Nada de lamparitas, ni televisores; ni siquiera con las persianas subidas mientras se filtra la tenue luz de las farolas. Phyllis Zee, jefa de medicina del sueño de la Facultad Feinberg de Medicina de la Universidad Northwestern, y su equipo lo tienen claro: hay que dormir a oscuras. Pero a oscuras de verdad. No hacerlo, según un nuevo estudio, puede acabar dando problemas.
La luz que me das. "Los resultados de este estudio demuestran que una sola noche de exposición a la iluminación moderada de la habitación durante el sueño puede afectar la glucosa y la regulación cardiovascular, que son factores de riesgo de enfermedades cardíacas, diabetes y síndrome metabólico", explicaba Zee. La idea lleva tiempo dando vueltas en muchos grupos de investigación.
Al menos, desde que empezó a llegar la evidencia que señalaba que la exposición a la luz durante el día aumentaba la frecuencia cardíaca a través de la activación del sistema nervioso simpático. De esta forma, había cierta "ayuda" fisiológica que fortalecía el estado de alerta para enfrentar los desafíos del día.
¿Y por qué no durante la noche? Aunque a menudo pensamos que mientras dormimos estamos aislados del mundo, eso es muy discutible. Como lleva años señalando Linda Hayes, el cuerpo nunca se desconecta del ambiente. De hecho, buena parte de las cosas que soñamos se explican por eso mismo: porque nuestro organismo sigue sintiendo (y esas sensaciones siguen interactuando con nuestro cerebro). Por eso mismo, la pregunta que se hicieron Zee y su equipo fue qué pasaba con la luz mientras dormíamos.
Luz, fuego, destrucción. “Nuestros resultados indican que también está presente un efecto similar cuando la exposición a la luz ocurre durante el sueño nocturno”. No es solo que la luz altera los parámetros cardiovasculares, sino que aumenta la "resistencia a la insulina". Es decir, grosso modo, que nuestro cuerpo es incapaz de usar bien toda la glucosa que hay en sangre. Esto encaja con otros estudios anteriores que relacionaban la exposición a la luz durante el sueño y la obesidad.
El mecanismo. Es decir, la principal novedad de este trabajo es que identifica el mecanismo fisiológico que está detrás de ese impacto de la luz mientras dormimos: ya sabíamos que vivir en un mundo cada vez más iluminado es malo, ahora empezamos a saber por qué. No obstante, todos los estudios están hechos en laboratorio y eso le resta validez al análisis. En la vida diaria, la necesidad de luz (en adultos mayores, por ejemplo, para evitar accidentes) puede dar un saldo positivo.
Un mundo lleno de luz. Sin embargo, es algo sobre lo que debemos reflexionar. En EEUU hasta un 40% de la población adulta duerme con una lámpara de noche encendida, con una luz en el dormitorio y/o con la televisión puesta. No he encontrado datos fiables en España, pero aunque el problema esté mucho menos extendido, parece que está creciendo en popularidad. La lucha contra la oscuridad sigue
Imagen | Ariel/Unsplash
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