Incluso los propios responsables de la investigación se han quedado sorprendidos por los resultados. Lars y Arne Ittner, dos investigadores y hermanos australianos de la Universidad de Macquarie, han dado con una terapia génica experimentando con ratones que parece capaz de evitar la pérdida de memoria que padecen los pacientes de Alzheimer en sus fases avanzadas.
De hecho no sólo la evita: los resultados indican que la pérdida de memoria llega a revertirse. Es lo que han podido comprobar experimentando con ratones de edad muy avanzada, que dos meses después del tratamiento y de forma repentina se han comportado como el resto de ratones en mejor salud e incluso han demostrado ser capaces de aprender cosas nuevas.
P38gamma, la enzima que devuelve la capacidad de aprender
Lars y Anne cuentan cómo esto es posible gracias a la enzima p38gamma. Introduciendo material genético en el ratón, dicha enzima se activa modificando una proteína que previene y revierte los efectos de pérdida de memoria del Alzheimer. Incluso si la enfermedad está en una fase avanzada. Es precisamente la actividad de las enzimas en el cerebro la que lo protege de síntomas como pérdida de memoria.
Con todo, aún es pronto para emocionarse. La noticia representa un gran salto en la investigación para encontrar una vacuna del Alzheimer (algo que llevamos mucho tiempo intentando), pero puede que pasen de 5 a 10 años hasta que las pruebas clínicas necesarias permitan comercializar un tratamiento generado fruto de estos experimentos.
"El cerebro es como una caja negra", afirma Arne para recordar que este órgano todavía está lleno de incógnitas para la ciencia. "A veces tenemos suerte y obtenemos un pequeño vistazo de su funcionamiento, de modo que podemos interferir en él. Ahora tenemos un entendimiento detallado de cómo trabaja el cerebro a nivel de los aminoácidos, algo que no tiene precedentes".
De momento varias de las mayores farmacéuticas del mundo ya se han interesado por el trabajo de los hermanos Ittner, siendo uno de ellos el responsable del Centro de Investigación de la Demencia de la Universidad de Macquarie.
Imagen | Robina Weermeijer
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