, hoy hace justo 64 años que Sir Hugh Beaver falló en alcanzar a un chorlito dorado en un coto cerca del Slaney, al sureste de Irlanda.

Ya en el pub, Beaver se consoló diciendo que "al menos he fallado con el ave de caza más rápida de Europa". Del fondo de la barra se levantó un parroquiano diciendo que no, que el ave más rápida de Europa era el red grouse (el lagópodo escocés, en castellano). La discusión estaba servida y, agravada por el hecho de que no había ninguna referencia donde poder comprobarlo, se alargó hasta las tantas de la mañana.

A la mañana siguiente, Beaver, director de la cervecera más grande de Irlanda, decidió darle una solución al problema: nacía el famoso Libro Guinness de los récords.

Con éste antecedente, no es raro que a día de hoy a la menor discrepancia nos lancemos a buscar la respuesta en nuestro móviles u ordenadores. Un estudio de la profesora Maria Wimber sobre 'hábitos relacionados con la memoria' parece confirmar esta intuición. Tras examinar el comportamiento de más de 6.000 adultos de Europa Occidental (Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, España, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo), han descubierto que más de un tercio de los participantes recurrían al teléfono o al ordenador para recordar alguna información.

Como sostiene la profesora Wimber, este uso del ordenador (de generalizarse) puede tener un impacto a largo plazo sobre el desarrollo de la memoria. "El cerebro parece reforzar los recuerdos cada vez que recordamos y, al mismo tiempo, se olvida de lo irrelevante" (lo que no tenemos necesidad de recordar), decía para la BBC la investigadora.

Las nuevas tecnologías están cambiando nuestra memoria

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La irrupción de las agendas en los teléfonos móviles es un claro ejemplo de cómo, al no tener que recordar los números, hemos ido olvidando algo que previamente teníamos grabado a hierro en la memoria. Yo aún recuerdo el tiempo en que no saberse un número de teléfono de memoria podía ser todo un casus belli.

En este sentido, la relación entre el uso de las nuevas tecnologías está clara. Aunque el aprendizaje y la memoria no son procesos unitarios (Santiago, Tornay, Gómez y Elosúa, 2006), una cosa que tienen en común es que son bastante costosos (cognitivamente hablando).

"Sabemos que el texto que incluye enlaces (hipertexto) parece recordarse peor en general, lo que es totalmente lógico porque constituyen distractores y el papel de la atención es crítico en el recuerdo", nos dice Manuel Sebastián, investigador de la Unidad de Cartografía Cerebral de la Universidad Complutense.

Aunque la idea general, es que que los cambios de ritmo y los chutes de información tienen un impacto en nuestra concentración. Y es cierto que eso en términos de ansiedad y estrés es un problema, pero ahora hablamos de un nivel más profundo: ahora trabajamos en ambientes virtualmente muy enriquecidos que, por el hecho de estarlo (DeStefano y LeFevre, 2007), nos impiden procesar y nos dificultan la concentración. Y sin concentración, los recuerdos se vuelven quebradizos.

De igual forma, una de las formas mediante las que se afianza la memoria es en el proceso de recuperación de datos y recuerdos. Cuando optamos por buscar la información en Google en lugar de intentar recordarlo estamos impidiendo que ese tipo de información pase a nuestra memoria (Cooke, 2012).

Aunque es apresurado hablar de la 'dependencia digital' ("un constructo que hasta donde sé no se ha definido" sólidamente como dice Sebastián) como causa de los , es cierto que la información no se procesa con la misma profundidad. "En general, esa es la idea que transmite Carr en Superficiales"

¿Google no nos hace más olvidadizos?

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Hace unos años, Nicolas Carr revolucionó el mundillo de internet con un provocador ensayo "Superficiales. Qué está haciendo Internet con nuestras mentes". Es curioso que Carr comience su libro hablando de un texto de Marshall McLuhan que fue más debatido que leído. Lo mismo ha pasado con el libro del propio Carr. Las acusaciones de "ludita" han conseguido oscurecer el fondo del debate, pero en realidad su planteamiento está en consonancia con el estado actial de la ciencia cognitiva.

La tesis fundamental de los que científicos de la conducta es que las prácticas con las que tomamos contacto con ('procesamos') la realidad no tienen el mismo efecto en un entorno 'tecnologizado' que el que tenían en un entorno pre-tecnológico.

Los libros de 'técnicas de estudio', por ejemplo, están llenos de procedimientos que usan la forma 'natural' de memorizar y aprender. La mayoría, por cierto, son de sentido común porque, a fuerza de ensayo y error, se han ido integrando en nuestras prácticas culturales: en cierta forma, las formas populares de recordar el mundo nos ayudan a entrenar y mejorar nuestra memoria (nuestra atención y, en general, todas nuestras capacidades psicológicas).

Y ahí es donde parece que tenemos el primer problema. Las nuevas tecnologías tienen un papel fundamental en el cambio de la forma en que nos comportamos. El profesor Manuel Armayones, de la OUC, llama a esto infoxicación pasiva. El uso o abuso de los teléfonos inteligentes en espacios públicos hace que cambie nuestra forma de interaccionar socialmente.

Esto, con el avance de las nuevas tecnologías y los cambios en la netiqueta, hacen que, como dice Amayones, parezca "necesario incorporar protocolos para la normalización del uso de los smartphones y concienciar a la ciudadanía".

¿Debemos preocuparnos?

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"En hecho de que la información se procese de forma diferente, no es necesariamente malo". Como dice Sebastián, hoy por hoy tener miedo o generar preocupaciones desmedidas es precipitado. Por un lado "cuando se inventó la calculadora electrónica, dejamos de calcular raíces cuadradas a mano". Por otro, "soy bastante crítico con la idea de '¿por qué memorizar si está todo en Google?'".

Recapitulando, hay dos cuestiones fundamentales: la primera es que aún es pronto para saber hacia dónde va y qué consecuencias reales pueden tener las nuevas formas de comportamiento "tecnológico". La segunda es que las tecnologías se van desarrollando mucho más rápido que nuestra cultura. Nuestras valoraciones, las cosas que nos parecen importantes, son muy lentas adaptándose a las necesidades objetivas del entorno en el que nos encontramos. ¿Cuántos chistes se hicieron sobre 'esa gente que va hablando sola por la calle' hasta que el teléfono móvil, sencillamente, se popularizó?

Como sugiere Manuel Sebastián, "es inevitable que nos preocupemos si cada día nos cuesta más concentrarnos en la lectura de textos largos". Poco importa si hoy es necesario leer textos largos o no, lo fundamental aquí es que pensamos que perder esa capacidad es un problema.

En este sentido, sí que tenemos un problema: decimos una cosa y hacemos la contraria. Aunque seguimos valorando la memoria como una virtud fundamental, cada vez contamos con más estudios que sugieren que las nuevas prácticas sociales no requieren tanta memoria y, en consecuencia, la estemos infra-desarrollando. La clave quizá está en entender que como nos decía Sebastián, procesar la información de otra forma no es necesariamente malo. Porque lo que está claro es que vamos hacia un mundo en que la lista de los reyes Godos no sirve para nada.

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