Mientras en Europa estábamos concentrados en solucionar la "crisis de als vacunas", en los círculos internacionales no dejaba de comentarse otra jugada de fondo: es que, tras la denominada "diplomacia de las mascarillas", China estaba preparándose para donar millones de vacunas a decenas de países en todo el mundo.
No es raro. Al fin y al cabo, China fue uno de los primeros países en tener vacunas aprobadas y, mientras celebrábamos que Reino Unido estaba poniendo las primeras vacunas, en el gigante asiático ya habían vacunado a más de un millón de personas. Es más, hoy por hoy, las dos vacunas chinas se cuentan entre las más usadas del mundo.
Sin embargo, cuando miramos las cifras del gigante asiático, algo no encaja. Pese a su supuesto poderío biotecnológico, las cifras de vacunaciones son muy bajas. ¿Qué está pasando en aquel rincón de Extremo Oriente?
¿Qué está pasando en China?
La situación epidemiológica de China, un año después de que empezara la pandemia, no deja de ser excelente. Al menos, a la luz de los datos públicos. Mientras países de su entorno, como Corea del Sur o Japón, han sufrido olas más que considerables coincidiendo con el invierno del hemisferio norte, China ha seguido manteniendo sus cifras bajas. Con muy pocas (y suavísimas) excepciones.
Se ha discutido mucho sobre los motivos de esta baja incidencia (y no faltan los que dudan de la veracidad de sus datos). No obstante, lo que podemos afirmar sin miedo a equivocarnos es que todo esto poco tiene que ver con la vacuna. Mientras publicamos esto, Israel ya ha puesto una dosis de la vacuna, al menos, al 57% de su población. Reino Unido al 14% y España casi al 4%. China ha inmunizado solo al 1,7% de su población.
Es cierto que, en millones de vacunas, China es el segundo país del mundo que más vacunas ha puesto solo por detrás de EEUU. Pero, a todas luces, los datos erosionan la imagen de "potencia sanitaria" que desde Pekín llevan meses tratando de construirse.
De hecho, hasta hace poco, ni siquiera había vacunas oficialmente aprobadas para la población general. Había muchas vacunas experimentales, pero los planes de vacunación del país no podían aterrizarse. Sobre el papel, China tenía todo para poder vacunar a millones, pero no lo estaba consiguiendo.
El reto que hay más allá del juego diplomático
A día de hoy, China ha autorizado el uso de dos vacunas nacionales: la de Sinopharm y la de SinoVac. A diferencia de las vacunas occidentales (basadas en ARNm o virus distintos modificados), las dos vacunas chinas se basan en una versión atenuada del SARS-Cov-2. Los resultados, como están empezando a verse en países como Brasil o Turquía, no son tan buenos como sus equivalentes occidentales.
Sin embargo, ahora tienen vacunas eficaces y baratas, pero el ritmo sigue siendo moderado. Esto se debe, en parte, a lo que comentábamos al iniciar el artículo: su baja incidencia hace que un tema que para nosotros es vital, para ellos sea relativamente secundario.
El resto se debe a la complejidad de implementar una campaña de vacunación en un país como este donde hay zonas con sistemas de salud homologables a los occidentales, pero también amplias regiones donde llegar es mucho más difícil. No obstante, China planea poner otros 50 millones de vacunas en dos semanas. Poco desde el punto de vista poblacional, pero será algo que tendremos que seguir de cerca para ver hasta qué punto la vacuna tendrá la capacidad de abrir de nuevo China al mundo exterior.
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