Nos podemos ir olvidando de la inmunidad de rebaño al llegar al 70% de vacunados: el debate detrás de la nueva cifra a alcanzar

Cada vez son más los expertos que opinan que alcanzar el 70 % de inmunizados en España no va a ser suficiente como para alcanzar la llamada inmunidad de grupo. De hecho, ese 70% nunca fue un porcentaje fijo ni clave, sino orientativo.

El porcentaje puede variar sustancialmente en función de las circunstancias, y las actuales circunstancias, sobre todo las propiciadas por la variante delta, la más contagios hasta la fecha, que sugieren que habremos de alcanzar porcentajes de vacunación más altos.

El 70% inicial parece haberse quedado anticuado

Para estimar el porcentaje de vacunados que necesitamos para alcanzar la inmunidad de grupo hay que tener en cuenta diversas variables. La más importante de ellas es el llamado número reproductivo básico (Ro), que determina la transmisibilidad del patógeno. En el caso de SARS-CoV-2, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades​ de Estados Unidos, el Ro va de 2-3 de la variante Wuhan a 5-8 de la Delta.

Es decir, que hasta ahora nuestras estimaciones se basaban en el coronavirus original, pero más tarde tuvimos que enfrentarnos a la variante británica, que era entre un 40 y un 60% más infectiva. Actualmente, países como España están ya tienen la variante delta circulando entre sus ciudadanos, que es un 50% más transmisible que la británica.

Según los Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), una persona con la variante delta puede infectar hasta ocho o nueve personas, en promedio, mientras que con la variante original de COVID-19 contagiaba a dos. Por consiguiente, equivale a sugerir que el porcentaje necesario para alcanzar la inmunidad de grupo sería, como mínimo, del 85%, en vez del 70% planteado originalmente.

Por si fuera poco, al estar enfrentándonos a un virus respiratorio con transmisibilidad tan elevada, hay otros factores que pueden aumentar todavía más el porcentaje mínimo de inmunizados que debemos alcanzar, como son la eficacia de las vacunas, el comportamiento de la sociedad, si la relación coste-beneficio entre los menores de edad aceptable, etc. Teniendo en cuenta todo esto, tal vez el porcentaje mínimo al que deberíamos aspirar llegaría casi al 95 %, tal y como sostiene el ministro francés de Sanidad, Olivier Véran, o epidemiólogos como Javier del Águila.

El debate sobre el porcentaje de vacunación necesario para alcanzar la inmunidad de rebaño se torna aún más complejo si tenemos en cuenta que cada país deberá aspirar a uno distinto, tal y como advierte José Jiménez, investigador del Departamento de Enfermedades Infecciosas del King’s College de Londres.

Si bien los datos de efectividad están mostrando que las vacunas también sirven para evitar contagios y la transmisión del virus, no todas las vacunas ofrecen el mismo porcentaje de efectividad, y las diversas variantes aparecidas o por aparecer también reduciría esa efectividad (la vacuna AstraZeneca, por ejemplo, tienen una eficacia mucho más limitada con una primera dosis ante la variante india). Es decir, que estamos frente a una situación muy cambiante, y por tanto los datos tienen que ser revisados cada semana, como nos recuerda el investigador del CSIC Iñaki Comas.

El porcentaje lo iremos descubriendo sobre la marcha. De cualquier manera, si finalmente España tiene que alcanzar un 95 % de tasa de vacunación, tampoco estaríamos frente a un porcentaje tan insólito: el sarampión, que también es muy contagioso, necesita de una tasa de cobertura vacunal del 95%. En el caso de la poliomielitis, el umbral es aproximadamente del 80%.

Objetivo: vacunar lo máximo posible

Con todo, no hay que olvidar que la dificultad que implica alcanzar porcentajes tan elevados es enorme. La vacuna del sarampión, por ejemplo, se introdujo en la década de 1960, y solo hasta el el año 2000 - 2017, la vacunación contra el sarampión hizo disminuir la cifra de defunciones en un 80% en todo el mundo. La vacunación contra la COVID-19 está siendo muy sistemática, es cierto, pero incluso en países donde hay escasa oposición a la vacunación (como España, donde la última encuesta de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología señala que el número de personas que rechaza de plano ponerse la inyección es del 4%) es muy difícil alcanzar tales porcentajes porque también supone vacunar a los niños menores de 12 años (el 11% de la población), para los que aún no se ha aprobado la vacuna.

En el caso de que se aprueben finalmente, además también deberemos enfrentarnos al debate ético que implica el balance riesgo beneficio, pues conforme la edad es más baja, también disminuye la gravedad de la enfermedad, pero no los efectos secundarios adversos. Por ejemplo, Reino Unido ha descartado vacunar a los adolescentes a pesar de que la vacuna ha sido aprobada para ellos. Además, hay también otro porcentaje de población que no puede vacunarse por problemas de salud, así como otro al que el sistema no llega.

A todo esto hay que añadir que hay muchos otros países que, a corto o medio plazo, no van a alcanzar tasas de vacunación significativas. En un mundo global, esto implica que no importa cuán alta sea la tasa de vacunación de España si llegan personas no vacunadas de tales países. Apenas se ha vacunado el 25% de la población mundial, y en los países subdesarrollados la cifra se queda en un 1% de la población.

Frente a toda esta incertidumbre, el único mensaje seguro que puede transmitirse es que debemos vacunar lo máximo posible sin fijarnos ningún porcentaje como meta. Si finalmente nos adentramos en el peor escenario y la inmunidad colectiva no se alcanza exclusivamente a través de la vacunación, entonces será necesario mantener algunas medidas de control en su lugar indefinidamente e ir actualizando las vacunas vigentes para que sean aún más efectivas.

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