Hace 15 años, Eckard Wimmer, financiado por el Pentágono, fue capaz de recrear el virus de la polio en un tubo de ensayo. No sólo eso, lo hizo a partir de fragmentos genéticos comprados por correo a empresas a las que cualquier ciudadano tenía acceso. Necesitaron tres años para recrear uno de los virus más pequeños (sólo unas 7.500 bases), pero hicieron evidente que un nuevo tipo de bioterrorismo era posible.
Hoy, aquello parece historia antigua. La biología sintética (el campo que crea tecnologías para editar o crear nuevos organismos) está pulverizando las barreras científicas, tecnológicas y financieras que mantenían controlada la aparición de armas biológicas. Por eso, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos acaba de publicar un informe que más que un informe es toda una llamada de atención.
Una nueva amenaza que está cada vez más cerca
En su informe, la Academia Nacional de Ciencias advierte de la necesidad urgente de prepararnos para los ataques basados en virus artificiales porque el rápido progreso tecnológico de los últimos años nos ha hecho muy vulnerables a una posible guerra biológica.
A lo largo de casi 300 páginas, el informe analiza los posibles escenarios que están encima de la mesa. La Academia ve hoy factible tres de ellos: se podrían seleccionar bacterias peligrosas y hacerlas aún más peligrosas; se podría modificar microorganismos comunes para que se vuelvan peligrosos o, incluso, diseñar virus mortales desde cero.
Los autores reconocen que solo han utilizado información no clasificada y, por eso, creen que esos tres escenarios son factibles, aunque no pueden cuantificar con detalle cómo de factibles son. Lo que tienen claro es que nuestra capacidad para editar la vida ha dado un salto que hace un par de décadas parecería casi ciencia ficción.
Pero la parte más interesante del informe es el análisis de vulnerabilidades. Una vez que nos damos cuenta de que la biología sintética “potencia y expande” las oportunidades para crear armas biológicas, la cuestión es si estamos preparados para controlar esa amenaza. Muchos de los enfoques tradicionales de defensa biológica y química seguirán siendo relevantes, pero se están presentando nuevos desafíos que nos pillan con el pie cambiado.
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